Estamos a cuatro días de despedir el 2015 rodeados de cambios notables. Hoy en día, nuestra vida cotidiana gira en torno a la tecnología. Internet ha dejado de ser una carretera de información para convertirse en un mundo dentro del cual gira nuestra vida cotidiana. Asistimos a la era del internet de las cosas en donde toda nuestra vida es un paseo por las nubes, o mejor dicho, por la nube, ese misterioso lugar a donde se va toda la información de lo que nos gusta leer, comer, consumir, ver y de la forma en la que nos gusta vivir la vida.
Internet ya no es un sitio vinculado sólo con el trabajo, está en todas partes y en cada aspecto de nuestra vida cotidiana. Usamos aplicaciones para encontrar la mejor receta de la cena de año nuevo, para reservar nuestros pasajes de avión, para elegir un departamento compartido en una ciudad cosmopolita o bien para encontrar al afortunado dueño de una cabaña de cuento de hadas en medio de un tranquilo bosque inhabitado para que nos la pueda rentar y nos permita recibir el 2016 en completa armonía y paz interior.
Pero nos llevamos en el smartphone nuestras aplicaciones de meditación, yoga y fitness y procuramos que, si bien el lugar sea tranquilo y solitario, al menos tenga conexión wifi, y si no lo logramos, nos ocupamos de llevar un buen plan de datos porque si algo nos provoca ansiedad en este fin de 2015 es estar desconectados.
Dudo mucho que hoy en día la gente realmente quiera salir de viaje para “desconectarse” del mundo, pues las redes sociales están inundadas de fotos en la playa, en esas grandes ciudades donde muchos han soñado ir de compras o incluso en destinos tan lejanos como África, India o Tailandia.
Así, en los primeros 15 años del siglo XXI, la gente aprendió a vivir eternamente interconectada y por ende, la comunicación se volvió el más importante motor para el desarrollo humano. Esta necesidad de vivir conectados ha dado pie al nacimiento de una tendencia que hoy se vive con fuerza: el turismo tecnológico.
Esta tendencia de la industria hotelera y de servicios turísticos, se ha enfocado en la construcción de experiencias para viajeros amantes de la tecnología, la comodidad y el confort, anticipando cómo el Internet de Todas las Cosas (IoE) y el Big Data serían la siguiente gran revolución de la red. Hoy ya vivimos esa época que a principios de siglo nos parecía todavía salida de una película futurista. Estos dos aspectos han cambiado la oferta y la demanda turística, además han dado pie a que la relación de los viajeros con toda la cadena de valor turística haya cambiado drásticamente.
En el campo de la distribución turística, los metabuscadores están haciendo uso del Big Data para ofrecer resultados personalizados cada vez más acordes a las necesidades de cada usuario, incluso cuando ese usuario ni siquiera esté pensando en viajar, seguro recibirá en su correo electrónico ofertas tan diseñadas para él, que pocas veces logrará resistirse a tomar esa oportunidad.
De ahí que uno de los lugares donde funcione mejor la promoción de ofertas hoteleras y restauranteras, sea en Facebook, cuyos algoritmos están diseñados para conocernos tan bien, que prácticamente de manera automática, quien decida invertir en una campaña en dicha red social, tendrá la certeza de estar entrenado no sólo en la casa y el mundo de su cliente potencial, sino en su cabeza y lo más íntimo de su vida cotidiana.
Hoy vivimos una clara dependencia de nuestros dispositivos, sin embargo el siguiente paso no está lejos pues en un futuro muy cercano simplemente los llevaremos puestos, con lo que nosotros mismos seremos el Internet de las cosas. Por supuesto el mejor ejemplo de esto es el iWatch, pero también ya existe ropa especial para medir nuestro rendimiento al correr, zapatos que cuentan nuestros pasos al caminar, pulseras que nos pueden notificar cuando recibimos algún mensaje en nuestro móvil, aún si éste está guardado en nuestra maleta del gimnasio, etcétera.
Pero los avances van más allá pues ya hay quienes han instalado microprocesadores y pequeños imanes en sus brazos o piernas para medir indicadores biométricos como sus pulsaciones o la temperatura corporal, a fin de que la biotecnología sea usada para mejorar la salud y el bienestar del usuario final.
¿Esto que suena a película futurista qué tiene que ver con los viajes? Simple, las aplicaciones que hoy viven en nuestro smartphone, nuestro objeto tecnológico más preciado, y que pronto se trasladarán a nuestro reloj, nuestros muebles, nuestra casa, pronto se trasladarán a nuestro propio cuerpo, permitiendo predecir comportamientos del cliente y ofrecer una experiencia más personalizada, por ejemplo, insertando en los portarretratos de una habitación las fotos de los familiares, programando su música favorita o facilitando en el frigobar su bebida preferida, por ejemplo.
Así, el rostro del empresario turístico también comienza a cambiar. Hoy en el panorama vemos a empresas como Google, Skyscanner, Cisco, Samsung, Telefónica I+D, Hotelbeds Group, Expedia, HotelsCombined, Starwood o Vodafone, como protagonistas de una nueva era en la que ya no se venden habitaciones o boletos de avión, sino experiencias personalizadas e inolvidables.
El Internet de las cosas está ya optimizando los procesos de múltiples hoteles y la experiencia de sus clientes mediante la conexión de cerraduras, termostatos, televisores, mini-bares…a una misma red. Pero para aprovechar todo su potencial es necesario integrar en la red WiFi capacidad analítica para convertir los datos en información útil y capturar parte de los 14,5 billones de euros que se prevé que se derivarán del internet de las cosas (ahora ya llamado “el internet de todo” a escala global hasta 2023.