Nuestra relación de amistad tampoco tuvo lugar el día que nos dimos la mano en el bulevar Álvaro Obregón, de la Ciudad de México: él y sus hijos exponían alebrijes monumentales representando a Morelos. Yesenia me presentó. Mucho gusto: mucho gusto. También hice unas fotografías de sus obras y un reportaje que consignaba la falta de apoyo de la Secretaría de Cultura de Morelos a los artesanos para llevar y traer las figuras desde la comunidad de Tlatenchi, en Jojutla, Morelos, hasta la Ciudad de los Palacios. Me enteré que el Diablero tenía 52 años, que era cartonero desde el año 2000, que había sido maestro rural en Puebla y que un tiempo anduvo vendiendo libros y posteriormente, ya como cartonero, se dedicó a dar tallercitos y a la venta de piezas que él mismo elaboraba. (Hoy en día es maestro rural en su comunidad, y cartonero.)
El Diablo desde que era chiquito
En el patio de tierra de su casa-taller, en Tlatechi, había tirado algo así como el esqueleto inicial de una aeronave. Estaban hecho con tiras de carrizo que el artesano había ido a cortar previamente a las orillas del río Apatlaco, ese que el aire toma por la cintura y es bailado como a una muchacha morena del sur; lo había trasladado a su casa en su “burra” –bicicleta vieja– lo cortó en cuatro tiras, a las cuales limpió y mató el filo porque estaban como navajas amenazantes para su ágiles dedos.
Las uniones de la osamenta no estaban sujetas con mecate sino con tiras de papel –pasadas por engrudo, hecho con arroz– de bolsas de cemento que dejan tiradas en las construcciones los albañiles (que son unos diablos para eso de echar piropos). El cuerpo del gigante fue cubierto con engrudo y papel de todos los diarios que circulan en Morelos: una capa de letras, no más, para que las palabras ardan rápido y la maldad se consuma en un abrir y cerrar de ojos…
–Mis diablos no son precisamente malos, tienen una sonrisa de burla, son sarcásticos, panzones y sin cola. Se dice que en la época de la Colonia la iglesia usaba a los judas para evangelizar a los indígenas; que representaban a Judas Iscariote, la maldad, la traición, lo malo, y la quema era el triunfo del bien sobre el mal, por eso la figura era un diablo.
En Morelos, en tiempos antiguos, los comerciantes llenaban con mercancía al judas y el pueblo despedazaba a los muñecos y se queda con la mercancía. En algunos lugares al judas se le ponen cohetes pero acá no, aquí no tenemos esa tradición, ni el dinero, como en Xoxocotla, no somos pirotécnicos, nomás los quemamos, como si quemáramos todo el mal del mundo –explicó el cartonero nacido en esa comunidad de Jojutla.
En algunas partes de México la quema de judas ha sido prohibida porque con ello se ha ridiculizado a personajes políticos.
Aun cuando en el judas están representadas todas las cosas malas, de acuerdo con Jorge Luis Borges –Tres versiones de Judas– para salvar a la humanidad, Dios pudo utilizar a otros personajes para sus designios como a Alejandro o a Pitágoras o a Rurik o Jesús; sin embargo usó a Judas Iscariote (del heb. îshQerîyôth, "hombre de Queriot", una ciudad al sur de Judá, entre Beerseba y el Mar Muerto) quien cumple la voluntad de Dios “traicionando a Jesús”, es un instrumento, es víctima en vez de ser victimario. Hay que recordar que Judas, se ahorca en señal de arrepentimiento.
Dios y el Diablo
De entre las figuras que elabora en cartón como máscaras, alebrijes, angelitos, calacas, muñecas y otras formas, Alfonso Morales tiene predilección por el chamuco. Son muchos los que han salido de sus manos, tantos que quizá sea posible habitar con ellos un mínimo pero digno infierno:
–A mí siempre me ha gustado hacer diablos, no sé cuántos diablos he hecho, chiquitos, medianos, grandes.
A Dios le bastaron seis días para crear al mundo, pero hacer un infierno cuesta más trabajo cuando sólo se es un mortal: al cartonero le llevó cuatro semanas crear al chamuco que entre los artesanos alcanzaría un valor comercial de más de seis mil pesos:
–Me ayudan mis hijos y a veces mis nietos, pero gran parte del trabajo lo hago solo. Me ayudan, sobre todo, a pintarlo.
A eso hay que agregar que el artesano no recibió apoyo económico ni del gobierno ni de otras instancias, lo hace por el interés de que la gente, sobre todo los niños y jóvenes, retomen estas tradiciones.
El jueves 2 de abril el Diablero terminó al chamuco y en una camionetita del Ayuntamiento lo transportó al zócalo de Jojutla. El judas quedaría colgado de un alambre entre las oficinas de la comuna y el kiosco.
El sábado de Gloria
La tradición cristiana rememora el Jueves Santo la Última Cena de Jesús con sus apóstoles; durante el Viernes Santo se realizan representaciones del Vía Crucis (o camino a la cruz) desde que Jesucristo es condenado a muerte hasta el momento en que es crucificado y sepultado en el sepulcro. Durante el Sábado de Gloria, día entre la muerte y la resurrección de Cristo, se procura solemnidad y respeto. Finalmente, el Domingo de Pascua se celebra el máximo evento para los cristianos: la Resurrección.
En Jojutla, el sábado 4 de abril desde las seis de la tarde el gigante rojo causa gran expectación frente a la presidencia municipal. La gente poco a poco se comienza a amontonar alrededor del monigote.
Los niños escanean con curiosidad de gato al chamuco tatuado con ángeles e iconografía de la región como la flor de cacalozuchitl y otros motivos tomados de los portones de la Iglesia de Guadalupe, del siglo XVII. Algunos cogen de la mano a sus padres. Es de cartón, lo saben, pero nadie les asegura que de un momento a otro pueda comenzar a moverse y convertirse en algo real… Lyah se destraba de las manos de su madre y sale corriendo asustada. Desde abajo hacia arriba, la mirada camina como una tarántula hacia la panza y sube hasta los cuernos que amenazan con reventar la oscuridad del cielo: cinco metros con veinte centímetros de la uña del dedo gordo izquierdo hasta la punta del cacho derecho.
A las 19:50 horas, y unas vez que llegan los bomberos con un extintor del tamaño de un cigarro para Satanás.
No hay un programa cultural por motivo de la quema del judas, como algunas personas lo habían solicitado. Ningún funcionario público del Ayuntamiento asiste a la quema: quienes los han visto saben que carecen de sensibilidad para la mayoría de los temas, especialmente para las cuestiones culturales: tienen la piel más dura que el de una iguana vieja y es más fácil sacar sangre a una piedra que sacarle un peso a ellos.
Del lado derecho del demonio hay un evento sobre las mujeres y el voto, del izquierdo, detrás del kiosco, hay un festival de luz y sonido religioso del Santuario Evangélico Pentecostés: “Nada se iguala a su amor”, se lee en unos pendones.
A estas horas, la luna es la yema de un gigantesco huevo en el cielo.
El Diablero toma un micrófono y comienza a explicar a las gentes oscuras la tradición de la quema del judas y algo sobre el trabajo de cartonería. En seguida, le da la palabra al mismísimo Luzbel:
–Acá estoy, formado con carrizo, papel y engrudo. Soy el diablito mitotero, que de alegre peco. Aunque sabe cuáles son mis pecados, no estoy acá para pagar mis culpas de las que culpable no soy, fue mi estilo ser así. Yo también soy malquerido, porque soy traidor, mentiroso, avaro, lujurioso, acaparador, ambicioso de poder, pero eso es lo que piensan, pero nadie ha comprobado que así soy. Pero bien mírenme, mírenme en este cuerpo esplendoroso, en este cuerpo que me hizo un cartonero y que hoy iluminaré este lugar con gran fulgor para quemar mis pecado y estar purificado. Pero antes quiero dejar muchos de tantos al candidato que mejor campaña haga, para presidente municipal, diputado local o federal. Hasta pronto...
En medio de un calor infernal que casi se puede palpar el Diablero pide a un amigo suyo, Jesús Jiménez Adame, que prenda lumbre al chamuco. Con una vara que en la punta lleva un papel encendido Jesús incendia la boca y las manos de satanás, y éste arde a 451 grados Fahrenheit. Hay un leve olor a combustible que sabe a azufre.
Dentro de los ojos de las personas el fuego es un animal de múltiples formas que poco a poco va consumiendo a Belcebú. Algunos oscuros rostros se iluminan.
El Diablo se carcajea hasta que la última chispa se deshace en la noche de Jojutla.
El Diablero sonríe, el colmillo le brilla. Es posible que mañana, domingo, un Dios perdonavidas comience a construir, una vez más, un mundo diferente.