Los hechos ocurrieron a las 20:15 horas cuando un joven, que no quiso dar su nombre, se dirigía a una tienda cuando encontró a un hombre tirado en la banqueta en la avenida Álvaro Obregón a la altura del puente Solidaridad (o Independencia).
El muchacho de unos 25 años, aproximadamente, auxilió al hombre y, ayudado por otros dos jóvenes que se le acercaron, lograron que la persona caída volviera en sí y se sentara recargándose en un poste.
Sobre Álvaro Obregón iba pasando un policía vial en la motocicleta 07385, quien de inmediato se acercó al lugar de los hechos y solicitó los servicios de una ambulancia.
Los curiosos rodearon al hombre sentado.
Mientras la ayuda llegaba, el oficial –de nombre Mauricio Muñoz– preguntó algunos datos al afectado: Pedro, 80 años, con residencia en Emiliano Zapata, vive solo; trabaja en H. Preciado 199 A, Conjunto San Antón; como velador y jardinero; trabaja 12 horas diarias y le pagan cincuenta pesos diarios y se dirigía al centro, a tomar una ruta para ir a su casa cuando se sintió mareado y con ganas de vomitar.
El hombre llevaba una gorra sucia, como toda su ropa. Sus ojos pequeños brillaban con la luz de los coches que pasaban con rapidez por la transitada avenida y se detenían en el semáforo. Respiraba con dificultad y quería incorporarse, pero los jóvenes y el oficial le dijeron que se calmara un poco porque podría caer de nuevo.
Su mochila estaba a unos metros y estiraba la mano para cogerla. El policía le pasó la bolsa, que el anciano apretó contra su pecho.
Quince minutos después llegó la ambulancia rompiendo la oscuridad con su torreta y su sonido de accidente. Dos paramédicos, una mujer y un hombre, bajaron de ella. De inmediato atendieron al anciano. Le ayudaron a quitarse el suéter, la mujer le checó la presión, después le puso un aparato para checar sus niveles de glucosa en la sangre.
Mientras el oficial llamaba a un celular que el anciano le había dado y el cual nadie contestó, el paramédico preguntaba enfático:
–¿Qué día es hoy?
–Miércoles.
–¿En qué mes estamos?
–Abril.
–¿Hace cuánto probó bocado, comió?
–Hace como nueve horas.
Hipotensión…
¿Tiene servicio médico?
–Sí
–¿De qué tipo?
–El popular.
Señor Pedro: lo vamos que tener que llevar para que se recupere bien, porque no anda usted bien y se nos puede desmayar.
El paramédico fue por la camilla mientras los jóvenes y el policía ayudaban al hombre a acostarse. El anciano no dejaba su mochila y se la puso a un lado. Lo subieron y lo trasladaron hasta que estuvo dentro de ambulancia.
–No se preocupe, don Pedro, va a estar bien –le dijo el policía.
El paramédico se puso al volante y la mujer cerró las puertas traseras y se sentó a un lado del paciente.
Los curiosos se retiraron.
La ambulancia arrancó rumbo al Hospital José G. Parres con don Pedro, su soledad, su hambre y su mochila adentro.