“La tolerancia es un crimen
cuando lo que se tolera es la maldad.”
-Thomas Mann-
En mi artículo anterior hablé de la importancia de la espiritualidad para lograr una cultura de la paz. Recibí varios comentarios, unos a favor y otros en contra. Cuando me refiero a este tema, es obvio que hablo de lo conducente que es tener una adecuada espiritualidad para vivir en armonía. No sólo conmigo mismo, sino con la comunidad en la que vivo.
Esto no se refiere a nuestra actuación o comportamiento ante la delincuencia. Como lo muestra el epígrafe de esta columna, no me refiero a la tolerancia a la maldad. En ese sentido, y como ya lo manifesté en otros de mis escritos, ante la delincuencia debe haber tolerancia cero. Y por ese motivo, también deben de estar claros los protocolos de actuación ante los criminales.
He hablado muchas veces de ese experimento social que realizó el psicólogo Philip Zimbardo en 1969. Lo volveré a repetir con el objetivo de que analicemos su implementación ante lo que estamos viviendo.
Zimbardo abandonó un coche en algún lugar del barrio del Bronx, de los más pobres de Nueva York, con evidencias de abandono, como la placa colgada o las puertas semi abiertas. El objetivo era ver qué sucedería con respecto a las conductas delictivas y si esa conducta se contagiaba a otras personas. Al poco tiempo de dejar el coche comenzaron a desvalijarlo hasta que quedó totalmente destrozado.
Zimbardo estacionó otro vehículo en Palo Alto, un barrio rico de California. La diferencia es que no tenía señales de abandono. Durante varias semanas el coche estuvo intacto. Después de esto, Zimbardo le dio varios martillazos y, sorprendentemente, al cabo de poco tiempo el coche se encontraba en las mismas condiciones terribles que el del Bronx. Esto demostró que, los ciudadanos del barrio rico solo necesitaban alguna señal de abandono para actuar exactamente igual que en el barrio más humilde.
Años más tarde, James Wilson y George Kelling elaboraron la “teoría de las ventanas rotas”. Ellos establecieron que, si se deja una ventana rota en un edificio, poco a poco irán apareciendo más, porque se envía un mensaje de que no hay nadie que se preocupe por ello, de falta de normas, de ley aplicable, y se van rompiendo las normas de convivencia. Todos hemos notado que pasa lo mismo con las pintas o “grafitis”. Si aparece uno en el muro de una propiedad y no lo quitan, pronto aparecerán más de ellos.
Esto también aplica a la delincuencia y al orden público, pero también a cualquier otro ámbito como puede ser el empresarial. Si en una organización o empresa no se cuidan los protocolos, o no existen manuales de operación y/o no los respetan, al final, esta manera de conducirse irá influenciando a los trabajadores y los directivos.
La nuestra, es una sociedad en donde hay muchas ventanas rotas. Y las seguimos rompiendo. Una sociedad en la que ha preponderado la impunidad, la negligencia, el autoritarismo, el abuso de poder. Vean como tratan algunos y algunas jueces a su personal. Los obligan a trabajar a marchas forzadas, fuera de su horario de trabajo. Dándoles preferencia a los recomendados. Vean lo que pasa en el Poder Legislativo. Algunos diputados siguen explotando a sus empleados cobrándoles su “mochada”. Todo lo quieren para ellos. Los afectados son siempre los de abajo. No hay ética en absoluto. Y con delincuencia pasa lo mismo. Ellos saben que han rebasado a las autoridades, que no hay, o el personal no conoce, o son débiles los protocolos de actuación. O que el personal que se dedica a las áreas de seguridad no está debidamente preparado, o en el peor de los casos, está coludido con los maleantes.
Es hora de implementar la tolerancia cero. Esta es definida así: es un enfoque de política de seguridad ciudadana que se basa en castigar severamente cualquier infracción legal sin importar la gravedad de la falta cometida, reduciendo al máximo el retardo entre la comisión del delito y la respuesta judicial. La tolerancia al delito es eliminada, por lo que no se tienen en cuenta circunstancias atenuantes a la hora de castigar dichos delitos o faltas.
Estos principios se aplican a la seguridad ciudadana, basándose en dos postulados: Si el responsable de una infracción no es condenado inmediatamente, se le incita a reincidir. Y si los responsables de infracciones no son condenados cada vez con toda la severidad a la que nos autoriza la ley, de forma progresiva pasarán de los pequeños delitos al crimen.
Vi el video del asalto a Veana, en el centro de nuestra ciudad. No sé qué esperaba el oficial para actuar en consecuencia. Tal vez pensaba en los cursos recibidos. Tal vez pensaba en las consecuencias que esto le podría acarrear. Tal vez no sabía cómo actuar. El punto es que, desafortunadamente perdió la vida ante estos criminales. Estos casos los vemos todos los días. Las “rafagueadas” a establecimientos que se niegan a pagar derecho de piso, es otro ejemplo. ¿Dónde están las instancias encargadas de la seguridad?
Y termino diciendo: la tolerancia cero no es la única respuesta. Porque ésta solamente ataca las consecuencias de la conducta delictiva, pero no toma en cuenta el aspecto sociológico de la delincuencia. Es decir, por qué existe, cómo, dónde se origina. Esto nos lleva a la conclusión que debemos desarrollar estrategias integrales para luchar contra la criminalidad. Es tarea de todos, comenzando con la familia. Pero principalmente es tarea de quienes están encargados formalmente de las políticas públicas. Si no lo hacen, seguiremos pagando las consecuencias por la falta de actuación de las autoridades. Y la verdad, ya no aguantamos.