Porque tengo que no creerle, porque tengo que machucarme la mente, ¿por qué?
En la semana salí a tomar un café con una buena amiga. El motivo de la reunión era ponernos al día, ya que tenía algunas semanas que no nos veíamos.
Yo llegue súper puntual como de costumbre, amo la puntualidad. Ella, mi amiga, no es muy puntual pero aun así yo sí lo fui. Cuando llegó atrasada con media, se disculpó diciéndome que había un tráfico de locos. Mi primera reacción fue no creerle, en mi camino no había encontrado tráfico. Pensé que se le había hecho tarde porque llegó súper guapa, traía puesto un jumpsuit amarillo limón de impacto y sus accesorios, bueno todo, una modelo en potencia.
En fin, empezamos a charlar mientras disfrutábamos de nuestro café. Yo fui la que empezó a contarle que onda con mi vida. Ese día, hacia apenas unos minutos, había discutido con mi galán, así que traía mucha información. Me había hecho enojar, además ¡dudar de él! La noche anterior no nos habíamos visto porque había ido al DF y me dijo lo mismo que mi amiga Lorena, que había mucho tráfico por lo del segundo piso y como consecuencia llegó a las dos de la mañana a Cuernavaca, por supuesto yo a esa hora ya me dormía con todo y mi coraje. Así que ya al otro día por la mañana se encontró con Laura. ¡Aja! esa Laura que a todo contesta con un aja o con un mmm... ¡Así que la llamada se convirtió en ring de box!
Mientras yo le relataba esta historia a mi amiga, ella se devoraba unos deliciosos bisquets con mantequilla y mermelada. ¡Yo trabada con mi enojo no le podía dar ni un sorbo a mi café! Ya me imagino la cara que tenía, que mi amiga me dijo: “Tranquilla, llegó tarde pero te estuvo hablando en el día y lo más seguro es que te haya marcado más veces, pero tú le apagaste tu cel. Además te llamó a primera hora hoy, tan amoroso como siempre, fue de trabajo ¿no?”. La interrumpo y le contestó: “¿A esas horas? ni que fuera Carlos Slim que hasta dormido hace millones (me monto en mi macho). No, aquí hay gato encerrado”. Se acerca la mesera y nos dice "todo bien" y yo le contestó “sí, gracias”. En seguida le digo amiga como si le importara, refiriéndome a la mesera. Me observa y continúa saboreando su comida. “Aquí el caso es que yo creo que no te ha mentido, creo que está diciendo la verdad. Cuando alguien está contigo es porque quiere, nadie lo obliga. Si quisiera estar con alguien más, pues estaría con esa persona ¿no?”.
Me quedo pensativa, creo que tiene razón, pero hay algo en mí que no me deja creer.
El trago que le doy a mi delicioso café capuchino me reconforta y su sabor me transporta a una tarde de cine con mi galán. Adoro el café y lo puedo tomar a la hora que sea y donde sea y el cine no es la excepción. Estábamos a mitad de función, cuando sonó su iPhone. Lo sacó de la bolsa de su pantalón de mezclilla color azul marino, lo vio y me dijo “voy a salir a tomar la llamada”. Cuando regresó a la sala, obviamente le pregunté que quién era y me dijo que su jefa para informarle que al otro día tendría trabajo y que la cita era temprano. Al principio no le creía, pensé que me mentía y que no era su jefa, no sé, pensé mil tonterías. Pero al otro día se fue a trabajar y fue cuando todas mis dudas se liberaron.
Lorena tiene razón, está conmigo porque quiere estarlo, ¿por qué tendría que mentir? Definitivamente confío mucho en mi amiga, me ama y quiere mi paz, mi tranquilidad y no sé porque creo mucho en las personas que les gusta traer su cabello así al natural, desenfadado y libre, sincero, tal como lo usa Lorena.
Cuando ya vamos por la tercera taza de café, me encuentro más tranquila, mi semblante ha cambiado. Regresa la señorita que nos está atendiendo a ver si queríamos algo más y ahora sí creo en sus palabras, le interesa porque somos sus clientes, somos su trabajo.
Me dirijo a mi auto en el estacionamiento cuando suena mi celular. Es él, me dice que me ama, que me extraña y que quiere verme ahora mismo. Sincero les digo que si no hubiera hablado con Lorena estuviera pensado que sus palabras son falsas y que sólo me lo dice porque quiere tapar alguna culpa o porque no tiene otra cosa que hacer. Pero le creo. ¡Y de ahora en adelante voy a creer en él y todo el mundo! Sólo así teniendo fe en la gente este mundo va funcionar y si no aunque sea mi pequeño mundo sí lo hará. Mi mundo a partir de ahora se convertirá en ¡Creelandia! Creamos los unos en los otros...
¡Hasta la próxima!