En primer lugar, una cosa será salir del confinamiento (que además ha sido diferente en cada país del mundo) y otra muy diferente será que podamos retomar los planes de actividades que se sigan considerando como “no esenciales”.
No quiero romper su corazón, pero, aunque para los viajeros sea de vital importancia podernos mover, la realidad es que viajar se considera una actividad recreativa (o sea, cuando se viaja por placer claro) así que, como estamos viendo en Europa, la movilidad entre los ciudadanos comienza a recuperarse, pero no puede uno volcarse a querer comerse el mundo, o darle la vuelta.
Finalmente, nadie va a ser capaz de negar que esta crisis global cambiará drásticamente nuestro estilo de vida, pero ¿qué pasará con la industria del turismo? Aunque parezca difícil, los expertos creen que se recuperará como lo ha hecho de crisis anteriores.
Recientemente se publicó en CNN una entrevista con Adam Blake, profesor de economía y jefe de investigación en el Departamento de Turismo y hospitalidad de la Universidad de Bournemouth, en el Reino Unido.
Este especialista asegura que, si bien la gente quiere seguir viajando, porque es parte de nuestra naturaleza querer descubrir nuevos lugares, lo cierto es que la situación nos obligará a ser mucho más cautelosos, así que uno de los mayores retos del marketing de viajes será no sólo convencer a los turistas de que los destinos ofrecen experiencias maravillosas, sino, además que son seguros en temas sanitarios.
Por ahora, no sabemos cuándo o cómo pasará la pandemia. Pero una vez que la crisis de salud pública mejore, los viajeros también necesitarán ver fuertes caídas en los precios para que vuelvan a moverse, dicen diversos analistas. Y es obvio, todos vamos a estar además afectados económicamente.
Algo interesante es que se prevé que los cruceros bajarán bastante sus precios en cuanto puedan retomar su actividad, pero… ¿querremos irnos a encerrar en un barco con tanta gente tan pronto? Yo no creo. De hecho, si logro hacer mi viaje en agosto a Belice, he descartado las opciones que involucren movernos en barcos.
Y es que no todo puede tratarse de los precios. Tal vez los cruceros se verán obligados a reinventarse porque, hay que reconocerlo, es una de las experiencias más old school que hay ¿no? Yo no sueño con un crucero, porque muero de aburrimiento de solo pensarlo, pero entiendo que para quienes gusten de ese lujo un tanto prefabricado, es vállido. Yo paso.
Los expertos en cruceros reconocen que deben abrir nuevos mercados, atraer a nuevos viajeros, porque las noticias sobre brotes de coronavirus en barcos, restricciones de viaje y puertos de escala negados, no motivan a nadie que ya conozca la experiencia.
Es interesante que no sólo cómo viajaremos sino en qué, es algo que la industria ya se está preguntando e impacta en otra industria: el diseño aeronáutico. Aviones, trenes y barcos, ¿deben ser remodelados? Pensar tal vez en camarotes más grandes y menos densidad de pasajeros para los cruceros debe ser crucial.
Otra de las precauciones que se deberán tomar serán los protocolos de limpieza de hoteles, alojamientos compartidos, cruceros y hasta aviones pues tendrán que cambiar la forma en que monitorean y limpian el entorno con el que los consumidores interactúan y, además, comunicar eso a los huéspedes para aumentar su nivel de comodidad y confianza.
Algo alentador es que, para atraer viajeros, se prevé que las tarifas de hospedaje bajen. Punto a favor para los viajeros. Históricamente, en épocas de gran incertidumbre, como en 2001 después de los ataques del 11 de septiembre o después del final de la recesión en 2009, ha llevado el doble de tiempo para que las tarifas de las habitaciones se recuperen de lo que las llevó a caer a su punto más bajo, se menciona en la nota de CNN.
Un golpe bajo para Airbnb y otras plataformas de hospedaje compartido, es que ahora los viajeros tal vez puedan sentirse más seguros en los hoteles, sobre todo aquellos con certificaciones y protocolos de higiene claros y bien comunicados. La clave será la estandarización de procesos, algo muy difícil de lograr en el modelo de negocio de Airbnb, que justo por eso tal vez impulse con mayor fuerza su mercado de experiencias y deje a un lado el del hospedaje.
Quienes más duro lo tendrán serán las aerolíneas pues es probable que durante algunos meses deban lanzar ofertas con tarifas bajas y, además, vender menos asientos en los vuelos para ir recuperando la confianza de los viajeros.
Creo que mucha gente va a querer lanzarse a aventuras más cercanas, tal vez adquieran autos para hacer viajes por carretera en familia al menos durante el primer año, y postergar los viajes internacionales hasta que todo esté más claro.
Esto sería bueno para la industria turística nacional, pero debemos hacerlo responsablemente porque hay zonas del país, como las áreas indígenas, que tienen muy pocos casos del coronavirus y si irresponsablemente vamos sin seguir las normas, podríamos provocar un segundo brote ahora en lugares con menos infraestructura hospitalaria que afectaría a población rural más vulnerable.
Como urge recuperar la economía, los viajes de negocios pueden estimular la recuperación de las aerolíneas, pero la pandemia también nos ha demostrado que un montón de cosas las podemos hacer a distancia así que, nadie puede garantizar exactamente si los negocios serán una razón real para viajar, sobre todo si aún no está claro si el riesgo está controlado.
Una ventaja podría ser que las aerolíneas tendrán que ofrecer mayor flexibilidad para reservar, cambiar o cancelar un vuelo, de lo contrario, su situación va a ser todavía más difícil.
Pero quiero terminar esta reflexión con algo que me encantó leer de los expertos: hay un lado positivo y es que esta crisis nos obliga a cuestionar seriamente el turismo masivo. Urge hoy más que nunca la promoción del turismo sostenible, responsable y amigable social y ambientalmente. Como dice un amigo emprendedor del ramo: el turismo será sustentable, o no será.