Para la Fiscalía General del Estado, Rubén Fajardo de Anda representa la carpeta de investigación SCDI/1616/2019, uno más de los 81 homicidios dolosos cometido en febrero de 2019, uno de los 64 con arma de fuego en ese mes y uno de los 1,162 asesinados de manera violenta el año pasado en Morelos, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Para su familia, el asesinato de Rubén es una pérdida irreparable, un dolor que no acaba y una ausencia enorme que continúa dejando secuelas.
“Mi hijo, entonces de dos años, era su adoración, el pequeño lo ama mucho. Siempre andaban juntos, no se separaban, el niño dormía a su lado. Por alguna razón que desconozco, el día que lo mataron no se llevó al pequeño, si hubiera ido con él no sé qué cosas más terribles hubieran pasado”, asegura Carla, la compañera de Rubén, una mujer de 32 años, empleada en un despacho de ingenieros, a un año y días de la muerte de su pareja.
Ella insiste en que la afectación más grande por la muerte de Rubén Fajardo de Anda el 18 de febrero de 2019 fue el dolor que le causó a su pequeño hijo que, en la actualidad, tiene tres años de edad:
El día que tuvimos que decirle a mi pequeño que su papá había muerto lo llevamos al panteón, y ahí el niño lloraba y preguntaba por qué su padre estaba ahí, debajo del montón de tierra. Yo no podía soportar aquello y también lloré mucho y traté de consolar al niño.
Dijo que su esposo ayudaba en la economía familiar y ahora ella es el único sostén de la familia: tiene dos hijos, una niña de 12 y el pequeño de tres, a quienes mantiene, pero la falta de dinero no se compara con el dolor más grande, que es la ausencia de su esposo y la falta que hace en su casa.
LOS HECHOS
A pesar de que ya pasó un año del asesinato de su marido, el dolor es mucho; sin embargo, ella tiene que mostrarse firme y decidida ante sus hijos y demás familia; ha habido veces que quiere dejarse caer, pero la idea de que sus hijos queden en el abandono la levanta, dijo Carla.
Relató que el día lunes 18 de febrero de 2019, recibió varias llamadas de su esposo para confirmar que se encontrarían en el crucero de Tejalpa, en Jiutepec, por ahí de las 8:30 y que buscara información sobre un taxi y unas placas que un amigo suyo, dueño de un negocio de venta de agua purificada, quería comprar, y el cual recibiría para trabajar como chofer.
Ella estaba en la casa de sus papás, en Cuernavaca, había salido tarde de su trabajo y se quedó a dormir con sus padres cerca de donde laboraba hace un año, y él estaba en la casa de ambos, en Jiutepec. Carla relata los hechos:
A las 09: 22 Rubén vuelve a llamar a mi celular diciendo: Mi vida. ¿Cómo van? ¿Por dónde vienen? Ya quiero verlos, los extraños, los amo mucho....
Y yo respondí: Yo también te amo. Ya vamos saliendo de la casa de mis papás…
En seguida, aún con el celular en la oreja, escuché tres disparos. Y después un balbuceo de Rubén. Yo no entendía qué estaba pasando, supuse, por las detonaciones, que mi esposo estaba en algún negocio de películas y que esos ruidos de armas no eran reales.
Enseguida, claramente oí la voz de un joven de entre de 18 o 20 años, diciendo: “Vámonos güey, vámonos güey… y luego el ruido de una motocicleta arrancando.
Desconcertada, yo continuaba hablando a Rubén ¿Estás bien? Escuché disparos, dime ¿qué pasa?
Y no volví a oír la voz de mi esposo, sólo el sonido de los motores de los vehículos que transitaban.
Entonces colgué.
“Mi vida. ¿Cómo van? ¿Por dónde vienen? Ya quiero verlos, los extraños, los amo mucho....”, fueron las últimas palabras de mi esposo para mí, y para la vida.
EL LUGAR DE LOS HECHOS
Yo continuaba en casa de mis padres, no sabía qué hacer… Llamé a un amigo de nombre José Trinidad (él vive en Tejalpa), para pedirle que fuera buscar a Rubén a mi casa en Jiutepec, porque mientras yo hablaba con él por celular, escuché disparos y luego no supe más.
José Trinidad me dijo que iría. Cinco minutos después le marqué y me contestó que estaba en mi casa, que se asomó por el portón y no vio ni escuchó a nadie; me dijo que seguiría buscando y colgó.
Cinco minutos después volví a llamar a José Trinidad y me contestó llorando: “¡Mi niña, lo mataron. Mataron a Rubén, aquí está, tirado en el agua. Hija, aquí está tu esposo muerto, ya está aquí la Semefo. No dejan pasar!”
Sentí un dolor muy hondo, desesperación, miedo, enojo, pero traté de calmarme y llorando le pedí a José que le pidiera al Semefo que me esperara y no se llevaran el cuerpo, quería estar segura que era mi esposo. “Llego en 30 minutos”, le dije y colgué.
Le pedí a mi papá que me acompañara y abordamos un taxi rumbo a mi casa de San Gaspar, en Jiutepec. Después de varios intentos, José me contestó y me dijo que mi esposo estaba en una purificadora de agua llamada “El Manantial”, rumbo a las botaneras de Las Fuentes. Colgué la llamada, le dije al chofer del taxi que se dirigiera en esa dirección.
Una parte de la calle Emiliano Zapata de la colonia Cliserio Alanís, con dirección a la Hacienda San Gaspar, estaba acordonada. Había dos camionetas de la Policia municipal y al fondo estaba la camioneta del Servicio Médico Forense. Carla se bajó del taxi, se acercó a la zona acordonada, un oficial le preguntó quién era, y le respondió, llorando muy angustiada, que era esposa de Rubén Fajardo, y le pidió que la dejaran acercarse a mi esposo, la respuesta fue negativa.
A lo lejos, estaba el cuerpo de Rubén, sobre la calle, boca abajo, bañado en sangre, frente a la purificadora “El Manantial”. Personal de Servicios periciales le tomaba fotos.
El oficial la interrogó preguntando si reconocía el cuerpo que estaba tirado ahí, sin vida, y la respuesta fue: sí, él es mi esposo.
Mientras levantaban el cuerpo de Rubén, detrás de las cintas amarillas, Carla quiso correr hacia su compañero para decirle: ¡Mi amor ya llegue! ¡Papito, aquí estoy contigo!
Pero fue imposible. Sólo pudo observar a lo lejos, cómo el personal de Servicios Periciales levantaba el cuerpo, lo metían en la camioneta y se lo llevaban.
UN ASESINATO MÁS
Los primeros respondientes fueron unos policías municipales de Jiutepec. De acuerdo a éstos, a las 9:22 recibieron por radio la orden de trasladarse a la calle Emiliano Zapata de la colonia Cliserio Alanís. En la carpeta de investigación consta lo siguiente:
NOS DIRIGIMOS AL LUGAR ARRIBANDO A LAS 9:37 HORAS Y AL ENCONTRABA EN LA VÍA PÚBLICA UNA PERSONA DEL SEXO MASCULINO DE APROXIMADAMENTE 45 AÑOS DE PLAYERA AMARILLA, PANTALÓN MEZCLILLA AZUL MARINO, CINTURÓN NEGRO, BOTINES COLOR CAFÉ, CANGURERA FAJADA DE LA CINTURA COLOR NEGRA, APROXIMADAMENTE DE 1.75 DE ESTATURA, TEZ MORENO CLARO, COMPLEXIÓN ROBUSTA, CABELLO LACIO COLOR NEGRO, EN EL PISO, EN POSICIÓN DECÚBITO LATERAL IZQUIERDO, CON LÍQUIDO ROJO, EN ESE INSTANTE LLEGÓ LA AMBULANCIA RESPONSABLE… SE ENTREVISTÓ CON NOSOTROS INDICÁNDONOS QUE SE ENCONTRABA SIN SIGNOS DE VIDA PRESENTANDO IMPACTOS DE BALA, POSTERIOR ARRIBA LA SEÑORA… QUE DICE SER ESPOSA DEL OCCISO, QUIEN IDENTIFICA EL CUERPO QUE EN VIDA RESPONDIÓ AL NOMBRE DE RUBÉN FAJARDO DE ANDA, DE 42 AÑOS, ACTO SEGUIDO ARRIBA AL LUGAR LA POLICÍA CIENTÍFICA…
INDICIOS ASEGURADOS
CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA ÁGUILA 9MM; CAMISA DE COBRE; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; UN TELÉFONO CELULAR CON FUNDA COLOR AZUL DE COLOR BLANCO MARCA SAMSUNG; BALA DEFORMADA; CASQUILLO PERCUTIDO MISMO QUE EN SU BASE PRESENTA LA LEYENDA 9MM; BALA DEFORMADA; BALA DEFORMADA CASQUILLO PERCUTIDO CON LA LEYENDA EN SU BASE 9 MM; FRAGMENTO DE PLOMO; FRAGMENTO DE COBRE; TELÉFONO CELULAR NEGRO MARCA LENOVO; TELÉFONO CELULAR COLOR GRIS DE LA MARCA SAMSUNG; UNA HOJA DE COLOR BLANCO CON LA LEYENDA ESCRITA; UNA MOCHILA DE COLOR NEGRO QUE EN SU INTERIOR TIENE UNA AGENDA Y GAFETES A NOMBRE DE RUBÉN FAJARDO DE ANDA; UNA MEMORIA DE LA MARCA KINGSTON COLOR ROSA; MEMORIA DE LA MARCA KINGSTON COLOR PLATA; UN RELOJ DE COLOR NEGRO UNA CADENA METÁLICA; UN JUEGO DE LLAVES; UNA CARTERA DE COLOR NEGRA CON DIVERSAS TARJETAS PLÁSTICAS DESTACANDO SUS IDENTIFICACIONES A NOMBRE DE RUBÉN FAJARDO DE ANDA.
EL INTERROGATORIO
Segundos después de que se llevaron el cuerpo de Rubén, a Carla le acercó un agente; aún estaba desconcertada por todo lo ocurrido, pero respondió al interrogatorio:
¿Usted quién es del occiso? ¿Usted sabe si tenía enemigos? ¿Su esposo recibió amenazas días antes?
Contestó todas las preguntas y el agente anotó la información que le proporcionó, le dio su número de celular por si recordaba algo que pudiera ayudar sobre la investigación del homicidio.
Se retiró diciéndole que subiera a la Fiscalía General, para que le entregaran el cuerpo de su marido.
SI TRABAJABA PARA EL NARCO Y CUÁNTO GANABA
Carla cuenta que fue a su casa para reunir los documentos para la entrega del cuerpo. Como a las 5 o 6 de la tarde, llegó a las oficinas de la Fiscalía General del Estado de Morelos, en Cuernavaca, para reclamar el cadáver. Se presentó ante el agente del Ministerio Público para dar su declaración, asentando que su Rubén no tenía enemigos, no había recibido amenazas, que días antes había tenido una reunión con líderes campesinos que estaban en contra de la termoeléctrica de Huexca.
“El agente investigador me preguntó varias veces si mi esposo trabajaba para el narco y cuánto ganaba. Muy molesta le respondí que yo no iba a declarar lo que él quería”.
EL LUGAR DE MUERTE
Carla relata el momento en que tuvo que reconocer el cadáver de su esposo:
El agente del Ministerio Público me entregó la copia de mi declaración, indicándome que fuera a la morgue para hacer el reconocimiento del cadáver. Me acompañaba mi padre.
En el edificio donde guardan los cadáveres el olor es insoportable; hiede, huele a muerto. Mientras avanzaba, deseaba que todo eso fuera una pesadilla, quería despertar y volver a ver a mi amado esposo, escuchar su voz, verlo correr hacia mí que me abrazara, que me besara, que me tomara de la mano, que me diera una bella sonrisa, que me viera a los ojos como siempre lo hacía y que dijera vámonos de aquí. Rubén era mi fortaleza, mi protector, mi esperanza; pero ya no estaba conmigo y tenía que enfrentarme a lo que es, hasta ahora, lo más terrible de mi vida. Esperamos más de una hora con mi padre, con mucho frío y con los hedores insoportables de la muerte, recordé hora antes cómo había encontrado a mi esposo tirado en un charco de sangre, llevaba puesta una playera amarilla que le regalé el día de su cumpleaños. Le reclamé a Dios: ¿Por qué no lo cuidaste? ¿Por qué si yo te pedía por su alma todos los días permitiste que lo asesinaran? ¿Dios, si tú nos diste la dicha de tener un hermoso bebé porqué te llevaste a mi amado esposo? Comencé a llorar inconsolablemente y me reclame a mí misma: “nunca debí dejarte solo, papito”. Me ahogaba el dolor de saber que a mi pequeño lo habían dejado sin padre, que jamás volverían a jugar, que nunca volvería a escuchar sus risas, que mi pequeño jamás volvería a ver a su papá.
Un empleado se acercó para que yo le diera ropa limpia para Rubén. Le di una camisa cuadrada, pantalón de mezclilla, botas vaqueras y cinturón vaquero, su medalla de un águila y me dijo que tenía yo que ser fuerte para identificar a mi esposo, que me mostraría el cadáver.
Recorrieron la cortina. Ahí estaba el cuerpo de mi amado Rubén, detrás del cristal, delante de mí, sobre una plancha gris de aluminio, cubierto con una sábana azul. Tenía sus ojos cerrados, su expresión facial era de tranquilidad. Un empleado lo acomodó de lado para mostrarme su tatuaje del brazo derecho: un cráneo con un águila con las alas abiertas, que significan la libertad incluso después de la muerte. Pensar que fue un hombre alto y fuerte, alegre, tan apasionado en defender a la gente, apasionado en manejar su moto; verlo ahí, con una incisión hasta el cuello me rompió el alma.
Yo señale con el dedo diciendo que sí era mi esposo, cerraron la cortina. Estaba impactada. Regresé a sentarme y espere cerca de media hora mientras lo vestían. Salió el asistente de la morgue, diciéndome que ya me podía llevar el cuerpo. El gestor funerario estaba a mi lado, diciéndole al asistente de la morgue: “ayúdame güey a subir el cuerpo, ya tenemos ahí la caja”. Procedieron a meterlo en el ataúd y después en la parte trasera de la carroza. Mi amado ya estaba en el féretro, se veía muy tranquilo, muy guapo con su camisa cuadrada, como cuando estaba vivo. Me subí a la carroza al lado del chofer.
Mientras avanzábamos le dije: “Rubén, papito, ya vamos a nuestra casa”. Así emprendimos el camino a nuestro hogar.
LA FISCALÍA NO HA HECHO NADA
Carla explicó que la Fiscalía General del Estado no ha hecho nada por aclarar la muerte de su compañero y por atrapar a los culpables:
“Rubén tenía tres celulares y en la Fiscalía no tienen el reporte de llamadas de esos teléfonos; tampoco pidieron o no les han entregado el reporte de las cámaras de los negocios que hay cerca del lugar donde lo asesinaron ni interrogaron a las personas que vieron o presenciaron los hechos; en mi caso nunca me asesoraron como mujer y como víctima, ni a mí ni a mis hijos”, relata.
También afirmó que han cambiado más de tres veces al director de Homicidios y cuando llega uno nuevo pierde continuidad y no sabe de las investigaciones. Dijo que fue a la Fiscalía cada ocho días los primeros cuatro meses del asesinato, a preguntar sobre el avance de las investigaciones en la carpeta SCDI/1616/2019, pero le contestaban que estaban esperando información sin que ésta llegara.
Pidió que se llegue al fondo del asunto del asunto y que se detenga y castigue los culpables del asesinato de su esposo Rubén Fajardo de Anda.
Carla afirmó que las autoridades son insensibles ante el dolor de las víctimas y que quizá cambiarían esa actitud si conocieran todo el dolor de la pérdida, las dificultades y los problemas que pasa y resuelve una familia que ha quedado rota por la ausencia del padre.