Desafortunadamente las escuelas públicas de Morelos son desde hace tiempo un blanco jugoso y fácil para los delincuentes, que reiteradamente se apropian de los bienes difícilmente adquiridos para la formación de las nuevas generaciones.
Nada escapa a la malsana actividad: desde computadoras hasta escobas o el cableado eléctrico se sustrae gracias a la escasa vigilancia de los planteles. La plaga afecta lo mismo a guarderías que a instituciones universitarias.
Las autoridades encargadas de salvaguardar la seguridad pública deben entender que ese tipo de crímenes no son de bajo impacto, ya que cuando se cometen afectan a cientos o a miles de personas.
Los ciudadanos en general deberían contribuir a contrarrestar este azote, no solo con la organización comunitaria para vigilar las escuelas, sino para crear un sistema de confianza y comunicación que haga desistir a los delincuentes.