Como ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia, los que alguna vez fueron considerados delincuentes con el paso de los años son reconocidos como héroes. Fue el caso de Rubén Jaramillo Ménez, asesinado por el Ejército un 23 de mayo de 1962 en Xochicalco, acusado de diversos delitos, y cuyo nombre quedó inscrito con letras doradas en el Congreso Local de Morelos en 2016.
“El tristemente célebre rebelde Rubén M. Jaramillo, señalado como presunto responsable de los delitos de posesión y tráfico de drogas y despojo de tierras, fue muerto ayer a balazos en las ruinas de Xochicalco, de esta entidad, cuando pretendía huir de los miembros de la Policía Judicial Militar que lo escoltaban para ponerlo a disposición de las autoridades competentes”, anunciaba la nota de El Universal en su edición del 25 de mayo de 1962.
Por instrucciones del gobierno federal, Rubén Jaramillo recibía trato de delincuente en ese periódico que era el consentido de los presidentes, y los captores eran los héroes.
Faltaría espacio para contar quién fue Rubén Jaramillo, por lo que sólo apuntaremos que en 1921 organizó el Comité Provisional Agrario de Tlaquiltenango que logró la dotación de tierras ofrecida por Obregón y el gobernador José G. Parrés. En 1926 constituyó la Sociedad de Crédito Agrícola de Tlaquiltenango e inició la lucha en contra de los acaparadores e industrializadores de arroz, pero los caciques lograron infiltrar a su gente y desbarataron la sociedad. En 1933, en la convención del Partido Nacional Revolucionario efectuada en Querétaro, Jaramillo apoyó la candidatura de Lázaro Cárdenas y le entregó un escrito en donde le proponía la instalación de un ingenio en Jojutla para liberar a los campesinos de los acaparadores de arroz y volver a sembrar caña, asimismo, le solicitó agua y electricidad para Puente de Ixtla. En 1936, Cárdenas comenzó la construcción del ingenio Emiliano Zapata en Zacatepec, y en 1938 inició su operación administrado por la Sociedad Cooperativa de Ejidatarios, Obreros y Empleados, de cuyo Consejo de Administración Jaramillo fue el primer presidente.
Pero en 1962 ya era una “piedra en el zapato” de los gobiernos tanto federal como estatal. Así que la Policía Judicial Militar recibió la orden de detenerlo, por lo que un pelotón llegó hasta su casa en Tlaquiltenango, de donde fue sacado junto con su esposa (embarazada) y dos de sus hijos. Todos ellos fueron masacrados en las inmediaciones de las ruinas arqueológicas de Xochicalco, y la versión oficial fue que “había intentado huir y utilizó a su familia como parapeto”.
Lo que muy pocos saben es que hubo dos testigos de ese cobarde asesinato. Con la desclasificación del Archivo General de la Nación, salieron a la luz pública varias tarjetas informativas tanto de la Dirección Federal de Seguridad como del Ejército que hablan sobre lo ocurrido en Xochicalco ese 23 de mayo de 1962, es decir, hace 58 años exactamente.
“Severiano Analco, vigilante de las ruinas de Xochicalco, observó ayer como a las 18:00 horas la llegada de dos carros negros y un jeep a ese lugar y que cuando se dirigió a los visitantes para ver qué se les ofrecía, un elemento en mangas de camisa lo encañonó con una ametralladora ordenándole que se retirara del sitio (…). Severiano y su hijo Andrés no han sido localizados”, dice una tarjeta informativa de la DFS.
Un informe posterior de la DFS, éste del 25 de mayo de 1962, detalla la suerte de los dos hombres en esos días: “Severiano y Andrés Analco, testigos presenciales de la muerte de Jaramillo, se encuentran detenidos e incomunicados en las oficinas de la Policía Judicial del estado”.
En efecto, según los testimonios recabados con sobrevivientes de la familia Analco, el Ministerio Público y los policías judiciales venidos de Tetecala obligan a Severiano y a sus hijos Andrés y Rodrigo a levantar los cuerpos de Jaramillo y su familia y subirlos a una camioneta, según un reportaje de Zósimo Camacho publicado en la revista Contralínea.
Una vez concluida la tarea y, sin esperarlo, son obligados a subirse a la camioneta. El único que puede evadirse es Rodrigo, a quien dejan ir porque suplicó que le permitieran ir a atender a su mujer que estaba a punto de parir.
El vigilante de las ruinas y su hijo fueron liberados días más tarde bajo la condición de no contar jamás lo que habían visto.
En el expediente –entregado a Contralínea por medio de la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública Gubernamental– se citan las palabras del teniente coronel Héctor Hernández Tello, subjefe de la Policía Judicial Federal: “Solamente se habrían cumplido órdenes del señor presidente de la república”.
Además, según el capitán Gustavo Ortega Rojas, jefe del Servicio de Seguridad Pública de Morelos, en declaraciones recogidas en una tarjeta informativa por agentes de la DFS, señala que “los responsables fueron elementos de la Policía Militar, que realizaron el hecho acatando órdenes superiores”.
Esa información habla también de que, tras el asesinato, hubo “pánico” en los elementos de la Policía Judicial Estatal que apoyaron en ese operativo pues temían que los seguidores de Jaramillo acudieran en bola a rescatar los cadáveres.
“Félix Vázquez Peña y los elementos pertenecientes a su grupo de la Judicial del estado abandonaron Tetecala sin conocerse su paradero, ya que no se han reportado a sus jefes”, dice otro documento desclasificado.
El Ejército Mexicano nunca ha reconocido su participación en el asesinato de Rubén Jaramillo. En respuesta a la solicitud de información 0000700082108 –presentada por Contralínea ante la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para conocer la versión oficial del llamado “Operativo Xochicalco”–, el Comité de Información de la Sedena, presidido por el general de división diplomado del Estado Mayor Humberto Alfonso Guillermo Aguilar, responde que la Dirección General de Archivo e Historia de la Sedena “no localizó la información” solicitada, luego de haber “realizado una exhaustiva búsqueda”.
El 8 de junio de 2016, en una sencilla ceremonia, el nombre de Rubén Jaramillo Ménez quedó inscrito con letras doradas en el muro de honor del Congreso del Estado de Morelos junto con Emiliano Zapata Salazar, el que fuera su general cuando Rubén ingresó al ejército revolucionario. "Se ha querido negar la aportación que Rubén Jaramillo ha tenido para este estado y para el país (…) pero representa el eslabón más importante a nivel nacional entre el zapatismo histórico y el movimiento campesino contemporáneo”, dijo la diputada Hortencia Figueroa Peralta, principal impulsora de esta acción, hija de don Agustín Figueroa Ayala, ex líder de la Unión Popular Cañera en el ingenio que fundó Rubén Jaramillo.
HASTA MAÑANA.