El saqueo de los bienes municipales cada final de trienio es una triste tradición en Morelos. Los que se van se llevan hasta el mobiliario y los que llegan nada hacen para sancionar ese delito.
Es común que las oficinas de las tesorerías se entreguen totalmente vacías y que los vehículos y en general todo tipo de bienes se desmantelen y queden inservibles o simplemente desaparezcan, a pesar de que cada una de esas cosas tienen un responsable y un documento de resguardo que no se hace valer por las nuevas autoridades.
Sin embargo, los electores mandaron un mensaje muy claro el pasado primero de julio, por lo que es tiempo de que ahora sí funcionen los mecanismos ya existentes que castigan el robo de bienes públicos.