“Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia; pero donde hay humildad, habrá sabiduría”.
Salomón
Años atrás yo era mujer sumamente orgullosa. Jamás demostraba mis sentimientos por miedo a que me hicieran más daño o a que me hirieran. Lloraba en silencio mis penas. En la calle andaba con la frente en alto y disimulaba que nada me afectaba, que tenía el control de mis sentimientos, que los tenía sujetos en la palma de la mano.
Pero por dentro estaba destrozada, parecía una gelatina mal cuajada. Me ayudó está actitud? absolutamente NO. Porque sólo disfrazaba, tapaba, algo que ahí estaba y que sí me había hecho daño y que poco a poco continuaba mermando mi felicidad. El no demostrar lo que realmente sentía, el hacerme la fuerte en realidad me iba destruyendo por dentro. Cuantas veces puede haber hablado y demostrar mi enojo o mi sentimiento! Pero no, mi orgullo siempre ganaba la batalla. En cambio dejar las cosas así por los siglos de los siglos no provocó otra cosa en mí más que dolor, en lugar de haberlo liberado… liberándome.
No sé cómo ni cuándo cambie. Me di cuenta que mostrar mis verdaderos sentimientos no era tan malo. Que no me hacia un ser débil ante los demás, al contrario me volvía un ser humano, sensibilizado. El orgullo, mi orgullo, se fue al cajón de los calcetines. Cosa mal hecha porque en todo debe haber un equilibrio y sí, pasó lo que están pensando. Permití que me pisotearan una y otra vez y por la misma persona.
Fueron cinco años en los que olvide lo que era el orgullo. Rogué, supliqué, perdoné lo imperdonable. Y lo peor, mi imagen ante mi misma se vio destruida. Ahora que lo recuerdo y que veo mi historia pasar como una película ante mis ojos; veo como la imagen de Laura la fuerte se fue desdibujando para quedar en una Laura destruida.
Afortunadamente no hay mal que dure 100 años (bendito) y eso ya pasó y eso ya lo estoy trabajando. Ando en busca del equilibrio. El punto donde me dé a respetar y me auto respete, que es el punto principal. Me he jurado a mi misma que JAMÁS lo voy a volver a permitir. Que JAMÁS me volveré a humillar. Que JAMÁS volveré a rogar o suplicar. Por fin me cayó el veinte ¡click! de que amar y necesitar no van ligados.
Leí que: “Podríamos decir por tanto que el orgullo tiene una vertiente positiva y una que por sí misma, delimita un tipo de personalidad poco ajustada o incluso dañina en muchos casos. Para los expertos en psicología de la personalidad todos deberíamos poder desarrollar un sentido saludable del orgullo. Es una forma de respetarnos a nosotros mismos y entender que a su vez, merecemos ser respetados por los demás”, ooook! Volvemos al punto, balance.
Y como todos sabemos, la vida da muchas vueltas. Y ahora estoy viendo tristemente que una de las personas que más amo en la vida está bañada en orgullo (mal conducido) y soberbia.
Esta persona en cuestión tiene un exceso de confianza en ella misma. Todo lo que hace, todo lo que dice y todo lo que piensa es terroríficamente perfecto, según ella. Es de ese tipo de persona que mira siempre por encima del hombro y muchas veces su trato es ofensivo. No sabe que esto es sólo una respuesta inconsciente, (mecanismo de defensa) pero que desgraciadamente a la larga, daña mucho. El orgullo vuelve a la persona poco flexible para poder darse el chance de cuestionarse ante un error. La palabra perdón o el hecho de reconocer un error era para mí, recuerdo, una aparente debilidad que me atragantaba. Y se te van los días y nunca cedes. La soledad es el resultado ante tanta arrogancia.
Volvemos al punto: EQUILIBRIO. Tener confianza en nosotros mismos es bueno, pero un exceso en cualquier situación puede llegar a neutralizar el lado positivo dejándonos sin opción para mejorar. En esto como en todo hay que avanzar; tú lo decides.
#SomosEquilibrio #OrgullovsAmor #ViveSonrie #SoloPorHoy
Hasta la próxima.
I love <3