Con suficiente anticipación, medios nacionales y locales (La Unión entre ellos) denunciaron el contenido de lo que entonces era un proyecto de reforma educativa.
La mayor parte del profesorado permaneció indiferente y sólo comenzó sus primeras y tibias manifestaciones cuando la reforma se había aprobado y era un hecho.
Hoy quieren afectar a terceros como medida de presión para que queden sin efecto las disposiciones que los perjudican pero que se negaron a combatir a tiempo.
Los paros de labores en escuelas oficiales favorecen a la enseñanza privada, que se convierte en opción aún para aquellos cuyos ingresos apenas les permitirían pagar la educación de sus hijos.
El daño que los paros laborales generan es enorme, porque afectan un factor que no se puede recuperar, el tiempo. Eso hace necesario que los profesores reflexionen y buscan alternativas de lucha que no sean dañen la base de la educación pública de México.