Sé que sería el corazón quien tuviera que elegir y que lo tendría que hacer sin dudar. Pero cuando se está en una edad adulta, increíblemente uno duda más. La primera vez que me casé no dude, mi respuesta fue inmediata y hoy nada más de pensarlo me duele la cabeza. Me veo como la “novia fugitiva”, ¿recuerdan la película? ¡Aja! salir corriendo. Ésa es mi intención.
Los tres vienen a mi mente. Cada uno tiene algo especial para mí, los quiero a los tres; a cuál amo, es la situación; cuál es el que me conviene, ésa es la otra.
Uno es un romántico empedernido: flores y poemas no me faltarán. El otro es simpático a más no poder: siempre me tiene riendo, la vida a su lado sería ligera y divertida. Y el tercero es inteligente y serio, con una gran trayectoria: a su lado tendría seguridad y estabilidad.
Ojalá se pudiera meter a los tres en una licuadora y hacer uno solo. ¿Por qué no puede existir el hombre perfecto? ¿Por qué tengo que elegir? ¿Quién de los tres me quiere más? ¿Quién de ellos sería capaz de dar la vida por mí? ¿Por quién de ellos yo estaría dispuesta a dar o dejar algo?
Sólo uno de estos tres caballeros me hizo llorar con su propuesta. Tocó las más íntima fibra de mi corazón. Encontrarlo en mis recuerdos de juventud fue lo más rico que me ha ocurrido; pero el otro, con su voz suave y susurrándome al oído que me ama, hace que sienta mariposas en el estómago; y el tercero, con sus ocurrencias, hace que me enamore del niño que lleva dentro.
Si no estoy segura de amar locamente a ninguno de ellos, ¿por qué tengo que aceptar una de estas tres propuestas? ¡Soy feliz siendo libre!
¿Cuál es la necesidad de atarme a alguien? ¿Quién dice que forzosamente uno de ellos es el amor de mi vida? Es el maldito miedo a la soledad y qué a mis espaldas me llamen solterona L.
La palabrita lastima nada más de leerla, lleva consigo connotaciones de amargura, de dolor, de soledad, de pesar… eso es para la sociedad, cuando en realidad ser solterona es que eres una mujer libre e independiente que vive plenamente.
Saben que ya una vez cometí el error de dar el sí por la presión social, hoy no se repetirá. El que me quiera que se espere a que esté segura. ¿Y la sociedad? La sociedad puede pensar lo que mejor le parezca, nunca más volveré a tomar una decisión pensando en los demás, ahora voy yo primero.
No soy una niña, es verdad, pero tampoco soy una anciana, tengo todavía unos añitos a mi favor a los cuales quiero sacarles todo el jugo; sola o acompañada, eso ya se verá. Mientras, no habrá nada que me presione a tomar decisiones.
Así que estos tres contendientes tendrán que aprender a esperar, porque aquí, esta bella damisela, no está segura de querer dar su mano a torcer por segunda vez, todavía…