A mediados de diciembre de 2013, en el Campo Militar Número 27 de Acapulco, el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, fue advertido por empresarios que José Luis Abarca utilizaba el comercio de oro para lavar dinero del crimen organizado, y que había comprado la candidatura del PRD a la presidencia municipal de Iguala.
En aquella reunión también estuvieron presentes el entonces secretario de Seguridad Pública del estado: el almirante Sergio Javier Lara Montellanos -quien renunció al cargo semanas después- así como representantes de la Secretaría de Marina y del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen).
Arturo Flores Mercado, presidente de la Asociación de Joyeros y Plateros de Guerrero, fue uno de los que exhibieron al que hoy es considerado autor intelectual de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Recordó que en octubre de 2007, durante la Expo Joyas que se realiza todos los años en Guadalajara, Jalisco, conoció a Abarca. Dice que le llamó la atención que iba de stand en stand comprando joyas en grandes cantidades.
“Es ahí donde el gremio joyero supo de él. Sin ningún antecedente en el ramo y de la noche a la mañana, se volvió el mayorista más poderoso venido de Iguala. Quiso llegar directo con los fabricantes de Jalisco, el principal mercado, y se hizo amigo de ellos, porque a todos les interesó tener un cliente como Abarca, que pagaba de contado… El señor no compraba un kilo de oro, sino 40 o 50… Para que tengamos una idea más clara, un kilo cuesta hoy alrededor de 200 mil pesos. Así que los fabricantes le comenzaron a mandar mucha mercancía y hubo quienes incluso lo visitaban en Iguala. Se convirtió en un reconocido comerciante de la región, que daba hasta créditos millonarios. Hizo negocio con los más fuertes, pero él revendía a precios más baratos”, narró el empresario a un medio local.
Su negocio era el lavado de dinero. Encontró en el oro la forma de lavar el dinero ilícito y así enriquecerse. Se había casado con María de los Ángeles Pineda Villa, cuyos hermanos eran jefes de plaza de la organización de Arturo Beltrán Leyva en Morelos.
Pero su fuerte, más que la joyería nacional, era el contrabando de joyería italiana. Los contrabandistas van a Laredo, Texas, a Los Ángeles o Nueva York y ahí la consiguen, la compran y la ingresan ilegalmente al país.
De esta actividad ilegal, conoció la Policía Federal y la Ministerial. En 2011 armaron un fuerte operativo en Iguala y le confiscaron más de 20 kilos de joyería italiana de contrabando, pero él y su gente fueron alertados y lograron ocultar la mayoría de la mercancía, la repartieron en casas y otros escondites.
“Todos en Iguala y en gran parte del estado conocían que Abarca tenía custodia militar. Llegó a tanto su poder que traía elementos de la zona militar que lo acompañaban a todos lados, incluso desde antes de que fuera candidato y presidente municipal.
El hoy preso (pero no por mucho tiempo) fue nombrado representante del Centro Joyero Obregón, ubicado a una cuadra del zócalo de Iguala y el cual alberga en sus dos niveles 145 negocios de joyería -muchos de los cuales le pertenecían a él o a algún integrante de su familia-. A la par se convirtió en dueño del centro comercial Galerías Tamarindos, el más grande y lujoso de la ciudad, ubicado frente al cuartel militar.
Pero pronto surgieron referencias inquietantes en torno a su accionar. Justo en los años en que Abarca acrecentó su poder dentro del ramo, se multiplicaron los secuestros a joyeros. Levantaron a muchos que venían principalmente de Guadalajara.
El plagio más sonado fue el del dueño de Consorcio Diamante y su hijo. A él le interesaba comprar la parte de arriba del Centro Joyero de Iguala. Llegó con su hijo para ver los stands y comprarlos, se cotizaban sobre dos millones de pesos cada uno.
“Por la mañana los saludé, y en la tarde ya los habían secuestrado. Al señor lo dejaron libre para que operara el pago. Supe que les dio mucho dinero y hasta oro le pidieron a cambio de la libertad de su hijo. Después de esa experiencia el consorcio desapareció y la familia se fue del país. Muchos otros compañeros también fueron secuestrados, robados y asesinados. Y era él (Abarca) quien les estaba poniendo el dedo, y luego se encargaba de desplazar esa mercancía robada o pedida como rescate”, platicaría años más tarde Flores Mercado.
De esa forma el matrimonio Abarca-Pineda amasó una fortuna incalculable y ganó fácilmente las elecciones. Su poder llegaba mucho más allá del territorio iguálense y era considerada una pareja de la realeza. Incluso, al alcalde de Iguala le veían madera para gobernador.
Por eso es que, cuando le reportaron que un grupo de estudiantes de la Normal de Ayotzinapa se dirigía a Iguala para boicotear el informe del DIF municipal, Abarca ordenó que los detuvieran a como diera lugar y los policías (siempre al servicio de la delincuencia organizada) cumplieron el encargo al pie de la letra.
El resto de la historia ya la sabemos. La pareja fue acusada de la autoría intelectual de la masacre y anduvieron a salto de mata en la ciudad de México hasta que fueron detenidos y desde entonces permanecen presos.
¿Por qué recordar hechos que ocurrieron en un estado vecino y de lo que ya todos sabemos?
La respuesta es la siguiente:
Hay varios alcaldes de Morelos que hoy están disfrutando de las mieles del poder, y que sueñan con que pueden llegar a la gubernatura, para lo cual se están aliando con grupos de la delincuencia organizada.
Compran y compran compulsivamente pensando que el dinero nunca se les va a acabar. Ojalá se vean en el espejo de José Luis Abarca y se den cuenta que quienes los animan a buscar la gubernatura es porque suponen que van a salir beneficiados de una forma o de otra. Es importante no perder el piso, no “dejarse llevar por el canto de las sirenas” y no perder la humildad.
Y no olvidarse de que si reciben dinero de “la maña”, tarde o temprano les tienen que cumplir, so pena de que paguen con la vida.
HASTA MAÑANA.