He escrito anteriormente sobre el compromiso del individuo y las acciones que toma para proteger la Tierra desde un punto de vista personal, versus el compromiso de los gobiernos que actúan desde un punto de vista más bien comercial y político. Sin duda, el más efectivo es el compromiso individual, guiado no sólo por el deseo de proteger el planeta y a las familias sino también por la necesidad de influir en los gobiernos. Convencer a los gobiernos que sus políticas necesitan basarse en una garantía de la vida sostenible, en apoyo a sus ciudadanos, es muy difícil y puede resultar frustrante, sobre todo cuando en lugar de invertir más dinero en sistemas públicos de transporte la tendencia por parte de los gobiernos locales y federales es seguir dando apoyo al individuo y su automóvil, a través de la construcción de nuevas carreteras, puentes y pasos a desnivel, o incluso segundos pisos. Esto, sabiendo que el petróleo no va a durar para siempre, además de ser un contaminante terrible. No importa que destruyan árboles y áreas verdes en su afán de construir más y mejores calles. No importan las necesidades de nosotros, los que vivimos hoy, ni las de futuras generaciones, que vivirán mañana.

Afortunadamente contamos con organizaciones como Greenpeace (conformada por individuos comprometidos) que, a nivel mundial, actúan a favor de la protección del planeta. Por ejemplo, en la Ciudad de México la semana pasada “cuatro activistas de Greenpeace, caracterizados como legisladores, aplanaron más de 3 mil focos incandescentes frente a la cámara de diputados para exigir que el congreso apruebe, en el actual periodo de sesiones que concluye este 29 de abril, la modificación al artículo séptimo de la Ley para el Aprovechamiento Sustentable de la Energía (LASE), que prevé dejar de fabricar y comercializar focos incandescentes en el país en dos años más” (www.greenpeace.org/mexico/news). Greenpeace es sólo una organización, pero hay muchas otras. Esperemos que sus esfuerzos en México resulten en algo positivo para todos.

He estado siguiendo los debates entre los candidatos de la elección general de Gran Bretaña. En tres días el país tendrá un nuevo líder; tal vez el mismo que antes, pero no se sabe todavía. Ha sido interesante ver los temas como la economía, los impuestos, la inmigración, la guerra en Afganistán, las relaciones exteriores, entre varios otros, que han sido más importantes que el cambio climático. Es cierto que todos están al tanto de lo que está pasando alrededor del mundo y Gran Bretaña es un país que está implementando múltiples cambios en términos de sistemas de energía alternativa (solar, eólica y marítima), la separación de basura, la mejora de sistemas de transporte público en Londres, entre muchísimas otras cosas. Mi punto es que el tema del cambio climático rige las acciones de la población pero no domina todavía la agenda política, lo cual me parece frustrante.

Según la cineasta inglesa Franny Armstrong, directora de la película/documental THE AGE OF STUPID (o La Era del Estúpido), los próximos cinco años son clave para mitigar los peores efectos del cambio climático y de ahí su preocupación por el resultado de esta elección en Gran Bretaña. ¿Cuál, entre los partidos, tendrá la mejor política para cuidar el planeta? Finalmente, el público vota pensando en sus necesidades particulares, que tal vez se traten de cómo conseguir una nueva casa, un empleo, una buena escuela para sus hijos, etc., y escoge entre las opciones que tal vez sean ecológicas, pero en la mayoría de los casos no lo son todavía. Podemos vivir con una conciencia ecológica muy desarrollada y esto sería maravilloso. Pero necesitamos más y sobre todo contar con el apoyo de nuestros gobiernos para exigir que participemos todos en el esfuerzo común por vivir sin depender del petróleo, sin bolsas de plástico y sin derribar más árboles.