Sociedad
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El Chivo de Panchimalco

Jojutla.- El Chivo de Panchimalco es quizá el último juglar de la zona sur de Morelos: divierte, informa y transmite la cultura de esa zona.

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Gumaro Núñez Miranda es cantador: canta en la calle y en los lugares a donde lo inviten o contraten. Lleva, en su reproductor digital portátil, muchas canciones y en su memoria y corazón la historia de varias comunidades.

Es muy conocido en las televisoras y radiodifusoras de Morelos:

–He estado en Radio Chinelo, a Radio Mil, en La Señal 152, 89.3 FM, en Puente de Ixcla, Canal 6 los martes de 6 a 7 en La Pillamada, y aquí en el Canal 10 en los Puro Locos, los del 13. En Zacatepé me invitan al canal 22.

Sentado en la banqueta ordena sus tres libretas en las que tiene, escritas a mano, cerca de mil quinientos nombres de canciones (se sabe de memoria todas las letras) de todos los géneros y épocas, con sus correspondientes números en su reproductor en formato MP3. Enseguida hace prueba de sonido, mientras relata que una vez fue a trabajar a los pasillos del tianguis de Xoxocotla. Ahí andaba cantando y ganando sus buenos pesos y, de pronto, alguien de entre la multitud le tocó el brazo:

–¿Papá, que estás haciendo? ¡Estás pidiendo limosna, papá. No nos gusta verte así, deja de pedir limosna y vámonos a la casa! –Era una de sus nietas sorprendida al verlo cantar ahí.

–Yo le expliqué que ese era mi oficio y que era un trabajo digno con el que llevaba alegría a muchas personas. Lo entendió pero tuve que explicarle que yo no era ningún limosnero.

“¡Chivito!”, le gritan unos muchachos en la calle y él responde con una sonrisa y levantando la mano. Le gusta que todo el mundo lo conozca y lo salude.

Una vez que tiene ya todo en su lugar se acomoda una mochila negra en el pecho, donde tiene su aparato de sonidos y un micrófono de media diadema. Antes cargaba una grabadora y mucho antes una guitarra, pero la era digital lo alcanzó y tuvo que adaptarse.

En la esquina de las calles Manuel Cepeda Medrano y Pensador Mexicano, el Chivo se incorpora y observa a un racimo de gente que, bajo un enorme árbol, rodean a un triciclo; ahí varias personas atienden a los comensales y un hombre sirve empanadas y cocteles de mariscos: los mejores del mundo.

Bajito, de un poco más de uno sesenta, canoso, moreno, avanza con sus setenta y tres años a entretener a su público y ganarse el sustento. Prende el aparato de sonido y suelta los primero acordes del “Bule bule”, en la versión de los Teen tops.

–Mi familia: ya llegó el Chivo a cantarles una canciones que espero sean de su agrado. Provecho, que Dios les dé más y que el alimento que consuman les dé fuerzas para trabajar…

Mientras canta, Gumaro ejecuta algunos movimientos de los bailes que estaban de moda en los años sesenta; y en el estribillo:

–¡Iren. Así bailaban sus abuelitos en aquella época. A mí con los años se me ha ido acabando el atractivo, ahora lo tengo arrugado! –dice, mientras mueve las caderas y enseña las nalgas.

El Chivo sigue cantando hasta concluir la canción.

Mientras busca en su libreta el próximo título platica con el micrófono frente a la boca:

–El escorpión, o ‘mostro de gila’, ese, es malísimo. Nosotros hemos andado por el cerro. Me acuerdo cuando mi padre desuncía los bueyes y los echaba en sabana. Mira hijo cuando oigas un sonido de pollito, pio, pio, no pases por ahí, dale vuelta, porque es el escorpión, ese si te ve resortea y si te pega o te mata o te deja como un tatuaje donde te pega. No hay remedio. Ahora, si te toca la sombra del animal, con eso te vuelve loco o te deja paralítico. Donde ese animal muere no pasa un chivo ni una vaca. También el camaleón. Te puede matar desde una hormiga hasta un elefante. A las muchachas le ponen un camaleón que es como un ‘tlanconete’ en las manos, para que puedan echar tortillas, pero cuidado, porque si lo haces enojar, se le para su coronita y te avienta líquido y te mueres, tampoco para eso hay cura. También la coralilla, hay que matarla con vara seca, porque si la matas con vara verde se te queda el veneno a ti y te mueres.

Suenan unas trompetas que evocan una de las más famosas letras de Chico Navarro: ¡El orangután y la orangutana. El orangután y la orangutana. Estaba el orangután meciéndose en una rama. Estaba el orangután meciéndose en una rama y paso la orangután comiéndose una banana!

Gumaro canta El Orangután y realiza los pasitos de los vocalistas de la Sonora Santanera. En el “puente” de la canción, suelta la toponimia de los municipios de Morelos:

–Tlaltizapán, Tlalli “tierra”, tizatl “polvo blanco” y pan “sobre”: “Sobre blanca tierra”. Tlaquiltenango, Tlakilli “escalado o bruñido”, tenamitl “muro, construcción” y co “lugar”: “En los muros bruñidos o escalados”. Zacatepec, Zacatl “zacate, grama”, tepétl “cerro” y co “lugar”: “En el cerro del zacate o grama”. Jojutla, Xoxouki “color azul cielo, añil” y tlán “abundancia”: “Lugar abundante en pintura”…

El Chivo canta tres o cuatro canciones y pide un peso para “sacar para el chivo” (lo mínimo con lo que se puede alimentar una persona o familia). La gente lo conoce y le da desde uno a veinte pesos, y él agradece. Alguien le invita un coctel o una tostada y el Chivo acepta y se sienta con los demás a “compartir el pan y la sal”.

Interpreta con alegría el enjambre de canciones que se sabe de memoria, pero hay una que aún le sigue moviendo su viejo corazón: “Novia mía”. "Esa me requetemueve porque fue con la que conquisté a mi esposa, con la que voy a cumplir cincuenta años de casado”, confiesa.

Cuando no está masticando, las palabras le hierven en la boca:

–Ojalá nos acompañen a los Caminantes de Zacatepé y Jojutla o’ra en mayo. A mediados vamos caminando al cerro El Higueron, cerro del xoxotli, verdecito, a cumplir la tradición, la ofrenda al Huentle, los aigres. Vamos a pedir agua para que haiga temporal, elotes, maíz, frijol, calabaza. Antes éramos como ciento veinte, iban antes la televisión y el radio y música en vivo, ahora quedamos como treinta que salimos con ofrendas a las cinco y media de la mañana, de acá de Jojutla al Higuerón. Son dos horas de subida al cerro y allá llevamos la ofrenda en la cueva de las cruces. Llevamos la ofrenda de mole verde con pollo tiernito y tamales nejos. Hacemos el rezo en náhuatl y español. Ya en noviembre regresamos a agradecer con las cosas que nos trajo el temporal, si hubo maíz frijol, calabaza. Al Huentle le gusta el cigarro pero sin filtro y el chinchol, la cerveza, el aguardientes, la veladoras; le gusta la comida pero sin sal porque la sal lo desbarata.

Gumaro Núñez Miranda nació en Cuatzala del Progreso, Guerrero, pero desde que era un niño sus padres lo trajeron a vivir a Jojutla. Ha sido bolero, paletero, gelatinero; desde pequeño su padre le enseñó el oficio de herrero, que fue a lo que se dedicó, aparte del oficio de músico, que desempeñó desde muchacho (como desde los veinte años) tocando guitarra, maracas y perteneciendo a grupos y tríos de la región, hasta que comenzó a cantar solo.

Sobre su apodo (El Chivo), relata:

–Entré a la primaria y salí ya grande, a los dieciséis años terminé la primaria. Cuando era niño, todos andábamos a rape. Había un evento de box en lo que era el Cine Morelos, ahí andaba yo con mis amigos. Entonces el licenciado Valdez me dijo: oye pelón, súbete a darte unos trancazos con aquel, porque uno de los boxeadores no había llegado. Yo no quería pelear porque el oponente estaba muy grande, pero él me insistió mucho y me convenció de que si peleaba me iba a dar una tostada, una torta y una cocacola. Me pusieron unos calzonzotes, unos guantes enormes y me subí al cuadrilátero y le gané. Al boxeador que no se presentó ese día le apodaban la Chiva y la gente dijo que no había podido llevar a la Chiva pero le llevaron a un chivo, y desde ese día la gente me conoce como El Chivo.

Gumaro ve su agenda: tiene que ir a Zacatepec, al cumpleaños de una persona. Cobra 350 pesos por una hora de canciones y un poco más si se caracteriza como Paquita La del Barrio: se pone su vestido largo y una mañanita y a veces una peluca y canta sólo tres canciones de ella.

–Si es hasta Cuernavaca son mil cien pesos, porque mil para mí y cien para el hospedaje. Ya no me da tiempo para regresar a mi casa en Panchimalco.

Una vez que termina de comer da las gracias a todos y se pierde como un recuerdo por la calle Pensador Mexicano. 

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