“Nuestro destino de viaje nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas.”
-Henry Miller-
Eran las nueve y media de la mañana cuando pasaron por mí al hotel. Era mi primera conferencia en este lugar. La gente me trató muy amablemente y les gustó mucho la “confe” (Así le llamarían mis hijos). Aunque no era mi primera vez en esta ciudad, si era la primera vez sembrando la semilla de la flor de la amistad. La magia se había creado.
Es una ciudad provinciana en la que se respira mucha tranquilidad. Salíamos desde temprano del hotel. Caminábamos mucho para conocer las calles y acomodar nuestra mente al sitio y no perdernos después. Las noches eran deliciosas. Algo oscuras. Hablo de las luminarias, pero se sentía la tranquilidad. Se respiraba la seguridad. Qué maravilla ver a la gente y a los turistas en las calles a cualquier hora del día o de la noche. Qué alegría ver a los artesanos en las calles vendiendo sus productos. Hacía mucho tiempo que no me sentía así.
Observé cuidadosamente el círculo virtuoso del turismo. Hicimos un recorrido por diferentes pueblos. El chofer del autobús puso música del estado durante todo el recorrido. Nos platicaba de los grupos indígenas que había en la región y los diferentes ritmos musicales que tenían. La música que usaban en las fiestas. En las bodas. Lo hacía con tanto entusiasmo que se me antojó llevarme toda esa música para recordar el viaje. Nos llevaron a los sitios arqueológicos. Nos mostraron, en clases presenciales, cómo los artesanos hacían maravillas con su imaginación y con sus manos. Después de la demostración, se hacía la vendimia de sus productos. Noté la importancia que le dan a las creaciones de autor. Nos llevaron a comer a sitios de comida de la región. Observé con cuidado que los turistas eran en su mayoría, extranjeros. De hecho, un taxista me confirmó lo que ya sabía desde hace mucho: Los paseantes de otros países ya saben a lo que vienen. Antes de venir estudian, en libros, el lugar que quieren visitar y se preparan para ello.
Me sorprendió la limpieza de las calles y de los mercados. Me maravilló la intensidad de la vida cultural. Las artes plásticas, en realidad todas las bellas artes, están muy desarrolladas.
Decía Emilio Zolá que nada desarrolla tanto la inteligencia como viajar. Ibn Battuta remata diciendo: Viajar te deja sin palabras y después te convierte en un narrador de historias.
Sin embargo, para mí, además de narrar historias, viajar es darme cuenta que hay otras formas de vivir y sentir la vida para mejorar. Por eso siempre regreso a casa. Porque me gustaría aportar cosas buenas para mi familia, para mis amigos, para mi comunidad. Vivir mejor. Una cocinera indígena, Abigail Mendoza, asegura que debemos respetar la comida porque las semillas, las legumbres, vienen de la madre tierra. Igual que nosotros, los seres humanos. Por eso debemos respetarla. Si nos olvidamos de eso, nos estamos olvidando de nosotros. Ella está considerada, por el New York Times, entre las diez mejores cocineras del mundo.
Hoy me quiero centrar en ese círculo virtuoso que encontré en estas tierras. Me siento tan orgulloso de nuestras tierras, de nuestras comunidades por la riqueza que tenemos, y que es motivo de orgullo. Pero también hay que reconocer la importancia que tienen las políticas públicas. Si no hubiera apoyo para la promoción de toda esta riqueza cultural por las instituciones gubernamentales, tal vez esto no existiría. Por eso es fundamental que haya funcionarios capaces y creativos para desarrollar los diferentes tipos de turismo en México, y específicamente en nuestro estado: el cultural, el de aventura, el deportivo, el de negocios, el religioso, el gastronómico, el arqueológico, el de salud, el rural y el ecológico.
Nuestro país, nuestro estado, es rico en todas estas oportunidades. Se desarrollarían más fuentes de empleo y de autoempleo. Habría más oportunidades para todos.
Sin embargo, veo que hacen falta algunos elementos importantes: la visión para hacerlo, la intención para llevarlo a cabo, la estrategia y la organización adecuadas.
Además, no hay que dejar de lado la importancia de nuestros intelectuales y artistas morelenses. En estas tierras oaxaqueñas se ensalza, pero también se extraña, la presencia y participación social de Francisco Toledo. Y muchos extranjeros vienen aquí para conocer de su obra, y en algunos casos, para llevarse un pedacito de su arte. Lo que se vende sirve para dar cursos de arte a la gente de estos lares.
Así quiero ver un día a mi tierra morelense. Tanta historia, sabiduría y buena tierra, nos tienen que dar buenos frutos.