El miércoles 12 de agosto, en la esquina de Alta Tensión esquina con Hernán Cortés, Miguel Enrique Becerril Olivares y Hugo Leonel Carreño Aldama, jefe del departamento de Acopio Canino y médico veterinario de Control de Fauna del ayuntamiento capitalino, respectivamente, se llevaron al Grifo, al Meco, a Whisky, al Capitán y al Manchas. Los capturaron arrojándoles dardos para dormirlos y los pusieron en una camioneta. No fue fácil, porque muchos automovilistas les mentaron la madre con el claxon de sus carros y dos vendedores ambulantes, un hombre y una mujer de nombre Alejandra Flores Asencio, que dijeron ser los dueños de los ladrantes, se opusieron, y también una mujer de nombre Patricia Avilés que pasaba por ahí y que se bajó, reclamó.

El preso número seis.

Los trabajadores dijeron a los inconformes que si querían rescatar a los perros debían presentar certificado de vacunación contra la rabia y pagar una multa porque los animales andaban deambulando sin cadena ni collar en la vía pública y porque había al menos tres reportes de vecinos de que esos cinco canes habían atacado a los transeúntes y mordido a una niña. Mencionaron que se estaba violando la Ley de Fauna y la norma federal 033.
El 12 de agosto los cánidos fueron enjaulados en el centro de Acopio Animal, a un lado del rastro municipal. Como no sabían cuál de los cinco animales había mordido, todos permanecerían 10 días bajo observación y después los matarían para revisar en sus cerebros si había el virus de la rabia.

Ladrantes en los separos

El lunes 17 de agosto a eso de las dos de la tarde, Grifo, Meco, Whisky, Capitán y el Manchas aún permanecían dentro de las breves celdas de la estancia canina. Estaban enroscados como víboras o como borrachos crudos que habían sido metidos ahí por pleitos de cantina.

Delfino Toledano Alfaro, director de Control de Fauna, dijo con mucha seguridad que los cinco serían sacrificados porque ocurre con mucha frecuencia que la gente de las colonias deja a sus perros en la calle, cuando se realizan operativos van por ellos y los capturan, y la gente se opone con piedras y machetes, o insulta y reclama, pero muy pocas veces los que se dicen dueños de los animales los van a sacar porque deben pagar una multa de tres salarios mínimos (doscientos pesos aproximadamente). "De treinta perros que traemos al mes porque andan deambulando en la calle y que al parecer tienen dueño, sólo reclaman y se llevan a uno: dicen que quieren mucho a sus mascotas pero no pueden pagar doscientos pesos para sacarlos”, expuso.

Perros encarcelados.

Diez minutos después de las dos de la tarde llegó Patricia Avilés, quien llevaba en la mano unas correas y collares nuevos, sintéticos; la acompañaba su esposo Carlos Arturo Quiroz Mújica (ex candidato a diputado por el Partido Socialdemócrata por el Distrito IV, quien pagó la multa por los cinco perros). También iba Alejandra Flores Asencio, otra mujer mayor, una niña y un hombre. Iban en un coche compacto. Detrás llegó un médico veterinario con unas jeringas y personal de Acopio Animal.

Los canes aún no habían visto a sus dueños y comenzaron a aullar dentro de la perrera.

–Los animales no le hacen daño a nadie, a veces corretean como todos los perros. Están con nosotros desde que cabían en nuestra palma de la mano y estaban ciegos. No podemos dejarlos en la casa porque estamos todo el día en la calle, vendemos y vivimos de eso, de vender, además no son perros jóvenes, ya son perros viejos. No sé porque nos los quitaron, no muerden, sólo nos acompañan –expuso Alejandra Flores-, con unos papeles en la mano en donde constaba una responsiva y una constancia de pago por mil pesos.

Miguel Enrique Becerril Olivares afirmó que a pesar de que no presentaron constancia de vacunación contra la rabia les habían entregado a los perros con esa responsiva. “No fue lo mejor, los perros se tendrían que quedar por diez días bajo observación por seguridad de los dueños, pero no quisieron y se los van a llevar bajo su responsabilidad”, dijo.
Patricia Avilés, por su parte, dijo que un médico veterinario de nombre Guillermo Peredo los iba a vacunar contra la rabia, los iba a desparasitar y los iba a esterilizar.

El rescate perruno

Cuando los dueños entraron a la perrera los animales ladraron felices: los habían salvado de una muerte segura.

Un veterinario los fue sacando de las rejas uno por uno, con ayuda de los dueños. Los vacunaban contra la rabia y les ponían un collar y una correa, después el hombre que los acompañaba los llevaba jalando hacia el auto y los metía en la cajuela abierta. Uno de ellos de plano se subió a los brazos de su dueña como niño chiquito y así lo llevó hacia el coche.

Cuando todos estuvieron dentro, la cajuela fue cerrada con dificultad y los perros ladraron agresivos.

Antes de abordar el auto, Alejandra Flores agradeció a los rescatadores y dijo que cuidarían más de sus mascotas: “Vamos a dejarlos en la casa, aunque no están acostumbrados a estar con correa y encerrados”, explicó.

Perros en Google.

“Ojalá no los veamos nuevamente en la vía pública. Pueden ocasionar accidentes automovilísticos. Esos perros son unos animales con suerte, ya se iban a morir”, dijo Miguel Enrique Becerril, mientras veía cómo se alejaba el carrito con la gente y los animales.

Los cinco perros del crucero de Plaza Cuernavaca ya no están en la calle, ni se volvieron ceniza en el crematorio; seguramente están en sus casas, queriéndose quitar el collar y masticando la correa. Esa es otra forma de encierro, aunque es más segura, para ellos y para los peatones, y automovilistas que circulan todos los días por la cruz que forman las calles Alta Tensión, esquina Hernán Cortés.