La jornada electoral del primero de julio será todo menos aburrida, no sólo por el elevado número de competidores en los diversos cargos en disputa, sino por las posturas que desde hace tiempo han asumido los partidos políticos, en lances que desbordan los límites del civismo.
Lo que hoy se presenta como problema interno dentro de un máximo de cuatro semanas serán conflictos que repercutirán en el proceso para renovar las instituciones.
Los ciudadanos se sienten cada vez más alejados del quehacer político y eso puede inhibir la participación en las urnas a niveles superiores a otros comicios.
Quienes buscan cargos de elección deben darse cuenta de ese fenómeno y actuar en consecuencia. Lo que está en juego es más que un nombramiento. Hablamos de las políticas públicas para el próximo sexenio, lo que quiere decir nuestro futuro a corto plazo y quizá incluso a largo plazo.