“La Navidad no es un momento ni una estación,
sino un estado de la mente. Valorar la paz
y la generosidad y tener merced es
comprender el verdadero significado de la Navidad.”.
-Anónimo-
Desde que voy sintiendo que llega el fin de año, llegan a mi corazón sensaciones diferentes. Me detengo a pensar sobre las cosas que he hecho durante todo este tiempo. Me pregunto si hice bien o si hice mal. Si logré mis propósitos o los volví a posponer. Me regreso al sentimiento que tuve cuando nacieron mis hijos y siento aquello de ser mejor persona. De ser mejor ejemplo para que ellos se sientan orgullosos de su padre.
El fin de año nos hace recapacitar sobre muchas cosas. Pero, sobre todo, cuando se acerca la Navidad, me pongo a pensar cómo han cambiado las cosas a través de los tiempos. En mi infancia celebrábamos las posadas. Todo el vecindario se vestía de fiesta. Todas las familias se organizaban para hacer de ellas una celebración especial. Durante la peregrinación, entre la oscuridad se hacía la luz. La notaba por el brillo producido por las luces de bengala. La sentía por la mirada y la sonrisa de los peregrinos. A mí me encantaba ser de los que pedían posada. Cantábamos nuestra parte: “En el nombre del cielo, os pido posada. Pues no puede andar, mi esposa amada…” Mientras los anfitriones respondían: “Aquí no es mesón. Sigan adelante. Pues no puedo abrir. No sea algún tunante”.
Después de la letanía, nos permitían pasar. Todo era fiesta risas, calor humano, amistad. Se sentía ese buen amor. Celebrábamos y rompíamos las piñatas. Nos aventábamos para recoger los dulces y, además, recibíamos nuestros aguinaldos. Esa bolsita de dulces, por si no nos había tocado nada al romper la piñata.
¡Qué rico era el ponche que nos regalaban! Un sabor agridulce por todas las frutas que se combinaban. Las cañas de azúcar sabían más ricas cuando les sacábamos todo el jugo y las volvíamos a mojar en el ponche. Era en esos momentos que nos gustaba escuchar las historias de Doña Jesusita, la catequista de nuestra comunidad. “La navidad puede ser un recordatorio intenso de los seres queridos perdidos o de que no tienen familia cercana con la cual celebrar. En vez de sentir alegría, muchas personas sienten ansiedad y depresión aparentemente abrumadora e insoportable. La Navidad puede ser potencialmente un tiempo de desesperanza y soledad. Aunque algunos de nosotros podemos sentirnos solos o aislados durante las fiestas navideñas, es importante que recordemos la esperanza que trae Jesús. La encarnación, Dios haciéndose hombre, es la razón misma de por qué tenemos esperanza. El Señor promete: No te desampararé ni te dejaré”.
Esos pensamientos eran hermosos. Y, sin embargo, en estos tiempos que vivimos, pareciera que todo eso se olvidó. Nos olvidamos del amor y nos volvimos egoístas.
En estos tiempos prevalece el odio, la inseguridad, la violencia, y el respeto hacia nuestros adultos mayores se ha ido perdiendo.
Dicen que la Navidad no es un momento ni una estación, sino un estado de la mente. Valorar la paz y la generosidad es comprender el verdadero significado de Navidad. Es decir, no es solamente la celebración de diciembre el único momento para desearnos lo mejor. Es cada uno de nuestros días en la vida que debemos vivir con el ejemplo de Jesús.
Yo espero de todo corazón que nuestra vida comunitaria cambie para mejorar. Para encontrar esa paz que tanta falta nos hace. Para encontrar esa dignidad que hemos perdido. Vuelvo a esperar encontrar la luz en medio de la oscuridad como cuando era niño.
Confieso que a veces siento que pierdo la esperanza. Pero aún tengo fe de que encontremos el camino adecuado para vivir como se debe. Tengo fe de que algún día se acaben los tunantes. O por lo menos que se vayan lejos. Muy lejos.
Espero que estos pensamientos te regresen a la niñez y te devuelvan la esperanza por si anda extraviada por ahí.
Te deseo tanta salud como gotas tiene la lluvia, tanto amor como rayos de luz tiene el Sol y tanta suerte como arena tiene el desierto.
Feliz Navidad.