Ha negado quince viajes desde que empezó la pandemia.
Cuando empezó la emergencia sanitaria, Pedro se negaba a creer en la existencia del covid-19, pero cuando se enteró que los familiares de sus amigos se contagiaron y fallecieron, empezó a protegerse con el cubrebocas y a desinfectar los billetes y monedas que recibe de sus clientes.
Para mayor protección contra el virus tomó la decisión de negar el servicio de taxi a las personas que no llevaran puesto el tapabocas, para evitar contagiarse. Sin embargo, por esa determinación recibió agresiones verbales de los pasajeros; incluso, algunos clientes le cancelaron el viaje.
“Es difícil lidiar con los clientes porque algunos no lo quieren usar y cuando les digo que no los puedo llevar sin cubrebocas, se molestan y se bajan del carro. Otros responden con groserías fuertes. Yo les digo que me pueden multar y ellos no lo entienden”.
Pedro afirma que hasta el momento ha negado al menos quince viajes, aunque en los últimos meses la gente ha hecho conciencia y lleva el cubrebocas en la bolsa de su pantalón o bolsa de mano, en el caso de las mujeres, y se lo coloca cuando aborda la unidad.
Trabaja de seis de la mañana a las once de la noche y con mucho esfuerzo reúne entre 200 y 300 pesos, libres de cuenta y combustible, porque dice que en tiempos de pandemia la gente que sale utiliza el transporte colectivo porque es económico.
Además, señala que por la inseguridad evita viajes a colonias como la Carolina y la Estación en Cuernavaca, y la Josefa Ortiz en Jiutepec porque, según le dijeron sus compañeros, han registrado asaltos en esas zonas.
“La inseguridad también está fuerte y uno sube a cualquier tipo de gente porque no estamos para escoger a los clientes. No hay de otras más que arriesgarse”.