El confinamiento voluntario que se requiere para evitar que la propagación de la enfermedad denominada Covid-19 rebase la capacidad de los centros sanitarios obliga a la ciudadanía a asumir retos inesperados.
Aunque el encierro no se ha cumplido, lo mismo por desinterés que por necesidad, el que los infantes dejen de acudir a clases y se queden en el hogar reviste de preocupación, pues si no hay supervisión de sus actividades pueden ser víctimas de accidentes.
Prevenirlos acarreará un desgaste innecesario a los padres de familia, pero no hay salida si se quiere permanecer a salvo de la nueva enfermedad.
Por otro lado, se requiere de concientizar aún más a la población para evitar que se sigan organizando eventos de concentración masiva, sobre todo de tipo religioso, que pueden significar la extensión descontrolada del brote.
Los ejemplos de lo que ocurre en otros países debería servirnos de lección para asumir las medidas necesarias, porque lo que está en juego es la vida de cientos, quizá miles de personas.