Él es intérprete de las canciones de Javier Solís. En su actuaciones se enfunda una máscara con la forma de un balón y con ello le rinde homenaje a los ídolos que han marcado épocas en la memoria de México. “El balón que canta” se hace llamar y así está registrado en la Asociación Nacional de Actores (ANDA).

Como surge su nombre

“Desde los 13 años me gusta cantar. Antes me anunciaba como ‘La Máscara que canta’, así actué en el teatro Jorge Negrete y el Lírico. Pero hace como 20 años, en la fiesta para celebrar los 75 años como actor de Polo Ortín y en los 73 de existencia de la ANDA, el dirigente de carpa y circo, que no recuerdo en este momento su nombre, me dijo ‘Tú no eres la máscara que canta, eres el balón que canta’. Y me gustó eso porque ese nombre puede llegarle a más personas, así que comencé a usar el nombre con el que me presentó desde entonces”.

Alfonso nació en el barrio La Lagunilla del centro de la Ciudad de México, a cuadra y media de la Plaza Garibaldi.

Tiene 73 años pero se ve muy joven y fuerte, hizo fisicoculturismo, box, lucha fútbol. “No fumo cigarros ni bebo alcohol, y nunca, bajo ningún motivo, tomo líquido frío en ayunas, cuido mucho mi voz”, aseguró.

“Yo solo estudié hasta tercer año de primaria. Laboré toda mi vida en oficios diversos como ayudante. Trabajé en una tienda de vestidos con un judío en el centro de la ciudad, pero no me alcanzaba. Tenía yo 19 años de edad cuando me fui a Estados Unidos y trabajé en dos restaurantes en Disneyland. Ahí estuve y me querían dar carta de residencia, pero me regresé porque extrañaba a mi familia. Siempre me gustó el comercio. Hace 35 años tuve tres fábricas de ropa para niñas, le vendía a las cadenas, de contado, por ejemplo a Almacenes García. Era demasiada presión la que yo tenía y había mucho riesgo es esos negocios, mi salud me importaba más, por lo que vendí las fábricas y me dediqué al comercio en pequeño, desde esa época a la fecha he vivido de eso”.

En él habitan muchos

El cantante es un remolino de símbolos y recuerdos de épocas doradas del fútbol, la lucha libre y el box. Reconoce que el más grande jugador que ha dado México y tal vez el mundo es Hugo Sánchez.

Los más grandes luchadores son El Santo, Salvador "Gory" Guerrero y el Cavernario Galindo. Entre los boxeadores están Kid Azteca, el rey del gancho al hígado, Rodolfo el “Chango” Casanova, Rubén “El Púas” Olivares y en el ámbito musical Javier Solís es el grande entre los grandes. Su carrera duró nada más diez años, grabó 375 canciones, pero es uno de los cantantes más famosos de la historia en México.

“La voz de Javier Solís es única. Tiene textura, tiene proyección, hace vibra a la gente, más a las mujeres, es potente. El único que más o menos le llegó fue Pedro Infante, quien vivía las canciones, cuando tenía que llorar lloraba. Otras voces importantes son Toña la Negra, Pedro Vargas. Antonio Aguilar lo dijo en su tiempo, de entre él, Luis Aguilar, Miguel Aceves Mejía, Javier se la llevaba: ‘Órale, chaparro, para lo que naciste’, le dijo a Javier Tony Aguilar”.

“Mientras Vicente Fernández grita, Javier encanta”, dice el intérprete enmascarado.

Todo sobre Javier

Alfonso Ugalde Celada conoció personalmente a Javier Solís, aunque nunca pudo platicar con él y relata algunos sucesos que marcaron su vida.

Javier trabajó en todos los centros nocturnos y teatros de la Ciudad de México. En el Teatro Lírico estuvo mucho tiempo, incluso en una época usó en sus presentaciones un antifaz negro.

Allá por 1960, Javier Solís (Gabriel Siria Levario) cantaba en el Salón Guadalajara de Noche, imitaba a Pedro Infante, quien falleció en 1957.

“Yo lo miraba salir por las madrugadas porque a esa hora iba yo por la leche, era bajito, como de un metro sesenta y dos, como yo. Quien fuera primera voz del trío Los Panchos, Julito Rodríguez, invitó a grabar a Javier Solís para la disquera CBS, pero no con canciones de Pedro sino ya con su voz. En 1959 grabó en un sencillo la canción ‘Llorarás, llorarás’, pero fue hasta 1960 cuando grabó ‘El loco’, y ‘Sombras’, aunque el sencillo de ‘El loco’ fue la que pegó más”, platica Alfonso.

La memoria de una ciudad

De acuerdo con Ugalde Celada en la década de los años sesenta en Garibaldi había un sastre al que le decían “El Charro”, muy famoso porque le cortaba a las grandes estrellas de ese entonces como Antonio Aguilar, Flor Silvestre, Lola Beltrán

“Javier Solís lo conoció en la colonia Obrera y en Garibaldi siempre pasaba a saludar al Charro y le decía que le hiciera un traje negro de charro, que se lo diera barato porque no tenía dinero, no le alcanzaba lo que ganaba. Pero el sastre, que lo conocía muy bien y sabía del potencial de Javier, le respondía que en pocos años sería muy famoso y ganaría mucho dinero para que se mandara a hacer un traje de lujo sin pedir rebajas. El día llegó y Javier se mandó a hacer un aquel traje de charro tan anhelado”.

Hay un retrato que se empleó para algunas portadas de discos de esa época, en ella está Javier de cuerpo entero con ese traje de charro, con un sombrero negro en las manos. Muchos años después de muerto Javier Solís, Alfonso, “El balón que canta”, usaría esa foto para montarle su rostro enmascarado e imprimir sus tarjetas de presentación.

Otra de las anécdotas sobre el Señor de las Sombras fue que cada que Javier Solís se presentaba en televisión con Jacobo Zabludovsky, quien vivió en el famoso barrio de la Merced, al finalizar las entrevistas le preguntaba: “¿Me vas a cantar mi canción?” y Javier le decía “claro que sí, maestro”. Y comenzaba a interpretar: “Después de tanto soportar la pena de sentir tu olvido…” era “Cenizas”, la que le gustaba a Jacobo.

Más de una década viviendo en esta ciudad

Desde hace 13 años Alfonso Ugalde Celada radica en Cuernavaca. Su hermano Carlos Celada vivía en esta ciudad y vino a vivir con él, lamentablemente murió hace cuatro años y Alfonso se fue a vivir en la vecindad de La Coronela, administrada por la esposa de su hermano:

“Mi madre nació en Cuernavaca, se llamaba Carmen Celada Ramos. Mi abuelo fue general de división en Morelos y mi abuela se llama Ana Ramos. Yo tengo seis hijos que ya hicieron su vida y son independientes. Soy viudo y trabajo como comerciante para mantenerme y vivo en La Coronela”, expuso.

La Hora del pueblo

El 27 de octubre de este año, Alfonso llegó antes de las 6 de la tarde al Jardín San Juan localizado en avenida Morelos y la calle Santos Degollado. Se apuntó en la Hora del Pueblo y le tocó el número 12 de una lista de más de 20.

Cuando llegó su turno, sonaron los metales en la noche y los versos de Tomás Méndez invocaron a las auroras que son puñaladas con “Las rejas no matan” en la voz de “El balón que canta” y de Javier Solís.

La gente esperaba ese timbre que cautivó a las mujeres en los años sesenta.

“No me gusta la pista, yo no canto como Javier Solís. Canto con él, lo acompaño”, había dicho el enmascarado antes de entrar al escenario.

En seguida ambos remataron con “Espumas” del colombiano Jorge Villamil.

Al final, el público aplaudió como si hubiera oído al mismísimo Señor de las Sombras.

Enseguida tocó el turno para otro intérprete y después para los siguientes.

Una vez que todos actuaron para el montoncito de asistentes que acudieron al programa tan popular, la gente se retiró a sus casas y entonces llegó el silencio y se acostó a dormir en una de las bancas de cemento de las jardineras del parque.