“Le soy fiel a mi memoria,
aunque mi memoria me sea infiel”
-Guillermo Cabrera Infante-
Durante nuestro camino por la vida, y desde que tenemos uso de razón, vamos teniendo muchas experiencias que vamos entretejiendo y que nos dan como resultado la persona que somos actualmente. Todas las experiencias que hemos tenido nos van dejando una cicatriz o una marca indeleble que va formando nuestro carácter, nuestra personalidad. Y todo ello, al paso del tiempo, lo que vivimos lo convertimos en historias que vamos amoldando para justificar lo que somos.
Hay personas que sufren mucho en su vida actual porque siguen cargando todo lo que vivieron en su infancia. Otras que, habiendo vivido esa misma experiencia traumática, la usan como acicate para buscar una mejor forma de vivir. De ser mejor persona. Es lo que llamamos “resiliencia”.
Gabriel García Márquez afirma que la vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla. Y, si esto es verdad, significa entonces que, efectivamente, nosotros somos los que vamos acomodando las piezas del rompecabezas para ajustarla a lo que queremos que nos defina. Para justificar lo que somos.
Esto quiere decir que la “narrativa”, la historia, el relato que nos contamos a nosotros mismos, nos ayuda a construirnos, a deconstruirnos o a destruirnos. Y, por tanto, a actuar como actuamos, a justificar nuestro proceder y a pensar que, en un conflicto dado, sólo nosotros tenemos la razón. Todo lo demás lo invalidamos
Y esto no se da sólo a nivel intrapersonal, sino a nivel interpersonal. Desde niños nos han enseñado formas de comportarnos y de ver la vida, nuestros padres, los amigos, la sociedad en general. Hay construcciones de conducta social que aprendimos y que calificamos de “buenas y malas”. De hecho, la familia es, según Carlos Sluzki, “un conjunto en interacción, organizado de manera estable y estrecha con una historia y un código propios que le otorgan singularidad”. Por eso hacer las cosas como las establecen los padres es fundamental para la cohesión grupal. Tal vez, ya de mayor, una persona puede continuar o emanciparse de esas formas aprendidas. Ir en contra de lo establecido por sus padres.
La narrativa es la fuente de nuestras creencias y construcciones personales y sociales. A través de ella vamos creando nuestra conciencia, nuestros prejuicios, nuestras percepciones de nosotros y de los otros. Lo que está “bien” y lo que está “mal”.
Los grupos sociales han creado construcciones negativas sobre los “otros”. Sobre los indígenas, los homosexuales, las lesbianas, los de otras razas, los de otras creencias, los discapacitados, la mujer, el hombre, entre otros. Y sólo lo que nosotros creemos es lo “correcto”. Lo “bueno”.
Por lo tanto, es importante reconocer a los otros. El reconocimiento es la primera parte que debemos brindar para comenzar a ver, para entender a los otros. Pero esto no es suficiente. Al mismo tiempo de otorgar el reconocimiento a los otros, a los diferentes, también tenemos que validarlos. De lo contrario nuestra justificación será: “Sí. Los entiendo, reconozco lo que piden, pero no estoy de acuerdo con ellos.”
Luego entonces, la narrativa que construimos nos refleja en lo que somos. Como nos vemos en el mundo de manera intrapersonal y de ahí lo transferimos a la esfera interpersonal. ¿Cómo te ves tú en la vida? ¿Te ves como una persona a la que siempre le va mal, le cae mal a todos, todos están en contra tuya y/o el mundo es injusto? ¿Y todo esto se lo debes a todo lo que te ha sucedido en la vida por todo el maltrato que viviste?
O ¿La narrativa que te has creado a partir de tus experiencias ha servido de motivación para construir una mejor versión de tu persona?
Sin embargo, y precisamente por lo que significa la narrativa, es de fundamental importancia considerarla en la mediación porque recordemos que, en un conflicto, si queremos solucionarlo sin la intervención de un juez, tenemos que estar abiertos a la narrativa del otro y, por tanto, estar listos para ver las cosas desde otro ángulo. Tanto desde nuestra perspectiva para entendernos y entender al otro, y viceversa. Y esto nos lleva a otra conclusión. Es también importante darnos cuenta si nuestra narrativa nos está causando controversia tanto para entenderme a mí mismo como para entender al otro. No es fácil, pero hay que intentarlo.
Y aunque no existiera un conflicto que solucionar con otra persona, es esencial analizar nuestra narrativa para tratar de mejorar nuestra forma de vivir.
Y lo que siempre será cierto es que, en cualquier conflicto que se dé, siempre habrá una narrativa porque es lo que le ha dado concreción a nuestro mundo particular de ver y sentir las cosas.
Y si este tema te causa curiosidad, nada como ver el ejemplo que la Maestra Jane Elliot realizó en 1968, inspirada en el asesinato de Martin Luther King:
https://www.youtube.com/watch?v=hvD3HnGrzfE