Sociedad
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Juárez y el “respeto ajeno”

Zacatepec de Hidalgo. De Tlaltizapán a Zacatepec o de Zacatepec a Tlaltizapán, según vayas o vengas, las cañas sobre las carreteras son culebras de azúcar aplastadas por los autos, y los camiones avanzando como mastodontes encopetados en la época de cosecha.

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Las puntas de las varas verdes revientan el azul del cielo en temporada de lluvia, pero en tiempo de seca hay un polvo que cubre todo y empaña el limpísimo cristal de los sembradíos.

Seguramente, junto con las cañas y los camiones, habrás visto una escultura en la esquina de Dr. José María Luis Mora y Valentín Gómez Farías, en la colonia Benito Juárez. La estatua es rara, pero más extraña es su historia.

Es de cemento, mide un poco más de dos metros y medio. Viste zapatos negros y traje negro, tiene chaleco del mismo color y una corbata que quiso estar pintada con verde, blanco y rojo. En el pecho, cerca del corazón, tiene una escuadra y un compás, abajo algo como un ave de plastilina con pretensiones de águila hecha por las manos de un niño. También tiene una cadena como de un reloj de bolsillo y sus extremidades superiores acaban en unas manos enormes a punto de volverse puños.

El pelo es lacio, con raya al lado, su cara de indio oaxaqueño es dura. Su mirada de cemento choca contra la gasolinera de Pemex, el Oxxo y los dos carriles de la calle Dr. José María Luis Mora, que nunca se callan.

Los meses secos son una verdadera tortura para cualquier estatua decente. A ésta, el polvo que levantan los camiones y los autos se le pega en el traje formal y en la cara; entonces, recuerdas la mirada dura y las manos de la mole se cierran más.

También podrás percibir un olor bárbaro a gasolina porque hay una estación que se encuentra a unos metros de ahí; también una pestilencia que sale de la boca de apantle que está casi a los pies de la estatua: dicen que antes el agua saltaba alegre y cristalina, pero la gente comenzó a tirar sus desechos y ahora el olor es insoportable.

La escultura está sobre una base de cemento pintado de blanco, tiene placa blanca con letras negras: “Gracias por su apoyo. Col. Nopalera hoy Benito Juárez. José Juan Aranda M., dos nombre ilegibles, Carlos Aranda, Daniel Trujillo, Gregorio Rojas, nombre ilegible, Ayudantía 2010-2013. Monumento y camino al panteón. El respeto al derecho Ajeno es la paz”.

Rigo Alemán, vecino de la colonia, dice que antes del año 2010, en ese mismo sitio había un monumento de yeso “muy feo”, del mismo tamaño que el actual, que fue defendido a capa y espada por Juan Aranda, ayudante municipal, para que no lo demolieran, pero finalmente sí lo quitaron de la esquina.

Algunas personas contaron que por las noches, borrachos, que no son del lugar, se asustaban con la estatua, otros, tal vez en son de broma, dijeron que era bueno que eso estuviera ahí porque desde que la pusieron habían disminuido los robos y que deberían poner más estatuas como esa en las esquinas de esa u otras colonias.

Pero antes de eso, frente a la escultura actual había un busto de bronce del Benemérito de las Américas, de un metro con veinte centímetros por ochenta centímetros, pero una mañana apareció sin cabeza. Alguien se la había robado, seguramente para venderla.

La parte restante del busto se tuvo que guardar porque se lo podrían robar también y se buscó la cabeza por mucho tiempo, pero jamás se encontró. Finalmente se instaló la estatua fea, y después la actual.

El muy probable que hayas visto que el viernes 18 de marzo se puso a los pies de la estatua una corona de flores; ´Ayuntamiento de Zacatepec´, decía la cinta dorada mal hecha.

Me vas a decir que el aniversario del nacimiento número 210 es el 21 de marzo, pero que como habría vacaciones de Semana Santa no sería posible hacer la ceremonia el mero día, por eso le fueron a dejar la corona de flores a los pies.

Entre las flores polvosas se podía observar a Benito Pablo Juárez García, con el rostro de muy pocos amigos, como esperando cualquier pretexto para poner en acción una de frases domingueras: “Siempre he procurado hacer cuanto ha estado en mi mano para defender y sostener nuestras instituciones. He demostrado en mi vida pública que sirvo lealmente a mi patria y que amo la libertad. Ha sido mi único fin proponeros lo que creo mejor para vuestros más caros intereses, que son afianzar la paz en el porvenir y consolidar nuestras instituciones”.

Yo también creo, como tú, que la estatua se va a despegar, de pura envidia, cuando sepa que a unos kilómetros de ahí, en Jojutla, el pequeño busto en bronce del más conocido autor de las Leyes de Reforma, fue donado por la Comisión Juarista del Gobierno del Estado Libre y Soberano de Oaxaca el 21 de marzo de 2006.

 

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Máximo Cerdio

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