Soy mujer de costumbres y todas las noches cuando llego a casa, me pongo ropa cómoda y me quitó mis accesorios y los pongo en mi pequeño y atascado tocador. Y así lo hice esa noche también. Al otro día me bañé como de costumbre y al momento de cambiarme y ponerme mis accesorios de diario, mi reloj, mi pulsera roja y mi anillo de San Benito no estaban en el tocador. Bajé de volada, ya era tarde, a la cocina pensé que tal vez los había dejado ahí, pero no, no estaban. Fui al cuarto de baño y nada y cuando ya me había sentido derrotada, regresé a la habitación y al sentarme en el filo de la cama, para ponerme los zapatos, una voz de mujer me dijo "voltea", yo levanté la vista al tocador y ¡ahí estaban mis accesorios! Los tomé, me los puse y salí corriendo.
Me hubiera gustado encontrar la explicación de este suceso, ya que quité todo del tocador para encontrar mis cosas y las volví a acomodar en mi acostumbrado desorden, por lo que decidí olvidarlo. Y cuando estaba a punto de lograrlo, después de varios días, hubo otro suceso que me recordó el anterior. Llegué a casa después de un día de trabajo pesado, mis perros siempre corren a la puerta a recibirme, haciéndome todas las fiestas más hermosas que se pueden imaginar. Y ese día fue la excepción. Corrieron hacia a mí y no alcanzaron a brincarme como de costumbre, cuando se pararon en seco y dieron paso atrás. Es como si hubieran visto algo sobrenatural, se encogieron y se fueron arrinconar. Y cuando yo trataba de acercarme, ¡más bolita se hacían! Me atrevo a decir que es como si algo o alguien que los asustó, estuviese a un lado o detrás de mí. Hice el recuento de mis experiencias y me asusté, sin duda algo raro estaba ocurriendo. Mi mente no alcanza a descubrir el porqué de estos acontecimientos, nunca me había ocurrido algo así.
Una noche durante una cena familiar en casa, me sentí cansada y decidí subir a mi habitación a cambiarme de ropa, éramos familia por lo que decidí ponerme en pijama. Dejé mi puerta entreabierta, me cambiaría rápido. Cuando estaba a punto de salir de la habitación, volteó a la puerta entrecerrada y vi media cara de un niño que me observaba sonriente, de inmediato pensé en mi travieso sobrino. En menos de un minuto, que digo minuto, segundo, abrí la puerta y dije "ya te vi", para mi espanto no había nadie detrás de la puerta. Bajé corriendo y pregunté en general ¿quién ha estado afuera de mi habitación? Todos los presentes se voltearon a ver extrañados y me dijeron que nadie se había movido de la mesa. Calentura y vómito tuve toda la noche... Me impresionó mucho la cara de niño que vi, aun en este momento la recuerdo y se me revuelve al estómago. Pero sin duda, lo que me puso a temblar es un lamento que escuché días después, justo a las tres de la mañana. Era el lamento de una mujer, no sé si así se manifieste la llorona, pero su lamento era en verdad lastimoso. Después de esa noche empecé a ir a la iglesia todos los días, quería encontrar paz. Rezos y veladoras eran mi pan de cada día. Llegué a tener miedo de que la noche llegara.
No sé si fue mi miedo o mi fe, pero esa noche que pedí tanto por mi paz, vi, o soñé, una luz que iluminó mi cuarto. Esa luz se sentó a un lado mío. Nunca tuve miedo, sentí como su mano me acarició la cabeza y me dijo "no te preocupes yo estoy aquí para cuidarte, duerme". Esa luz no me permitió ver al ser, pero yo sé que era mujer, lo sé, cómo lo sé ¡no lo sé! Porque no vi, ni escuché nada, ¡pero lo sé! ¡No era otra cosa que mi ángel de la guarda! Pueden creerme o no, pero después de esa noche jamás volví a sentir miedo, ni ver ni a escuchar nada...
¡Hasta la próxima!