Enfrentar una estampida de elefantes africanos debe ser una locura, cada uno de estos paquidermos puede llegar a pesar seis toneladas, y en huida corren hasta 40 kilómetros por hora. Se imaginan plantarse ante una desbandada de cinco de estos mamíferos, algo así como pararse de frente a una masa bruta de 30 toneladas avanzando, una barbaridad.
En los trayectos que de manera habitual hago de Tepoztlán a la Ciudad de México y viceversa hay un tramo que inicia cuando te desvías de la carretera federal 95 rumbo a Cuautla; ahí tomo la 160 llamada “La Pera-Cuautla” qué, de solo dos carriles, tiene breves y escasos acotamientos en sus ocho kilómetros antes de llegar a la caseta. Este trecho tiene muchas curvas y pendiente de bajada, por ella transitan miles de autos y transportes pesados; estos últimos, al pasar la caseta continúan su traslado de carga con rumbo a Puebla y otras ciudades.
Hace algún tiempo regresaba de la ciudad con dirección a este bello pueblo. En la carretera federal no subo la velocidad a más de 120 k/h, y aunque es una buena autopista, segura, amplia, y el auto que conduzco es estable, siento miedo de la velocidad, prefiero sentirme seguro. Así, al tomar la 160 bajé la velocidad y veo una fila de camiones de carga y autos, un tráfico normal, pero el ansia de seguir o llegar hace que algunos autos intenten rebasar, tarea que implica mucha atención, experiencia y cautela en extremo. Pero no bastaba esta fila hasta que un viejo camión detuvo de manera insufrible el flujo del resto, fue entonces que en una pequeña recta pude pasarlo y aceleré hasta alcanzar unos 80 k/h.
Más adelante agarré una curva hacia la izquierda que está bordeada del lado opuesto a mi sentido por la cordillera, dejé ir el auto con el peso natural de bajada, y entonces, ahí, frente a mí veo una estampida de cinco elefantes africanos sobre mi carril, en el otro, a la par, venían otros cinco: dos tráileres osaron competir pues el más veloz invadió el carril contrario para superarlo, lo absurdo es que se le ocurrió hacerlo en plena curva.
La adrenalina de ver a estas moles de frente fue poderosa, pues un tráiler llega a pesar hasta 40 toneladas; la reacción fue inmediata, no piensas, actúas. Había dos opciones: arrojarse al vacío del lado derecho, o esperar el impacto ciego. Pisé el freno por instinto y afortunadamente apareció un arcén, espacio al margen de la carretera en el cual pude meter el auto. Los cinco elefantes que venían sobre mi carril pasaron a mi lado a buena velocidad, y como son animales salvajes no se detuvieron, sobreviví gracias a un angosto tramo adyacente.
Uno nunca sabe que puede pasar cuando te subes a un auto, a veces te enfrentas a personas alocadas, ofuscadas o alcoholizadas que se matan y matan inocentes, otras a rápidos y furiosos motociclistas que arriesgan sus vidas a costa de los otros, y en ocasiones, cómo esta, te salen elefantes africanos en plena estampida.
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