Sociedad
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Se desplazan caballitos por inicio de remodelación de Plaza de Armas

Como una pintura del cubista español Pablo Picasso, los caballitos de José Luis Castro Ramírez quedaron amarrados y en pedazos a su diablo. El día de hoy no pudo instalarse, como todos los días desde hace más de 40 años, a un lado del asta bandera, porque los peones comenzaron despedazar los andadores de las jardineras del zócalo.


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Al retratista de caballitos José Luis Castro no le avisaron que día comenzarían las obras y anduvo detrás del subsecretario de Asesoría y Atención Social del gobierno del estado, Jorge Meade González, hasta que le dijo que necesitaba un espacio para poder trabajar.

“Póngase ahí”, le dijo el funcionario, señalando un sitio frente al lugar que ocupa todo los días el fotógrafo, el cual respondió que ahí no porque se pone el de los chicharrones y se va a enojar.

“Pues agarre el lugar que quiera”, le respondió Jorge Meade.

“¿No me van a quitar o multar los del Ayuntamiento?”, preguntó

“No. Si le dicen algo me va a ver a mi oficina”, le respondió, señalando el Palacio de Gobierno.

José Luis se dirigió al diablo donde tenía amarrado sus caballos y sus lonas, no muy convencido de que podría trabajar. Tiene tres caballo, uno grande, uno mediano y uno chiquito, para los niños pequeñitos; todos de fibra de vidrio. “Tengo más en mi casa, pero ahora sólo traigo los tres”, dijo.

El trabajo de retratista es difícil. El señor Castro relató que los domingos, que es el día más “movido”, llega a sacar hasta 25 fotografías (a 30 pesos cada una) y que sus principales clientes son turistas.

Mencionó que antes que comenzarán los graves problemas de inseguridad, venía mucha gente de Morelos que vivía ya en Estados Unidos para tomarse la foto con él, para que la gente de allá conociera México, el lugar donde esta gente nacía o para que los hijos de estas personas conocieran México. “Antes venían muchos artistas. Jorge Rivero venía mucho por acá a retratarse con sus amigos”, comentó en una entrevista que se le realizó en 2012.

Ahora nadie va a querer venir a tomarse fotografías porque ven que están levantando el cemento y las piedras brincan y pueden lastimar a alguien.

Para José Luis, quien tiene 68 años de edad, va a ser una temporada muy difícil porque en el tiempo que dure la remodelación habrá poco trabajo o no habrá nada. Él lo sabe porque ha sobrevivido a todas las modificaciones que han hecho los gobiernos en Plaza de Armas y en todo el zócalo de Cuernavaca, que “son como unas cuatro o cinco, desde hace cuatro décadas”, explicó:

“Antes había un jardín que era muy bonito, que era el Jardín de los Héroes. Había una fuente que era histórica, tenía un leoncito que echaba agua por su trompa. Eso era muy bonito. Estaba la Casa de Moneda. Esa parte era muy bonita, era como un pueblito. Pero después la hicieron una plancha de cemento, con el asta bandera en medio, no estaba ese palacio, ese palacio es nuevo, lo inauguró (el gobernador) Felipe Rivera Crespo.

José Luis Castro Ramírez aprendió la fotografía con su padre, un aficionado que compró una cámara a un extranjero que andaba de visita en la capital morelense y con esa enseñó a sus hijos: “En aquel tiempo llegaba mucho americano a Cuernavaca y una vez le compramos una a un gringo, una 6.20, parecida a la 120. Ya la revelada la aprendí con una amigo que estudiaba la universidad en México”, recuerda.

También dijo que es el único retratista que queda en Plaza de Armas. Antes “había más fotógrafos, después quedamos tres, después dos y ahora yo solo. Soy el que tiene más años aquí. Hace unos años murió el fotógrafo más viejo, don Felipe Álvarez de la Rosa, que duró 60 años en este oficio, fue el más antiguo, pero ya murió”.

La fotografía de caballitos y paisaje era muy solicitada a principios del siglo pasado, quizá porque había menos ciudades, pero en la actualidad hay poca gente que se retrata, y este personaje (el retratista de paisaje o de caballitos) quizá sea el último recuerdo del espacio rural (“el campo”) en las ciudades.

José Luis Castro Ramírez toma su diablo y avanza con todo y caballos por los corredores de los jardines de Plaza de Armas, entre el ruido seco y molesto que causa el marro sobre el cincel de metal y la punta de éste sobre el cemento que se despedaza. Todo el azul del cielo entra por el ojo de fibra de vidrio del equino.

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Máximo Cerdio

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