Siempre miraba de frente, esperando a alguien o algo, huyendo de alguien o de algo…
Hay personas a las que no les interesa que los demás sepan que existieron. Así fue Juan o al menos así aparentó ser.
Pocos recordarán a un hombre de 84 años de edad, delgado, bajito, ojos azules o verdes. Vivía solo, aunque lo conocían en San Antón, al parecer nada más tenía una hermana en la Ciudad de México que no lo frecuentaba.
Muy pocos lo van a recordar con su bolsa de manta, yendo a la tienda de la esquina, ajeno, como evitando cualquier saludo o plática que fuera más allá del instante.
-¡Juan! -lo saludaba cuando lo veía y él solo contestaba con un “hola”, sin detenerse.
El hombre fue emigrante, vivió en Estados Unidos, al parecer en Nueva York, allá trabajó gran parte de su vida en un hotel y se jubiló.
“Vino a Cuernavaca hace más de diez años y compraron aquí. Vivía él, una mujer un poco más joven y una jovencita con una niña; estuvieron viviendo ahí como un año o menos, luego las mujeres y la niña se fueron a otro edificio que queda sobe la misma calle de H. Preciado. Juan se quedó solo desde entonces y algunas veces lo visitaban las mujeres que habían vivido con él”.
Hace dos meses no salió en tres días. El portero le fue a tocar y nada, pero una tarde pasó por la puerta principal y pidió que hablaran a una de las mujeres que viven en el otro edificio porque se sentía mal. Tenía rotas varias cotillas y una lesión en el pulmón: se había caído. Estuvo dos o tres meses en el hospital, casi nadie se enteró.
El Jardín Juárez ubicado en el centro de la Ciudad es un lugar de reunión de un grupo numeroso de ancianos. Muchos viven en colonias retiradas, solos o con sus familias y llegan al jardín a buscar a sus amigos y amigas. El día que abrieron ese lugar al público después de permanecer varios meses cerrado por el coronavirus los adultos mayores querían hacer una fiesta. Juan llegaba allí, pero no para buscar compañía sino a perderse entre la gente. Nunca se le vio platicando con alguien, siempre miraba de frente, esperando a alguien o algo, huyendo de alguien o de algo. Nadie lo va a extrañar ahora que ya no está.
“Hace unos momentos escuché junto a mi ventana un cerrojo abriéndose, algo metálico contra madera, y un click. En seguida escuche llantos. ‘Ay mi dios. No puede ser. No. No. No’. Mi cuerpo se tensó y todo lo demás se silenció por unos segundos. Alrededor de mí, todo fue silencio y el llanto de una mujer irrumpió mis oídos. Un olor extraño envolvió la escena. Juan vivió en la casa de junto desde que tengo memoria, a veces me lo encontraba en el pasillo y lo saludaba. Hasta donde sé, era muy solitario. Hoy escuché a una mujer comentando a mis abuelos que no contestaba desde hace dos días, y la puerta estaba cerrada con llave, así que no podía entrar. Deseaba que Juan se hubiera ido de viaje.
“-Creo que ya lograron abrir la puerta del señor Juan -dije a mi abuela.
“-Ah, qué bien -me respondió.
“-Pero también está llorando alguien -le dije, nerviosa.
“Lo que intuí se confirmó: Juan falleció y estaba sin vida desde hacía dos o más días.
“Cerré la ventana y me refugié en las escaleras. Decidí observar lo que pasaba desde una pequeña abertura en la cortina. Preferí ver, escuchar iba a torturarme; no podía imaginar lo que estaba pasando, lo tenía enfrente de mí.
“Encerrada por cinco meses, durante la pandemia por el covid-19, el espacio se limitaba a tres recamaras, tres baños, una sala, una cocina: El tiempo no existía y el espacio media unos cuantos metros, pero hoy el tiempo se detuvo porque la muerte tocó el timbre de la casa tres. Yo vivo en la cuatro”.
¿Era desgraciado estando solo? Yo fui muy feliz mucho tiempo estando solo, evitando a la gente, las preguntas incómodas. Hablaba mucho conmigo, pensaba mucho, me dedicaba a escribir: sonreía bajo la lluvia como un imbécil. Tenía una rutina inquebrantable. Me estorbaban las personas y me gustaba estar conmigo. Mi mundo no era de silencios, estaba lleno de lectura, de escritores que me gritaban sus mejores párrafos. No fui un hombre desgraciado el tiempo que dejé de relacionarme con las personas, pero cultivé ciertos hábitos animales que hasta el día de hoy no puedo evitar. ¿A Juan le molestaban las personas? ¿En qué mundo vivía? ¿Cuál fue su historia? ¿Juan ya no estará solo o, mejor, Juan ya no será molestado por personas que lo saludan o intentan hablar con él; ya no le estorbará su cuerpo viejo y flaco?
Juan García fue encontrado muerto en su casa el viernes 11 de septiembre. Estaba recargado en su cama, con líquido hemático en la boca, en la nariz y en los oídos. Al lado suyo había un charco de sangre.