Soy parte de una generación que ha vivido en crisis desde el vientre materno. No recuerdo ninguna época de bonanza económica, mucho menos de “buenos gobernantes”. Crecí escuchando que los políticos son corruptos, que nadie hace nada, que la ciudad está sucia, que la gente hace lo que quiere sólo porque “tiene dinero para comprar” lo que sea o a quien sea.
Cuando viajamos nos la pasamos comparando. “Uy no, si esto se hiciera en México todo sería diferente”, “En Estados Unidos las calles están limpias”, “En Europa la gente sí es educada”, etc.
Por supuesto que pocas veces nos ponemos a cuestionar, o siquiera nos interesamos en conocer sus métodos para lograr ese orden. Recuerdo que la primera vez que estuve en Milán, para asistir al Salón Internacional del Mueble, observé como sin ninguna delicadeza, unos policías cobraban a la salida del metro las multas para aquellas personas que no hubieran adquirido el boleto correcto pues, para llegar a ese recinto fuera de la ciudad, se compra un boleto diferente al que se usa para recorrer la ciudad. Así que al salir, estaban los elementos de la gendarmería armados con sus terminales portátiles y no quedaba otra que desenfundar la tarjeta de crédito y pagar la multa. Sin discusión, sin alteración del orden público. Simplemente cumpliendo la ley.
No es fácil gobernar una ciudad y ciertamente, la figura del City Manager, por sí misma, no va a ser la solución al desorden urbano, o mejor dicho, al caos que caracteriza una enorme metrópoli como la recién renombrada Ciudad de México. Sin embargo, yo ya no entiendo nada. Si “el gobierno” no hace nada, nos quejamos. Y cuando comienzan a hacerlo, también nos quejamos.
¿Exhibir a las personas puede ser una violación a sus derechos humanos? ¿no cuidar a los menores de edad que aparecen en las transmisiones de Periscope? ¿El City Manager es un funcionario público y como tal debe respetar y cuidar esos detalles? Absolutamente de acuerdo.
Sin embargo, y pensando estrictamente como ciudadana, y más bien, como una ciudadana que anhela irse muy lejos de la tierra que la vio nacer porque está harta, yo no quiero que la figura del City Manager de mi delegación (porque yo vivo allí), desaparezca.
¿No queremos un City Manager que transmita por Periscope los abusos de los escoltas privados —que en esta delegación abundan— o que retire los objetos que los franeleros usan para secuestrar el espacio público y extorsionar a los automovilistas que no quieran pagarles por “cuidar” sus autos? ¡Pues hagámoslo nosotros mismos! Como ciudadanos, simplemente. Como hacen los SúperCivicos.
Nos fascina ir de vacaciones a ciudades limpias. Nos sentimos seguros en aquellos destinos donde la autoridad pone orden pero en nuestra casa ¿preferimos sólo seguirnos quejando? O peor aún, ¿mirar para otro lado?
Hace un par de años, la consultora internacional Mercer, hizo un listado con las ciudades más limpias del mundo. Por supuesto ni en sueños estuvo la Ciudad de México. La lista la encabezó Calgary, Canadá. Se trata de una ciudad que al momento de hacer ese listado, tenía poco más de un millón de habitantes. ¡En CDMX y la zona metropolitana tenemos más de 20 millones! Y a eso le sumamos que tenemos un marco legal que no sólo es insuficiente, sino que no se aplica ni se respeta.
El segundo puesto, Adelaida, en Australia. Con apenas 1.2 millones de habitantes. Tercer puesto, Honolulu, en Hawai. Sus gobernantes sólo deben ocuparse de meter en cintura a poco menos de 400 mil personas. Y la lista sigue en ciudades como: Minneapolis (EU), Kobe (Japón), Copenhague (Dinamarca), Wellington (Nueva Zelanda), Helsinky (Findlandia), Oslo (Noruega) y Friburgo (Alemania).
¿Qué características comparten estas ciudades?, pocos habitantes (las últimas ni siquiera rebasan el medio millón) lo cual nos habla de un crecimiento urbano ordenado y planificado.
Replantear la vida urbana va mucho más allá de si un funcionario público transmite sus operativos o no. En efecto, los derechos de ese niño que apareció en el video de #LadyBasura, fueron violentados y el funcionario debe cuidar la forma en la que comunica a la ciudadanía sus acciones.
Sin embargo, ¿hasta cuando seremos más bien los ciudadanos los que cuidaremos no violentar los derechos de otros, incluidos nuestros hijos, con acciones tan cotidianas como salir de tu casa y dejar tu bolsa de basura en el espacio público?
¿Nos quejamos de pagar parquímetros pero sí contribuimos a esa enorme extorsión descarada que son los franeleros dando ‘para sus aguas’ con tal de tener un lugar apartado en la calle para nuestros autos?
Dicen que los ciudadanos tienen los gobiernos que se merecen. Se los dejo de tarea, para la reflexión.