Sociedad
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JOSELYN

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Ella jamás pensó dedicarse al “más viejo de los oficios”.

Con el dinero que Joselyn ganó ese día en su nuevo trabajo como sexoservidora pudo completar el monto para pagar la inscripción de su hijo Y con ello el muchacho pudo continuar sus estudio hasta hoy día.

Joselyn, morena, bajita de estatura, pelo corto al hombro, ojos color café y de aproximadamente 35 años, relata que trabaja como sexoservidora desde hace aproximadamente cuatro años y medio. Una amiga suya, que ya tiene algo de tiempo en este oficio, la había invitado a ejercer pero Joselyn se había negado constantemente, no era algo que tenía contemplado para ganar dinero, siempre lo vio como una actividad mala.

ella era vendedora por catálogo y hacía repostería, jamás pensó dedicarse al “más viejo de los oficios”. sin embargo su situación económica se fue complicando: la dejó su esposo, el padre de sus cuatro hijos y su papá tuvo una enfermedad que para controlarla requería mucho dinero. no pudo con la carga y un día habló a su amiga para que le dijera cómo era el asunto del sexoservicio y en poco tiempo ya estaba en él.

Así resolvió sus problemas, pero se echó a cuestas la culpa de ser prostituta y ejercer un oficio que odia.

“Llego a mi casa por la tarde, me baño muy bien y me dedico a ser ama de casa, algunas veces vendo cosas por catálogo para ayudarme y hago repostería, estoy con mis hijos, les hago la cena, platico con ellos, hago mil cosas para olvidar lo que hice para ganar dinero, pero al día siguiente ahí está de nuevo eso.

“En la prostitución nada es bonito, no hay placer, aguanta uno lo que tenga que aguantar y yo no trabajo precisamente por dinero, sino para satisfacer las necesidades económicas de mi familia. Cuando recibo el dinero de cada cliente ya estoy pensando en que con eso voy a resolver una necesidad. Y más allá de que se paguen las deudas, lo que a mí me motiva es ver a mi familia bien, que no le falte nada a mis hijos, quiero asegurar que ellos tengan algo con lo que se puedan valer por ellos mismo, esa es mi felicidad, por eso trabajo en esto”.

 

LOS BUENOS TIEMPOS Y EL COVID-19

Joselyn platica que antes de que se declarara la contingencia por el coronavirus había días buenos en los que, trabajando de lunes a sábado, se llevaba hasta dos mil o dos mil 500 pesos por día, libres; y en ocasiones, en días malos hacía 500 pesos.

En esa época se cobraban 250 pesos y el cliente pagaba el hotel, pero ahora estamos cobrando 200 con todo y hotel con tal que los clientes se animen y nos caiga “aunque sea algo”, como dicen las compañeras.

Después de más de tres meses de decretada la contingencia por el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV-2), las trabajadoras sexuales -que a decir de Joselyn son alrededor de treinta en el primer cuadro de la ciudad- es uno de los grupos más afectados, al grado de que muchas de ellas no sacan ni para comer.

Sus gastos son muchos y no alcanza a cubrirlos. Renta una casa, tiene que pagar agua, luz y alimentos para sus cuatro hijos, tres de los cuales tienen discapacidad y requieren atención especial. Su hijo mayor estudia y trabaja y le ayuda con algo en los gastos de la casa y su hija es independiente y vive a parte.

“Estudié hasta la secundaria y muy chica me junté con el papá de mis hijos, dedicado a la construcción y a la electricidad. Cuando vivía con él no laboraba, pero tiene como nueve años que me abandonó y tuve que buscar empleo en fábricas y como auxiliar de cocina”.

Hay días que no gana nada en las calles, pero sus clientes les han “echado la mano” dándole algo de dinero para sus rutas y para llevar lo mínimo a su casa.

Dos o tres veces ella y sus compañeras han recibido víveres. El sábado 20 de junio, la Asociación de Mujeres en Igualdad por Morelos les entregó despensas, lo que permitió que ella y sus familias pudieran comer al menos una semana.

En el centro de la ciudad, cerca de la zona de bancos, es muy frecuente ver a Joselyn y a sus amigas agrupadas. Algunos hombres mayores pasan a platicar con ellas y les dejan alguna cooperación:

“Somos un grupo de doce que nos ayudamos como podemos. Durante el día vamos juntando algo de dinero que nos regalan y compramos comida y lo repartimos entre nosotras; aunque sea de a poquito comemos. Cuando sabemos que están dando despensa o alguna ayuda nos comunicamos y vamos a recibirla.

 

NINGUNA HA TENIDO O TIENE COVID-19

“Nos cuidamos mucho del coronavirus, nosotras trabajamos con nuestro cuerpo y debemos estar saludables, además de que nuestras familias dependen totalmente de nosotras y si dejamos de llevar el sustento sería una desgracia. Ninguna de las doce que nos juntamos tiene covid-19 ni se ha enfermado y hasta donde sé tampoco las demás chicas que anda en otros grupos han contraído el virus”.

Esto lo confirma Alfonso Leijas Salas, obispo de la Iglesia del Río de la Plata (ubicada entre Jiutepec y Cuernavaca) quien está en contacto con trabajadoras sexuales e indigentes, a quienes ha proveído de alimentación, una vez al día, durante la contingencia epidemiológica: “No ha habido ningún contagiado; todos los días los veo y platico con ellos, algunos con defensas bajas porque se drogan, pero afortunadamente no ha habido contagios”, aseguró el obispo en entrevista.

 

NO REGULADA

El sexoservicio es una actividad no regulada en Cuernavaca y por ello se presta a abusos. De acuerdo con Joselyn, la Policía no la molesta ni los funcionarios le piden dinero:

Hace años había un policía pedía que tuvieran relaciones con él y a cambio las protegería si las detenían o se metían en problemas, pero luego ya no supimos qué pasó con él, ya hace tiempo que no lo hemos visto.

También se ha descubierto que alrededor de esta actividad ocurren muchas otras ilícitas, como la trata de personas y el tráfico (y consumo) de drogas. Joselyn relata que ella no bebe alcohol ni fuma, ni consume drogas pero ha observado y sabido de chicas que han muerto por sobredosis o que trabajan sólo para comprar droga y consumirla o que sus parejas les quitan el dinero.

En el caso de ella, su objetivo es obtener recursos para resolver problemas económicos de su familia: “todo el dinero que yo gano es para mi familia, no tengo nadie quien me padrotee”.

 

NO CONOCE EL MAR

La vida de Joselyn fue y ha sido de trabajo, no le gusta comprar relojes caros, ni alhajas; no sale a bailes, ni a fiestas, ni de viaje, porque no tiene tiempo ni dinero.

“Estoy concentrada en que mi familia esté bien. No conozco el mar, pero eso no importa porque veo que con mi trabajo mi familia está bien y eso me llena. Los domingos descanso y los uso para estar con mi familia y olvidarme de lo que debo hacer para ganarme la vida. Me gusta leer libros de superación personal y me relaja la música clásica, me gusta mucho Mozart y Beethoven”.

 

SU SUEÑO

Mi sueño es tener una casa propia para que mi familia no tenga que pagar renta. Hace algunos años mi madre me dio un terreno y la idea era construir ahí una casita pero la necesidad hizo que lo vendiera y hasta el día de hoy no he podido juntar el dinero para comprar un lugar y construir.

Me preocupan mis hijos con discapacidad. Yo les he enseñado a valerse por ellos mismos y espero que puedan hacerlo, están preparándose para ello.

Voy a seguir trabajando como sexoservidora porque es la única actividad donde puedo ganar lo suficiente para resolver mis problemas económicos y de mi familia, si hubiera otra que me permitiera ganar lo mismo a o más la tomaría. Hago esto por una necesidad muy grande, por mi familia, que lo vale todo, pero no es un trabajo que me dé orgullo o placer; sé que es algo malo, pero la vida no me ha dejado otra opción.

 

ALTO RIESGO

El centro de Cuernavaca es particularmente peligroso para la sexoservidoras. El 26 de septiembre de 2019, en un cuarto de hotel ubicado en la calle Agustín Aragón y León, el servicio Médico Forense realizó el levantamiento del cuerpo de Mariana “N”, sin lesiones aparentes. De manera extraoficial se supo que había su muerte había sido por una sobredosis.

Joselyn trabaja en esa zona y ocupa las habitaciones de los hoteles que hay sobre esta céntrica calle.

Relató que no cree en santos, en imágenes; ella sale de su casa y se encomienda a Dios, porque durante el tiempo que tiene que trabajar puede perder hasta la vida.

Dijo que con los años ha aprendido quién le puede hacer daño y quién no, así que se ha hecho de sus clientes de confianza, que ya conoce y con ellos trabaja, la buscan y cuando es alguien nuevo se asegura de no poner en peligro su persona o su vida. Si intuye algo malo no acepta el servicio y este presentimiento la ha salvado muchas veces, excepto una vez que sintió que no la contaría:

“En una ocasión, por la tarde, me llamaron para dar un servicio en la calle Hidalgo. Fui, toqué la puerta, alguien abrió, entré y un hombre me dijo que dejara mi bolsa en una mesa, la dejé como me ordenó y cuando quise voltear me puso la pistola en la cabeza. La casa estaba en reparación. Sin que me pagara, tuvo relaciones conmigo en varias partes de la casa y no dejaba de amenazarme. No sé cuánto tiempo estuve ahí, muy asustada pero ya era de madrugada cuando me pude escapar y fui corriendo a la Plazuela del Zacate, tomé un taxi y me llevó a mi casa. No regresé al día siguiente a trabajar, tenía terror. Me quise alejar de esto y hacer otras cosas, pero la situación y la necesidad me regresaron a este trabajo. Eso fue hace cuatro años aproximadamente.

 

 

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