Aunque quizá sea más un acto de defensa, lo señalado por el dirigente de la Federación Auténtica del Transporte -quien culpa a los pasajeros de la saturación de las unidades del servicio público- encierra una gran verdad: los ciudadanos somos corresponsables del cumplimiento de las normas sanitarias implementadas para frenar el contagio por el coronavirus.
Cuando se sale a la calle todos tenemos la obligación de usar cubrebocas porque ese artículo ha demostrado científicamente su eficacia como freno a la propagación de la enfermedad, junto con el frecuente lavado de manos.
Los prestadores de servicios tienen obligaciones específicas que deben aplicar bajo el riesgo de ser multado si incumplen, pero de nada sirven si los consumidores o usuarios no asumen la parte que les corresponde.
En el transporte o en cualquier actividad pública debemos acostumbrarnos a afrontar las incomodidades de los nuevos tiempos a cambio de mantener reducidos los índices que hacen posible las actividades económicas.