“El hombre tiene que establecer
un final para la guerra. Si no,
ésta establecerá un fin para la humanidad. ”
-John Fitzgerald Kennedy-
Siempre me he preguntado, como seguramente muchos de ustedes, por qué existe la guerra. ¿De verdad será imposible que los seres humanos podamos vivir en paz? Hemos dicho en esta columna que el conflicto es inherente al ser humano porque habrá un momento en el que nuestras opiniones, pensamiento, ideología o intereses no coincidirán con los de los demás. Hasta podemos decir que el ser humano es violento por naturaleza porque el conflicto vive en sus adentros. Y aun así puede vivir feliz si busca alternativas de paz para poder ser un mejor ser humano. Pero el problema, desde el espectro macro, es decir entre países, a mi parecer es completamente absurdo porque las instituciones gubernamentales deben procurar la convivencia pacífica entre los pueblos. Desde niño me preguntaba esta historia absurda de derecha e izquierda, hasta que me di cuenta que efectivamente es una forma de ver las cosas. Los conservadores quieren que todo continúe como está mientras que los liberales buscan cambiar el estado de cosas. Pero aún cuando se tengan puntos de vista diferentes, se tiene que buscar un equilibrio para vivir en paz y en armonía.
Siempre ha existido el conflicto, insisto, pero tenemos que trabajar con mucho ánimo y congruencia para que la paz sea la constante y no la excepción. Alguna vez dijo el presidente Obama que la guerra es necesaria para preservar la paz. Me parece un absurdo porque en ese sentido seguimos convenciéndonos de que es mejor seguir con la ley del talión, el ojo por ojo. Me parece que al aceptar ese dicho, estamos justificando la guerra como una forma de tener paz.
En estos tiempos de internet, redes sociales y youtube, nos damos cuenta que el ser humano, niñas, niños, jóvenes, adultos, hombres y mujeres somos iguales en todos los rincones del mundo. Tenemos sueños, buscamos amor, queremos vivir en paz. Queremos trabajo, un lugar digno para vivir. Las niñas y niños sueñan y juegan. Viven en un mundo maravilloso. Pero son los que gobiernan los que hacen las reglas del juego. Los que por obtener sus propósitos entran en guerra sin importarles los daños colaterales. Los y las jóvenes que mueren en la guerra, padres que pierden a sus hijos e hijas. Hombres y mujeres que pierden a sus parejas en ese absurdo llamado guerra. Lo dijo Bertolt Brecht: “Las madres de los soldados muertos son jueces de la guerra”.
Hemos sabido a partir de nuestra propia existencia y paso por el mundo, que las guerras se dan por los intereses de unos cuantos. Intereses absurdos mueven el mundo. Por eso tenemos que entender y, sobre todo actuar, que debemos preservar la vida sobre la muerte, la paz sobre la guerra. La paz se tiene que ir convirtiendo de un símbolo a un sistema de convivencia. Una práctica constante. No es fácil. Ya de por sí convivo con mis propios demonios, miedo, frustraciones. O intereses y ambiciones personales. Y sin embargo, debo intentarlo para vivir en armonía constante. Para vivir en equilibrio.
El ataque a Siria es un absurdo. Pero como lo vemos desde lejos no lo sentimos como propio. Igual sucede con la violencia y las muertes en nuestro país. No perdamos el sentido del asombro y la empatía. No perdamos nuestra humanidad. No basta con hablar de paz, dijo Eleonor Roosevelt, debemos creer en ella y trabajar para conseguirla. ¿Comenzamos?