Como ya les había comentado, llevo ya unos buenos años haciendo ejercicio y desde ese momento mis parejas fueron atléticas.
Cuando hablaba con mis amigas de prospectos siempre me andan buscando pareja, me decían: “mira fulano es trabajador, tiene su propia empresa, es divorciado, no tiene hijos, etcétera...”. Y yo respondía “pero tiene panza”, sí eso pensaba y eso respondía...
Lo reconozco, yo bien mala onda, ni que yo fuera un maniquí (pero aquí entre nos, así me gusta cotizarme). Corría como en maratón cuando se me acerca un hombre gordo y si estaba calvo ¡peor! No le daba la oportunidad de una cita conmigo, de inmediato lo tachaba de la lista. Así fueron varios años de mi vida y sí salí con hombres delgados, unos muy marcados y otros no tanto. Y es rico disfrutar de la musculatura varonil. Glúteos firmes como rocas, piernas fuertes y abdomen que quita el aliento. Pero como todo en la vida y mortales al fin y al cabo, algunos fueron excelentes compañeros y otros, bueno, salieron con sus cositas, con sus detallitos.
Y como a todos se nos llega el día, pues el mío llegó y me tuve que tragar mis palabras...
Conozco a un caballero que cuando lo vi por primera vez, habíamos chateado y hablado por teléfono, por cierto el condenado tenía una voz de lo más seductora, lo primero que pensé fue “no puede ser, está gordísimo y además feo”. Pero bueno no tenía yo ninguna intención con él más que de trabajo y para eso fue nuestra reunión. Terminado nuestra junta, me invitó un café, no acepte por obvias razones y además tenía un desfile de modas, así que salí corriendo como era mi costumbre en estas situaciones, juro que no me vio ni el polvo.
Al día siguiente o al dos, no lo recuerdo bien, me escribe con algún pretexto (ahora lo sé porque después me lo confesó) y empezamos a charlar casi todo el día. Sin darme cuenta, me fui involucrando con él, era sumamente divertido, y después de algunas salidas a tomar café y desayunar, hice un aterrador descubrimiento. !Este hombre con panza me gustaba y su sobrepeso había pasado a un segundo lugar! ¡Y cómo no, sí tenía miles de detalles! Escribía como los grandes, me llegaban flores todos lo martes, me marcaba sólo para recordarme que me amaba, me iba a ver a mi trabajo sólo para robarme un beso, total se ganó mi amor. Pasó que nunca me había sentido tan cómoda en los brazos de alguien... Yo que juré que jamás tendría algo con un hombre gordo, me encontraba en una relación con uno que además se veía tiene tendencia a la ¡calvicie!
Cuando empezaba a disfrutar de ese cuerpo maravilloso y real, que se me enferma de apendicitis, operación inmediata. En su recuperación perdió peso por la dieta que le impusieron, cuando me di cuenta, mi gordo bello ya pesaba como ocho kilos menos, se veía bien, pero a mí me encantaba como cuando lo conocí gordito. ¡Snif!
Pensé en llevarlo a los tacos, al pozole, a las chamorros, a las donas y las pizzas para que recuperara sus deliciosos ocho kilos... pero no lo hice, por su salud debía bajar cuando menos otros ocho más, así que me tuve que acostumbrar a su nuevo peso, a su nueva imagen.
Saben, descubrí que sin esos ocho o diez kilos, él seguía siendo el mismo gordo tierno y cariñoso que yo había conocido y me seguía sintiendo atraída por él. Lo observo acostado en su cama y veo que sus pequeños ojos con pestañas de envidia me miran con amor, escuchó como su lengua acaricia mi nombre, siento como con sus enormes manos me sigue acariciando con la misma ternura de siempre... Entonces deduzco que no es su estatura, ni su peso, lo que lo hacen una gran persona, es su corazón y es su alma... ¡lo que me tienen locamente enamorada!