Desalentadores testimonios de locatarios del enorme mercado público.
Los pasillos del mercado Adolfo López Mateos lucen vacíos, los comerciantes se preguntan cuánto tiempo más estaremos en cuarentena ante la contingencia por el coronavirus y algunos señalan que pronto habrá cierres de negocios porque las ventas bajaron hasta en un 50 por ciento.
Con la preocupación de que no hay clientes, Santiago Chávez afirma que se mantendrá en su lugar de trabajo a pesar de que en los últimos días la venta de comida bajó a la mitad. Es decir, de mil pesos que vendía en un día normal hoy apenas llega a los 500 pesos.
Trabaja en un puesto de comida que lleva más de diez años ofreciendo el servicio de alimentos a los clientes y hasta antes del mediodía las charolas de comida lucían repletas de varios guisados, incluso el vaso que guarda los pápalos se mantiene lleno.
“En los pasillos todo está tranquilo, sin gente, hasta ahorita no nos han dicho si tenemos que cerrar y nosotros nos mantenemos activos mientras el mercado siga trabajando”, dice.
Él y su compañera atienden las recomendaciones de las autoridades de salud: usan cubre bocas y se lavan las manos de manera constante, además de que proporcionan gel antibacterial a los comensales, para evitar la propagación del virus.
En el pasillo de las flores ubicado en el centro comercial más grande del estado, Diego Aarón relata que su jefe ha pensado en cerrar su negocio mientras pasa la contingencia, porque no venden ni una flor y por si fuera poco apenas les cancelaron dos pedidos de arreglos florales para XV años, que se realizarían en abril próximo.
De los 30 arreglos florales perderán mil 600 pesos y tres días de trabajo.
“Las ventas bajaron, no pasa gente y la que pasa no compran, nosotros trabajamos desde las ocho de la mañana; estamos aquí varias horas y hay días que ni una flor se llevan”.
Enrique Moreno trabaja en una tienda con venta de sombreros, canastas, petates y tortilleros, y aunque en su caso las ventas bajaron en un 10 por ciento, el dinero no alcanza para pagar a los artesanos a quienes les compró sus productos. Por eso su jefe le ha planteado la idea de cerrar unos días, pero desconoce si recibirá su salario normal o le será descontado.
Ayer, señala, se vendieron cinco productos, cuando en un día normal venden hasta 200 piezas diferentes.
En este local repleto de artesanías trabajaban dos vendedores, pero solo queda Enrique porque su compañero enfermó de gripa y lo mandaron a descansar a su casa como medida de prevención.
Enrique no tiene una familia que mantener, sin embargo, debe cubrir sus gastos como renta, recibos de luz y agua y comprar comida, por lo que en caso de que el negocio cierre buscará otro empleo, porque aunque tiene miedo de contagiarse, dice, la necesidad es mayor.
“Tengo miedo de contagiarme pero si no me enfermo en el trabajo, me enfermaré de no comer”.