¿Se imagina que la noche de navidad alguien tocara a su puerta y resultara ser un grupo de sicarios con todo y rehén que se comen su cena y permanecen en su hogar hasta el amanecer? Pues esto que pareciera ser un guion para una película de terror, ocurrió en la vida real hace ocho años en la colonia Alta Vista en Cuernavaca.
Ese 24 de diciembre de 2011 alrededor de las 18:30 horas llegó un convoy de ocho vehículos al campo de futbol “El Olímpico” de Alta Vista. De estos descendieron hombres vestidos de negro con “pecheras” y armados con “cuernos de chivo”.
Venían buscando a un sujeto de apellido Reza, presidente de la Liga de Futbol y que hoy se sabe era quien encabezaba la venta de droga en ese lugar. En una banca estaban sentados tres jóvenes, entre ellos Alan Israel. Los hombres armados les preguntaron por el señor Reza, y ellos en un principio negaron conocerlo, pero después de unas cachetadas terminaron por proporcionar el domicilio del señor Reza.
Según el abogado Miguel Ángel Rosete, “por mentirosos”, los policías-sicarios deciden “levantar” a los tres jóvenes y también a un tío de uno de ellos que trató de impedirlo. Balacean la casa del supuesto vendedor de droga y emprenden el regreso. Los disparos alertan a la policía municipal. Una primera patrulla llega y los policías son desarmados; una segunda se acerca pero no los enfrenta, sólo pide refuerzos por radio. Es por eso que sicarios y policías se encuentran en “el columpio” de la colonia Zacatierra, donde se enfrentan en medio de vehículos particulares, taxis y camiones de pasajeros.
Los dos sicarios que quedan muertos en ese lugar eran los que llevaban en su vehículo al tío de los jóvenes, quien milagrosamente salva su vida y obtiene su libertad.
Otra de las camionetas que llevaba a los dos amigos de Alan logra salir de la refriega pero una bala le perfora el radiador, por lo que la abandonan unas cuadras arriba, en la calle Vía Láctea. Por esa circunstancia, ellos también salvan su vida.
Para mala fortuna de Alan, la camioneta donde lo llevaban queda hasta la retaguardia del convoy y cuando comienza la balacera logra darse la vuelta y emprende la huida hacia la misma colonia de donde venían.
El abogado Rosete se entrevistó con unos vecinos de Alta Vista que dijeron haber sido obligados a dar hospedaje durante esa noche a dos sicarios. “Estaban con el portón abierto cuando vieron llegar a una camioneta que se introdujo a su patio y sus ocupantes les ordenaron cerrar inmediatamente. Esa noche tuvieron que compartir la cena de navidad con los dos sicarios, sin saber que en el vehículo llevaban a una persona secuestrada”.
Al otro día, cuando ya no había retenes de la policía en las calles, los sicarios provenientes de Chilpancingo pudieron salir de su escondite y regresar a su estado llevando consigo al muchacho.
La angustia de los padres de Alan se vio aminorada cuando, el 26 de diciembre a las 19 horas reciben una llamada telefónica de un hombre que les comunica que su hijo se encuentra en las oficinas del Ministerio Público del Distrito Judicial de Los Bravo, en Chilpancingo Guerrero, pues acababa de escapar de donde lo tenían secuestrado.
Sin embargo, mayor fue su sorpresa cuando llegaron al otro día al lugar indicado y recibieron la noticia de que su hijo no estaba. “El muchacho se desesperó y se retiró”, fue la primera absurda e inverosímil versión que escucharon en voz de Juan Falcón, el agente del Ministerio Público que había hecho la llamada.
Es entonces cuando interviene el abogado Miguel Ángel Rosete Flores, quien acompaña a los padres en una nueva visita a las instalaciones de la Procuraduría de Guerrero en Chilpancingo. Primeramente se entrevistan con elementos de la Policía Municipal de Chilpancingo, quienes refieren haber encontrado a un joven que sólo vestía un bóxer negro y una playera, atado de pies y manos con cinta canela, sobre la carretera.
No iba solo, lo acompañaba una joven que dijo llamarse Guadalupe. “Al parecer Guadalupe también estaba secuestrada por ser pareja de un vendedor de drogas de Chilpancingo, y suponemos que ella es quien convence a Alan de que escapen porque sabía que estaban muy cerca de la carretera”, comenta Rosete.
Ambos jóvenes son entregados por la Policía Municipal al Ministerio Público, pero ella abandona las instalaciones durante el día, sin que se pueda precisar a qué hora exactamente. Alan, en cambio, no tuvo otra opción que permanecer en la agencia del MP, suponiendo que ahí estaría a salvo de sus captores.
Lo que no sabía es que los policías trabajaban para el crimen organizado, y que en cuanto se percataron de que estaba en la agencia del MP para denunciar su secuestro, simplemente ordenaron su recaptura y ejecución.
“No sabemos cómo le hicieron, pero sabemos que Alan salió por su propio pie y se subió a un vehículo de los sicarios. Quizás alguien de la Procuraduría le dijo que lo iban a llevar a Cuernavaca, o a tomarle sus datos. No sabemos, pero el hecho es que no lo sacaron violentamente”, agrega el abogado.
Rosete vivió de cerca el viacrucis de Alfredo Cerón Guevara y Rosa María Moreno. El titular de la Agencia del MP, Omar Sandoval León, de plano dijo que nunca vio a Alan; su segundo, Juan Falcón Bautista, asegura que “se desesperó y se fue”; los policías nos decían que “seguramente andaba de desmadre, pues no estaba sólo sino con una chava”, pero nadie daba información de su paradero.
“Me entrevisté con el entonces procurador de Justicia de Guerrero, quien me mostró un documento en el que la PGJ me daba respuesta a mi petición de obtener los videos tomados ese día por las cámaras de seguridad. Me decían que no había cámaras porque estaban en remodelación. Entonces le puse en su escritorio al procurador las fotos que yo tomé de las cámaras, y me dijo: vete a la PGR, aquí ningún Ministerio Público se va a atrever a investigar a sus propios compañeros”, recuerda Rosete Flores.
Luego de marchas, manifestaciones, ruedas de prensa, oficios y muchas visitas a la Procuraduría de Guerrero, “ya no soportaron la presión y buscaron la forma de que encontráramos el cuerpo para que esto terminara”, refiere.
Fue así como en mayo del 2012 la Policía Ministerial de Guerrero presentó ante el Ministerio Público a un campesino de 27 años de nombre Misael Morales Rodríguez, quien primeramente fue detenido por conducir un vehículo reportado como robado, pero ya en los separos confesó haber participado en el asesinato de Alan Cerón. Dijo que un sujeto al que apodan “El Nariz” y otro al que sólo conoce como “El chivo”, le ofrecieron trabajo como sicario y que en diciembre del 2011 le ordenaron conducir la camioneta con la que “iban a levantar a uno de la familia michoacana”, y que fueron por él a la agencia del Ministerio Público.
Dijo en su declaración que el joven se subió por su propio pie a la camioneta Mitsubishi y que se lo llevaron rumbo a Zumpango donde “El Nariz” y “El Chivo” lo bajaron, lo golpearon, le dieron el tiro de gracia y lo enterraron en una fosa de apenas 30 centímetros de profundidad. Sobre “El Nariz” dijo que tuvo noticias de que ya lo mataron en Tierra Colorada y al otro no lo ha vuelto a ver.
Así fue como el 16 de mayo del 2012 el detenido condujo a las autoridades hasta un predio donde estaba enterrado un cadáver que las pruebas de ADN demostraron que se trataba de Alan Israel Cerón Moreno.
Misael Morales Rodríguez, único testigo de la artera ejecución del muchacho, fue asesinado en la cárcel de Chilpancingo semanas después de su ingreso.
La Procuraduría de Justicia de Guerrero no realizó ninguna investigación interna para determinar qué servidores públicos entregaron o permitieron que se llevaran al joven Cerón Moreno, y por qué durante todo ese tiempo no iniciaron la denuncia correspondiente. Los servidores públicos involucrados siguen laborando normalmente.
FELIZ NAVIDAD A TODOS NUESTROS LECTORES.