“Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios”
-C. S. Lewis-
Este sábado pasado asistí a un evento de resiliencia en la CDMX. La verdad estuvo muy bueno. Las conferencias muy puntuales y certeras. Obviamente, hay cosas en las que concuerdo y otras con las que no, pero la esencia es que me dejó un buen sabor de boca.
La resiliencia es un tema fundamental para mí porque surge de lo que yo viví. De mis condiciones de vida. Y, además, conforme fui conociendo el tema, me puse a investigar autores e investigadores que hablaran sobre el tema.
Lo más importante para mí era conocer, estudiar cómo hay personas que a pesar de las situaciones adversas y difíciles en las que vivieron, lograron salir adelante y convertir las situaciones negativas en alicientes para salir del hoyo donde estaban.
El término resiliencia tiene varios conceptos. Por ejemplo, para Boris Cyrulnik, mi autor favorito, es la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.
Para Stefan Vanistendael, la resiliencia no es un rebote, una cura total ni un regreso a un estado anterior sin heridas. Es la apertura hacia un nuevo crecimiento, una nueva etapa de la vida en la cual la cicatriz de la herida no desaparece, pero sí se integra a esta nueva vida en otro nivel de profundidad.
Edith Grotberg (1995) define la resiliencia como la capacidad humana universal para hacer frente a las adversidades de la vida, superándolas o incluso ser transformado por ellas. Es parte del proceso evolutivo y debe ser promovida desde la niñez.
Nuestra sociedad ha ido cambiando mucho, para bien, espero, puesto que las formas de “educar” de los padres y maestros ya no son como antes, aunque todavía tenemos rezagos en ciertos grupos sociales. Siguen existiendo situaciones traumáticas en la vida para mucha gente. Es más, podemos asegurar que no hay ser humano que no padezca pérdidas o duelos. Hay momentos de crisis durante toda la vida. Ser víctima es parte de la vida misma, pero ser víctima no es una forma de vida.
La resiliencia es transformar y trascender. Salí del hoyo y vivo mejor ahora. No quiero ni debo regresar a lo que viví. Dicen que el entorno modifica a la persona, pero también puede ser al revés. Y esto es lo que hay que perseguir. Lo que hay que buscar.
Pero desafortunadamente, nuestro entorno social ha cambiado tanto. El ambiente social es de soledad, falta de valores, de desconfianza y de miedo. Hemos cambiado nuestras costumbres por el temor de que nos pueda pasar algo malo.
La resiliencia es poder, conciencia. Pero también es responsabilidad. Tenemos que sanarnos. Yo no quiero vivir con miedo. No quiero que mis hijos vivan con miedo. Estoy dispuesto a afrontar este reto y cambiar para mejorar.
La resiliencia sirve para trascender, romper limitaciones y barreras del aquí y del ahora. Tenemos que aprender a ver la luz dentro de nosotros mismos.
Pero, para empezar, necesito hacerlo conmigo mismo. Sanar mis heridas. Cuando yo esté bien, puedo comenzar el trabajo con la gente cercana a mí. Con mis vecinos. Con mi comunidad. Tenemos que cambiar nuestro vocabulario. Cambiar del “no puedo” al “no he podido hasta ahora”. Hay mucho que desaprender para aprender un nuevo paradigma. Un paradigma que, si nos atrevemos a implementar, nos llevará directo a la cultura de la paz. Las nuevas generaciones han nacido en este entorno de miedo, desconfianza y de odio. Pero, sin embargo, como bien dice Boris Cyrulnik, empezar mal en la vida, no determina que tu vida tenga que ser desgraciada.
Hagamos nuestro trabajo en familia y que el gobierno se encargue, con nuestra ayuda, de la implementación de estos conceptos en el hogar, en las escuelas, en las fábricas, en las oficinas y en todas partes donde tenga que llegar.
Trabajemos juntos, codo a codo por una cultura de la paz a través de la resiliencia.