Hace seis años ingresó al Ejército Mexicano para proteger a sus padres y, también, para inspirar a más mujeres a desarrollarse en esta institución para brindar sus servicios, talento y profesionalismo para cubrir las necesidades del país.
La teniente Dulce Carolina Hernández Mendoza resalta en su uniforme camuflaje la cruz roja que lleva estampada en el brazo izquierdo, y en su cuello cuelga un fonendoscopio para identificarse como médico cirujano en el noveno Regimiento de Artillería en Cuernavaca.
Es originaria de Tijuana, ciudad fronteriza de México, y hace seis años ingresó al Ejército Mexicano, después de que en 2013 se reformó el artículo 28 de la Ley de Educación Militar del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, para regular la educación que imparte la Secretaría de la Defensa Nacional para ser aplicable en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres.
Tuvo la oportunidad de trabajar en un hospital civil y pasar más tiempo con su familia, pero no lo hizo porque desde pequeña sus padres le inculcaron el amor a la patria. Ahora es el orgullo de sus progenitores como la primera en incursionar en el Ejército Mexicano.
La teniente Dulce Carolina es una de las 90 mujeres que trabajan en el noveno Regimiento de Artillería de Cuernavaca y, además, es comandante del pelotón de sanidad. En el regimiento realizan diversas actividades, entre ellas atender al personal militar que se encuentra en plaza, así como desplegarse en operativos a lo largo del país.
Lleva seis años como médico y el primero de marzo llegó a Cuernavaca. Antes estuvo en el Hospital Central Militar y en la Escuela Médico Militar, porque la misión de todo médico militar es desempeñarse en las unidades operativas del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos.
Para ella, lo más complejo son las actividades castrenses, porque deben adaptarse a un ritmo, pero lo enfrenta como un reto para cualquier hombre o mujer. De lo bueno destaca la convivencia con sus compañeros y el ambiente de equidad e igualdad.
“Es importante para cualquier mujer aprender a desarrollarse en un medio donde cada día representa una nueva enseñanza y aprendizaje, nuevas vivencias; ha sido gratificante participar junto con hombres y mujeres por igual y ver cómo se ha introducido en las armas y servicios a más mujeres”.
Parte de su trabajo consiste en supervisar que el personal militar esté en condiciones aptas para desempeñar sus funciones, y si se presenta algún incidente debe ser la primera en estabilizar a los pacientes y posterior traslado a la unidad médica.
Hasta el momento se dice afortunada porque ningún militar que estuvo en sus manos ha caído, pero conoció de casos que pusieron en peligro la vida de sus compañeros.
“Cuando vi en la televisión las actividades que realiza el Ejército Mexicano me llamó la atención el plan DN-III-E. Me sentí inspirada en ayudar a los demás y encontré en la carrera de las armas, en la Escuela Militar de Medicina, una opción y oportunidad para desarrollarse de manera profesional”.
Para su preparación realizó un curso de medicina táctica, enfermería y sanidad, lo cual califica como fue una experiencia grata porque aprendió a estabilizar pacientes y compañeros caídos en combate.
Para Dulce, el miedo no es más que una repuesta fisiológica a cualquier situación de estrés, y ella lo toma como un motivo para actuar con rapidez, eficacia y eficiencia porque, dice, es la forma en la que una persona puede afrontar una situación de manera exitosa.