José Luis trabaja más de doce horas en un taxi, y a veces sólo le alcanza para la gasolina.
José Luis Martínez sale a buscar pasaje desde las cuatro de la mañana, pero hay días que apenas sale para la gasolina y a su patrón le entrega la cuenta hasta dos semanas después. Dice que la situación cada día está más difícil, pero no puede respetar la cuarentena porque el taxi es su única fuente de ingresos.
Todos los días lava las manijas de su carro con agua y cloro, pero hay usuarios que no adoptan las medidas de prevención ante la contingencia por el coronavirus, como usar cubrebocas y cubrirse con el ángulo interno del brazo al toser o estornudar para evitar la propagación de infecciones.
Aunque él como chofer desinfecta su unidad, la gente no contribuye y además se molesta cuando les pide que se cubran al momento de estornudar o toser, por lo que en esta semana al menos cuatro personas cancelaron el servicio.
“La gente tose o estornuda y no se tapa la boca, les digo algo y se molestan y se bajan del carro con actitud de enojo; mucha gente no cree en esto, les vale y lo toman como una broma porque no tienen cultura”, expresa José Luis, mientras espera pasaje en el mercado Adolfo López Mateos.
Se niega a dejar su empleo y trabaja de las cuatro de la mañana a las ocho de la noche porque su meta es llevar por los menos 200 pesos a su casa para comprar comida.
Si bien el dueño del vehículo es comprensivo y no le exige la cuota (“la cuenta”) diario, él tiene el compromiso de entregar el dinero días más tarde por la falta de servicio.
Antes de la contingencia casi se ganaba 400 pesos al día pero hoy no le alcanza ni para comer.
Agradece que vive con sus padres y ellos reciben pensión, porque de lo contrario la situación estaría más crítica.
Sostiene que no dejará de trabajar, porque no tiene otra forma de obtener el dinero para comer, y además pide apoyo del gobierno para los taxistas, porque los patrones no pierden y los que pagan las consecuencias son los que trabajan en la calle, sin prestaciones ni seguro social, además de que los elementos de Tránsito no pierden la oportunidad para infraccionar, a pesar de la situación económica, por lo que deben pagar o de lo contrario amenazan con mandarlos al corralón.