Pero existen algunos que de verdad son, en conjunto, una invitación abierta a quedarte para siempre. Hablo de esos lugares en los que la vida cotidiana es tan agradable que simplemente dan ganas de dejar todo, echar la vida entera en una maleta y cambiar de aires permanentemente.
Esta sensación me ha invadido varias veces, pero nunca como en San Miguel de Allende. Cada vez que lo visito el momento de volver a mi ciudad significa un sufrimiento intenso.
Cuando platico con amigos que ya se han mudado a este paraíso colonial, por supuesto ninguno extraña la vida agitada de la ciudad, ni el tráfico. ¿Es que alguien podría rechazar mudarse a una pequeña ciudad que no necesita semáforos?
No, no estoy enloqueciendo. En todo San Miguel de Allende no existe un solo semáforo. ¿Es aquello entonces caótico? De ninguna manera. No existen porque no son necesarios. La gente es lo suficientemente educada como para saber ceder el paso. La regla de 1 x 1 y las preferencias de paso están tan asentadas en el imaginario colectivo que nadie tiene que ser infraccionado por pasarse un alto.
Con la risa a carcajadas, mis amigos dicen que lo primero que delata a un chilango recién llegado es que no sabe ceder el paso y que cree que sin semáforos no hay reglas. Nada más falso.
Una ciudad sin semáforos nos habla de ciudadanos civilizados, con una elevada cultura cívica.
Pero por otro lado, ¿para qué preocuparnos por los semáforos o las reglas al conducir un auto si lo más placentero de esta ciudad es recorrerla a pie?
En San Miguel de Allende vale la pena andar cada calle, pero a mis amigos especialmente les gusta caminar por la calle Allende, una de las más pintorescas de este lugar.
Yo no puedo dejar de maravillarme por cada fachada, cada puerta antigua, cada balcón y cada callecita empinada. Ellos además me recuerdan que terminan su jornada laboral a las seis de la tarde y en diez minutos ya están en su casa. Les queda tiempo para ir al gimnasio, tomar alguna clase, beber café, dedicarlo a su familia, leer o hacer lo que se les antoje ¡Podría mudarme mañana mismo a este lugar!
Existe además un aire cosmopolita que le da a esta ciudad una personalidad culturalmente diversa. Aquí residen muchos extranjeros, principalmente provenientes de Europa y Norteamérica y han dejado huella en lo que se come, lo que se bebe y lo que se consume en esta pequeña ciudad guanajuatense.
Yo que soy fanática de los hoteles boutique, los pequeños lugares para degustaciones gourmet, los cafés y los lugares tranquilos para combinar rica comida del mundo, con buen vino y charla con amigos, me siento en el sitio ideal. ¡Como pez en el agua!
San Miguel de Allende es también una ciudad limpia. ¿Cómo lo se? pues porque casualmente ahora que camino por su plaza principal ha comenzado un tremendo aguacero. ¿Se han detenido a oler una ciudad en medio de la lluvia? No todas huelen bien. Las más grandes suelen dejar escapar sus peores aromas en una tarde de lluvia. Drenajes saturados, orina rancia, basura en las alcantarillas. Nada de eso llega a mi nariz aquí en San Miguel. Llueve y el aire huele a tierra mojada. La lluvia es fuerte y el agua corre libre por las empinadas calles, hacia las partes bajas. Las coladeras resguardan lo que tienen que resguardar, no lo dejan escapar como en mi calle que, aunque está en plena colonia Roma, siempre termina escupiendo aguas negras que se mezclan con la lluvia ácida chilanga.
Hace dos años, la revista Conde Nast Traveller hizo una encuesta entre sus lectores para designar a la mejor ciudad del mundo. La ganadora entre las preferencias de los viajeros fue ni más ni menos que esta ciudad en la que hoy me baña la lluvia. San Miguel de Allende, con su catedral de cantera rosada, con sus calles empedradas e inclinadas, con sus casas de descanso, con su clima templado, sus rincones gourmet y ese aire cosmopolita que ha atraído a los mejores chefs, diseñadores, artistas, escritores y a un largo etcétera.
Pero ese no fue el único reconocimiento, en 2014 la revista Food and Travel consideró a esta ciudad colonial como el mejor destino de todo México, algo que realmente es digno de destacar pues este, nuestro país, nos ofrece tal variedad de opciones para viajar que resulta realmente difícil elegir cuál es la mejor.
Sin embargo, San Miguel tiene todo lo que un viajero puede desear. No hablo sólo de un lugar donde pasar un fin de semana de tranquilidad. Ni sólo de un lugar ideal para escapar por largas temporadas, o incluso para siempre. Hablo más bien de la magia que tienen los lugares que lo tienen todo. Esos lugares a donde uno quiere escapar por un día o por toda la vida, simplemente porque tiene todo para hacernos felices.
San Miguel de Allende es de esos lugares en el mundo en los que ni siquiera hace falta estar acompañado para enamorarse. Aquí se garantiza una estancia romántica siempre ¿Por qué? muy simple, el romance es con esta ciudad que hoy me cubre con su lluvia mientras mis pies recorren sus calles mojadas.