En este momento, en el que aumenta la incidencia del dengue y en plena temporada de lluvias, el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) reanudó la realización de sus Seminarios Institucionales, eventos por medio de los cuales funcionarios e investigadores de dicha institución comparten y difunden los últimos avances y hallazgos científicos obtenidos en sus respectivos ámbitos de especialidad sobre temas de prioridad nacional en materia de salud pública. En este caso, abordaron los estudios más recientes en torno al dengue.
Durante el seminario “Perspectivas actuales para el control y prevención del dengue en México”, participaron el director general del INSP, el doctor Mario Henry Rodríguez López; el doctor Américo Rodríguez, director adjunto del Centro Regional de Investigación en Salud Pública (CRISP); Juan Eugenio Hernández Ávila, director adjunto del Centro de Información para Decisiones en Salud Pública (CENIDSP); Rogelio Danis Lozano, jefe del Departamento Salud Poblacional y Ambiente del CRISP, y José Luis Torres Estrada, investigador en ciencias médicas del propio CRISP.
En este marco, el doctor Américo Rodríguez habló sobre las perspectivas para el control de vectores del dengue en México, advirtiendo que la transmisión de “esta enfermedad tiene lugar no sólo en países del tercer mundo, sino que también se han reportado casos autóctonos en naciones de Europa y en el estado de la Florida, en los Estados Unidos. Frente a la ausencia de una vacuna y de alguna terapia antiviral comercialmente disponibles”, señaló, “la prevención de brotes epidémicos de dengue se lleva a cabo mediante el control de mosquitos (Aedes aegypti y Aedes albopictus) transmisores (vectores) de la enfermedad, el cual puede ser de distintos tipos: químico (basado en el uso de insecticidas), biológico (uso de enemigos naturales o patógenos de insectos), etológico (manipulación de algunos aspectos del comportamiento, por ejemplo mediante el uso de atrayentes o feromonas), manejo ambiental (modificación y manipulación de factores ambientales) y manejo integrado de vectores (integración de varias de las estrategias antes mencionadas), que es el más deseable.
Sobre el control químico, el doctor Américo Rodríguez advirtió que cuando no se hace un buen uso de insecticidas se puede caer en un círculo vicioso que incremente la resistencia de los vectores y ello, a la vez, la cantidad de insecticida requerida. De ahí la necesidad de buscar estrategias biológicas orientadas a identificar microorganismos y productos con potencial para desarrollar bioinsecticidas que puedan utilizarse en el control de insectos vectores de enfermedades, como es el caso de varias cepas de hongos nativas de México, que infectan y matan efectivamente a los mosquitos, resultando útiles en el manejo de resistencias a insecticidas. Finalmente, el director adjunto del CRISP destacó la importancia del uso de bioinsecticidas en salud pública como alternativa para sustituir o complementar los insecticidas químicos en programas de control de vectores, y mencionó como necesidades, entre otras, el desarrollo de nuevas técnicas rápidas y económicas para la detección de resistencia a insecticidas; la integración del monitoreo de resistencia a un sistema de información geográfica, para la toma de decisiones en el control de vectores y el replanteamiento de estrategias basadas en enfoques comunitarios”.
El doctor José Luis Torres Estrada afirmó que el principal reto de cualquier método de control es lograr la participación comunitaria, lo cual sólo es posible por medio de la sensibilización, la concienciación y la educación, la cual puede venir de los niños a los adultos. En cuanto a los grupos etarios en los que se presenta el mayor número de casos de dengue, indicó que son aquellos de 5 a 15 años, y éstos normalmente pasan mucho tiempo en las escuelas.
Al respecto, el investigador habló del programa “Escuelas sin mosquitos”, orientado a capacitar a niños de escuelas primarias sobre la enfermedad y las medidas de prevención, para que éstas sean llevadas a cabo en sus escuelas y casas. El doctor Torres explicó también que las emanaciones de los niños, sobre todo cuando regresan del recreo, sudorosos, generan dentro del salón de clase un “ecosistema de olores” propicio para la atracción de los mosquitos transmisores del dengue. Gracias al programa, se logró una reducción de escuelas positivas a mosquitos vectores del 65% al 0%, en virtud del conocimiento que adquirieron los niños sobre el control y prevención de la enfermedad. No obstante, el especialista señaló que si bien en las escuelas los niños tuvieron una participación entusiasta y efectiva con el apoyo de los profesores, con lo que se logró reducir a cero los niveles entomológicos en los centros de enseñanza, estos solo tuvieron una reducción del 30% (en la primera evaluación) al 80% (para la segunda) en las casas, pues allí encontraron poco apoyo y participación de sus padres, además de que en los hogares el agua se guarda principalmente en tanques, recipientes que los niños no pueden limpiar o controlar por sí mismos. Esto propició que, a manera de refuerzo, se realizaran pláticas con los padres de familia para reactivar su participación. La conclusión, señaló el investigador del CRISP, es que los niños pueden reducir el riesgo de contraer el dengue en las escuelas, mientras que en las casas necesitan el apoyo de sus padres, por lo que se requiere realizar campañas que incentiven y motiven la participación comunitaria.