Por la madrugada el oleaje de la noche ha arrojado ya sus primeros cadáveres. Se apagan los gritos de angustia de las ambulancias y las patrullas; los larguísimos aullidos de los perros, los dolores previos al parto, el grito ahogado de auxilio en una esquina, el corazón como una bestia ciega bombeando sangre a todo el cuerpo en el instante preciso del orgasmo.
Hay un catre reclinado en una esquina de la calle de cariño comprado. Casi desecho por las batallas amorosas que libró, el velador del hotel de paso lo ha reclinado en la pared como a un borracho o a un guerrero moribundo, en espera de que pase el camión de la basura y se lo lleve.
Nadie camina dos veces por las mismas calles del tiempo, aún cuando la vida sólo sea una y no ajusten las horas pa’ vivirla.
-Imagen: Máximo Cerdio.-