Sociedad
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Frente a la tumba de su hijo Ángel pide justicia, no quiere vengarse

Ángel Rodríguez Argandar dice que al que ha perdido su esposa se le llama viudo, huérfano al hijo que perdió un padre. Pero para un padre que ha perdido a un hijo no hay nombre porque el dolor es tan grande que no alcanzan palabras para decirlo. Pide justicia por la muerte de su hijo, no quiere ejercer venganza.

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 En el panteón de la Leona este hombre de oficio tornero y de sesenta años, va a visitar a su hijo Francisco Rubén Rodríguez Salas. Su esposa, su hija y sus nietos le ayudan a limpiar el pequeño sepulcro de tierra con protección de ladrillo y dejan flores de diferentes colores encima y en los floreros: el rojo de las rosas entra por la nariz. En la placa negra de la cruz se lee: 29 de junio de 1983-23 de julio de 2012. Los niños juegan alrededor, sobre algunos sepulcros, y dos mujeres –madre e hija-, platican sentadas sobre una cripta.

–Ira: hay semanas enteras, mano, que no duermo, mira mis ojos, no me da hambre, ando cansado y sin ganas de hacer nada. Repaso y repaso la noche del tres y el cuatro de julio y el dolor, y luego la tristeza no me dejan dormir. Mi hijo, mano, el más pequeño, era mi amigo. Siempre andábamos juntos de acá para allá. Yo le enseñaba el oficio de tornero, como a mi otro hijo, el más grande. Francisco Rubén estaba aprendiendo y le echaba muchas ganas. Recuerdo la noche que me lo mataron. Fue allá, en donde vivimos, en la unidad habitacional de la colonia Ciudad Chapultepé, eran como las siete de la noche. Ahí estábamos, cerca de la casa, él estaba bebiendo una cerveza. Luego llegó una chava que se llama Yadira y lo llamó.

Él me dijo que iría porque su amiga lo estaba llamando y se fue. Quédate, le grité, qué chingados vas a hacer, pero se fue: las mujeres, pues. Cinco horas después, mi esposa me dijo que había recibido una llamada de mi hijo, que le avisó que tenía problemas, entonces yo agarré me puse mi pantalón y las botas y salí corriendo. Entonces en la calle había dos cabrones, uno era Augusto Ricardo Mata, que le gritaba a mi hijo, te voy a matar güey, te voy a matar, y yo le dije, mátame a mí hijo de tu puta madre a ver si es cierto; entonces Augusto Ricardo le gritaba al otro güey, compadre trae la pistola.

Yo esperé a los dos y mi chavo a los otros dos. De pronto, dos cabrones llegaron por el otro lado y nos agarraron a chingadazos a fuego cruzado. Yo pensé que esos cabrones traían fogón y dije, no hay pedo. Cuando me di cuenta mi chavo ya estaba en el suelo golpeado y cuando voltié me pegaron no sé con qué en la boca y me tiraron este diente de enfrente, entonces esos güeyes se abrieron.

Levanté a mi chavo y le dije vámonos. Y ya nos íbamos a mi casa en la calle Vicente Suárez, pensando que eso ya había acabado, íbamos por la avenida Castillo de Chapultepé. Yo llevaba a mi chavo y le ayudaba a caminar porque iba golpeado, de pronto escuchamos un rechinido de unas llantas de un carro y era Augusto Ricardo Mata y otro güey, otros que venían en el asiento de atrás, no distinguí bien, sólo a Augusto Ricardo. Habían ido a traer un coche Tilda y se dejaron ir a toda velocidad contra mi chavo y contra mí.

Yo pude evitar el golpe del carro pero mi chavo no y lo atropellaron a gran velocidad: como un muñeco de trapo mi chavo salió volando y cayó inconsciente y Augusto Ricardo Mata se dio a la fuga. A mi chavo lo llevaron al Hospital Parres inconsciente y el 23 de julio de 2012 murió por el golpe del coche –la nota del fallecimiento y la apertura de la carpeta de investigación HG01/401/2012 fueron consignados por La Unión de Morelos en la edición impresa del 25 de julio del 2012–. A mí el dolor de haber perdido a mi hijo no se me quita, no tengo consuelo. Casi todos los domingos venimos a dejarle flores y a estar un ratito con él, aquí, debajo de la tierra quedó algo mío, quedé yo, un pedazo mío, mano. El caso se está llevando en la Sala Dos, de los juicios orales, en la calle de Morrow, en el centro.

La jueza que lleva el caso, que no recuerdo su nombre pero que es chaparrita, morena y de pelo negro muy lacio, dijo que era homicidio calificado, pero después cambió y dijo que era culposo. El Ministerio Público, Armando Vargas, pidió una fianza de quinientos mil pesos para Augusto Ricardo porque se podía pelar fuera del país, pero la jueza dijo que no era necesario tanto dinero, que con 60 mil pesos eran suficientes.

El día 24 de julio va a haber una audiencia y seguramente lo dejarán libre porque tengo la sospecha de que ya le dieron dinero a la jueza. Hace poco mi abogado me pidió tres mil pesos, pero en vez de darle el dinero lo mandé a la chingada porque me ha dejado solo en las audiencias, no se ha presentado y ya llevo gastados ya más de 60 mil pesos que he conseguido con préstamos y no hemos conseguido nada.

Nosotros no somos los familiares del asesino de mi hijo, nosotros no tenemos que pagar nada, al contrario, el asesino o sus familiares deben pagar porque dejó huérfana a mi nieta, hija de mi hijo. ¿Cómo vas a confiar en la justicia, mano, cuando las autoridades se veden? Y uno ¿qué hace? A veces pienso que uno no tiene otra salida más que la venganza, pero por ai no va. Extraño un chinguero a mi hijo y no sé qué putas va a pasar.

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Máximo Cerdio

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