Una de las grandes heridas de la sociedad mexicana es el tema de las personas desaparecidas. Ahora sabemos que existen dos grandes categorías de ese drama: quienes murieron y la familia ignora la ubicación de los restos y aquellos que están desaparecidos pero vivos, esclavizados por el crimen organizado.
Pero en ninguno de los dos casos los familiares han encontrado respuestas, excepto algunos y por acciones sociales que llevaron a casos como el de las fosas de Tetelcingo y Jojutla –que exhibieron la negligencia criminal del gobierno de Graco Ramírez- donde varios cadáveres sepultados sin identificar finalmente fueron exhumados para tomar muestras que permitieron dar con su identidad.
Pero fuera de hechos aislados, será hasta ahora cuando se emprenda una acción institucional concertada en busca del paradero de esas miles de personas que son lloradas infructuosamente en sus hogares.
La nueva comisión de búsqueda puede ser el camino a la reconciliación social, por lo que quienes la integrarán tienen que afrontar una responsabilidad que está más allá de política y de partidos.