Fátima es optimista y quiere ser veterinaria.
Fátima tiene doce años y sufrió quemaduras de segundo y tercer grados en la cara, cuello, brazos, mano y pecho. Necesita cirugías y tratamientos que su familia no puede pagar en su totalidad, porque es de escasos recursos económicos. En la entrevista que se tuvo con la mamá, está nos contó lo difícil que ha sido la vida de su familia después del accidente.
EL ACCIDENTE
El día domingo 5 julio a las 20:30 horas, ella y sus primos se encontraban en la casa de los familiares de su papá, en Panchimalco, e hicieron una fogata en el patio para quemar bombones. Como vieron que la llama disminuía su intensidad Fátima, que llevaba el cabello largo y suelto, fue por una botella de alcohol. Al abrirla se vertió parte del líquido en el cuerpo y al echarlo al fuego para avivarlo, las llamas subieron quemando su pelo, su cara, y casi todo su cuerpo.
LAS HORAS DE ANGUSTIA
De inmediato, sus familiares la llevaron al Hospital General Dr. Ernesto Meana San Román, donde le dieron los primeros auxilios, pero carecían de lo necesario para atenderla. Esto se agravó, además, porque ese es un hospital que atiende a infectados por coronavirus y la espera para la atención fue muy prolongada.
Los familiares de Fátima llamaron a Mayra, quien se encontraba laborando a esas horas.
Su cuñada le avisó por celular que su hija se encontraba en el área de Urgencias del hospital porque había sufrido quemaduras, pero que se tranquilizara porque “no eran graves”, Mayra se trasladó al nosocomio y llegó a las 21:00 horas.
De ahí comenzó un tiempo de miedo, angustia, dolor, desesperación y llantos para Mayra y su niña. Fátima estaba de pie y no había sido atendida, su madre la vio muy quemada y se aterrorizó. Ella me pedía que la soplara y la soplara, por las quemaduras. Cuando salió el médico de guardia les dijo que no tenían el equipo necesario para darle tratamiento a la niña. El lunes por la mañana la trabajadora social del hospital logró contactar a un hospital privado y lograron trasladarla de Jojutla, Morelos, al Centro Nacional de Investigación y Atención de Quemados (CENIAQ), en la Ciudad de México.
Fátima iba con ámpulas en todo el cuerpo y con los ojos cerrados, se temía que el fuego la hubiese dejado ciega y afectado sus vías respiratorias. Después de muchas horas de atención y cirugías la niña fue dada de alta y se le permitió el regreso a Morelos.
Fátima tuvo quemaduras por fuego directo de segundo y tercer grado “que le ocasionó lesiones en la región facial, tórax y extremidades, quien ha requerido manejos en el área de quemados, así como dos cirugías hasta el momento, la última el día de hoy. Se requerirá continuar con manejo médico en centro especializado durante un tiempo aproximado de siete días más…”, se puede leer en una constancia expedida el 21 de julio de 2020 por el área de Trabajo Social, del Instituto Nacional de Rehabilitación de Centro Nacional de Investigación y Atención de Quemados (CENIAQ), en la Ciudad de México.
De acuerdo con la página www.stanfordchildrens.org, las quemaduras de segundo grado (espesor parcial), involucran la epidermis y parte de la capa de la dermis de la piel. El sitio de la quemadura se ve rojo, con ampollas y puede estar inflamado y ser doloroso; las de tercer grado (espesor total), destruyen la epidermis y dermis y pueden dañar el tejido subcutáneo. La quemadura puede verse blanca o carbonizada. La zona afectada pierde sensibilidad.
Testimonios de personas que han sufrido quemaduras similares a las de la niña refieren que no habían pasado por dolores tan intensos y que requirieron de largos y costosos tratamientos y cirugías para recuperarse, no en su totalidad, porque estos accidentes dejan secuelas imborrables.
UNA MADRE AFLIGIDA
Mayra Araceli Téllez Padilla es mamá de tres mujeres: una de 16, otras de 18 y Fátima. Todas estudian. Trabaja 24 horas y descansa 24 horas, como policía auxiliar en Seguridad Pública, en Jojutla.
No tiene basificación y despende del Ayuntamiento. Vive con sus hijas y su pareja en la unidad habitacional San Jerónimo, en las orillas de la cabecera municipal de Jojutla; el departamento es de interés social y paga renta.
El domingo 16 de agosto, por la tarde, cuando Mayra nos invitó a su casa, tenía una venda en la rodilla: se había lesionado en el trabajo y nos atendió en la sala-comedor.
Al fondo estaba su hija, muy tranquila, recostada en un sillón, con la ventana abierta y frente a un ventilador prendido. Jugaba con un traste y unas cuentas de plástico de color - en realidad ejercitaba sus manos, ya que el fuego llegó a los ligamentos de algunos dedos- una imagen de paz y calma contraria a la que Mayra vio el domingo 5 julio en el área de Urgencias del Hospital.
Mayra platicó que le aflige su situación económica, porque en el trabajo que tiene gana muy poco, la mitad se le va en el pago de la renta del departamento y con lo demás resuelve los servicios básicos de su hogar, además de la educación y alimentación de sus hijas.
Ahora con la atención que requiere Fátima los gastos se dispararon mucho y no le alcanza: sus familiares, amigos y conocidos han reunidos dinero y se lo han dado para que se ayuda con las citas a las que ha tenido que acudir a la Ciudad de México.
Como en el hospital de Jojutla no la pudieron atender, tuvo que trasladarla a uno de la Ciudad de México. Las cirugías, curaciones y atenciones salieron en más de 23 mil pesos, que tuvo que pagar. Desde luego, ella no liquidó la totalidad, tenía ahorros, y conocidos, amigos y familiares cooperaron de manera altruista, lo que Mayra agradece.
Relató, angustiada, que el tratamiento que necesita Fátima es largo, doloroso, y que no tiene suficiente dinero para pagarlo, a pesar de que de acuerdo con el examen socioeconómico que le realizaron en el Centro Nacional de Investigación y Atención de Quemados, de la Ciudad de México, está pagando una cuota baja.
“Las primeras semanas hicimos más de 15 viajes; todo lo pagamos nosotros. Fuimos el 10 de agosto, vamos a ir el 31 de este mes y también al 14 de septiembre. Son muchas citas. Yo pago los pasajes y si tengo que alimentar a mi hija también, la consulta, los medicamentos, las curaciones. Para el tratamiento actual de Fátima tengo que comprar unos apósitos, que duran diez días y que cuestan setecientos pesos la caja. Cada mes necesita implantes, sobre todo en la cara porque no quiere cicatrizar, y también habrá que comprar una máscara y un chaleco. Por cinco piezas que ya le hicieron fueron, por ejemplo, setecientos ochenta pesos. Tenemos consulta con el cirujano, con la psicóloga, con la terapista, con las personas que le hacen los guantes y las mangas. Fátima va a poder salir hasta que los implantes funcionen y hasta que tenga ya una máscara que la proteja y eso va a tardar no sé cuántos meses. A veces no podemos irnos en autobús porque a Fátima se le pueden infectar las heridas y por la sana distancia, así que contratamos taxi o nos llevan en coche particular, pero también debemos pagar casetas, gasolina y demás cosas”.
Mayra relató que no se deja caer, el amor por sus hijas la levanta, a pesar de que ha pasado situaciones muy difíciles estos últimos meses porque falleció su papá y luego su mamá.
Trabajó por un tiempo en ventas, en una mueblería, después se preparó como estilista y con muchos sacrificios puso una estética. Trabajaba por la mañana y por la tarde abría la estética, con eso pudo mantener a su familia, pero después no pudo más y tuvo que dejar el trabajo de la estética.
“Tengo la firme intención de entrar a la academia para policías. Hay un curso de preparación, le da a uno una beca pero no alcanza para dejar pagadas las necesidades y requerimientos de mis hijas mientras tomo el curso para entrar a la Comisión Estatal de Seguridad Pública en donde pagan un poco mejor y hay más prestaciones, y eso me permitiría darle una mejor vida a mis hijas. Eso es lo que quiero. Estuve ahorrando pero sucedió lo de mi hija y ya no pude, estuvo bien porque fue para una emergencia, pero ahora debo comenzar a ahorrar de nuevo para intentarlo”.
Se preguntó a Mayra que si aceptaba donativos para ayudarla con el tratamiento de la niña y dijo que sí. Proporcionó los siguientes datos: cuenta Santander nómina: 55791003449993 a nombre de Mayra Araceli Téllez Padilla.
QUIERE SER VETERINARIA O DISEÑADORA
Fátima es una niña que parece no darse cuenta de lo que le pasó, aunque su mamá nos contó que tiene terror a las estufas y en general al fuego, razón por la que está siendo atendida por una psicóloga. Tiene una voz delgada, es muy expresiva con sus ojos, su boca y sus manos, es optimista. Se tuvo lo oportunidad de estar cerca de ella, guardando la sana distancia, para hacer unas fotos de algunas de sus quemaduras, a lo que ella accedió previo permiso de Mayra.
Casi por concluir la entrevista se le preguntó a Fátima qué va a ser cuando sea grande y contestó: “quiero ser veterinaria, me gustan mucho los animales, aunque también me gustaría ser diseñadora de modas”.