Sociedad
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JOSÉ MANUEL SCHMILL: Los monstruos que somos

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Tepoztlán. Como el científico ahonda en la naturaleza de las cosas y su relación con el hombre, el artista se introduce en la naturaleza humana.

¿Quiénes somos, qué somos o podemos ser, cómo podemos ser o somos? Las respuestas a éstas preguntas exigen entrar en uno mismo y en los demás, sin miedo a no ser conocido, a pasar por pervertido o enfermo mental. Uno de los casos más sonados y emblemáticos es el del escritor y filósofo francés Donatien Alphonse François de Sade, en su obras: Aline et Valcour; Les Crimes de l’amour; Le Boccace français; Le Portefeuille d'un homme de lettres; Conrad; Marcel, Mes Confessions; Mon Théâtre y Réfutation de Fénelon.

Otro de los riesgos de los abismos es que ninguno de nuestros cuadros pueda adornar el despacho de un hombre rico que no tiene ni puta idea que lo compró en miles de dólares.

José Manuel Schmill (1934-2018) es un artista que explora la naturaleza humana como pocos.

Sus cuadros no son ordinarios. Aun cuando pintó retratos realistas con una técnica impecable (a decir de los críticos) su intención y el resultado de ésta no es sólo replicar una realidad formal efímera, sino entrar más allá del sentido de la vista.

De inicio los personajes descarnados de Schmill inhiben: son humanos en proceso de descomposición, corrompidos, sus rostros conservan apenas algunos rasgos de lo humano, sus cuerpos se caen o deshacen.

Hay algunas paráfrasis a pinturas que son ícono y que el maestro trasforma (más que deforma), a un modo de irreverencia, pero también como una forma de humanización que en el término y el concepto o idea conlleva a muerte, como retrato de medio cuerpo del italiano Leonardo da Vinci.

En los retrato de Schmill los modelos no miran al espectador para atemorizarlos, si se observa bien, los personajes tienen actitudes y muecas de un sufrimiento que toca la angustia: parece que nos reclaman o acusan, toman frente a nosotros, seres humanos de la realidad formal, una actitud de víctimas.

En el cuadro Nena, hay una niña descarnada atemorizada por algo que está cerca de ella. La pintura tiene varias versiones, según Leticia Scmill, hija del maestro; pero en todas ellas está la mirada y el gesto de horror de la nena (termino coloquial para referirse a una persona de corta edad, y que en este caso el título también forma parte de la obra, enfatiza la situación de vulnerabilidad de la niña).

En la entrevista con Margarita Sologuren, documentada en el libro José Manuel Schmill pintor, Producciones Educación Aplicada, México 2015, el maestro refiere: “La pintura subyuga, de tal manera que el espectador es poseído por la mente del artista, hace que sientas dolor, pena. A mí me han dicho: ‘no sé qué hacer con tus monstruos, socórrelos. Ayúdalos… me dan compasión, lástima… ¿Por qué están en ese estado? No sé qué hacer con ellos’”

En un folleto llamado Nuestra expresión (dic enero 2085, México), Schmill expone parte de su estética:

“Un hombre que se entrega a extraños para convertirse en posesión de ellos lleva una vida una vida de bruto lleva una vida de fruto en forma humana. En mi caso, el esfuerzo que realicé durante estos años me despojó de mi personalidad de adolescente destruyéndolo todo en mí. Un hombre se transforma fácilmente en un infiel pero difícilmente se convierte en otra fe. Resultando de ello un sentimiento de intensa soledad y un desprecio por los demás hombres, (no) por ellos mismos, sino por lo que hacen, por sus acciones. Para comprender las dos facetas de mi pintura una es la admiración por la forma y la otra el asco al hombre. Mientras una cree, la otra contempla con ojos críticos. A veces esas dos personalidades platican en el vacío, entonces la locura está cerca. Como que lo estaría para el hombre que pudiera simultáneamente ver las cosas a través de dos velos, costumbres, de dos ambientes de dos vidas”.

La idea del mundo y de lo humano de José Manuel Schmill debe ser estudiada con más detenimiento en su pintura, en sus entrevistas y charlas y en sus escritos.

En el relato Los 30 días de abril, de B. Costa-Amic, Editor, México 1971, el maestro presenta parte de “Fantasía autobiográfica”, como el mismo la llama, en donde destacan, como en su pintura, las sensaciones, las formas y el color:

“Las luces se iban apagando y el jardín quedaba en la penumbra; la escalera era madera, el olor de la noche me invadía, las hormigas rojas caminaban por el baño, entre los cristales de colores. Una luna enorme se acercaba, baja y amarilla en medio de la noche.

“Ante las tatuadas tenía siempre que humillarme. Tenía que soportarlas porque eran las tatuadas extenuadas, viejas fláccidas que hablaban constantemente ininteligiblemente. Ellas adoraban todo lo bello, como repugnantes jarroncillos de color de rosa; comían seis veces al día grandes cantidades de papillas hediondas. Sus rostros eran semejantes al de un cadáver blanco de labios finos y sus ojos húmedos, cubiertos de una casi imperceptible película, tenían círculos concéntricos alrededor de sus dilatadas pupilas. Siempre envueltas en pieles no dejaban de hablar y comer.

“Recogían algunas flores esparcidas por el campo y pensé que ella se nutrían de los cadáveres.

“Vi a la Medusa comida por sus propias víboras, las cuales han hecho un nido de su cara.

“-Está usted completamente al revés –le dije; su apariencia causa horror y permítanme ayudarla.

“Y sin darle tiempo de replicar ni defenderse, lo volví cómo se vuelve un calcetín pero quedó otra vez mal colocado

“Estábamos en un estanque lodoso mi maestro y yo. Él salió del agua y vi que estaba completamente ensangrentado. Salté del estanque lo más pronto que pude y corrí hacia él gritando

“-¡Maestro unas pirañas le han carcomido!

“Como estaba cubierto de coágulos no podía distinguirlos con claridad, pero me acerqué y él me dijo:

“-Tú también estás cubierto de sangre! ¡Sálvate, sálvate tú, Chapete!”

La obra de José Manuel Schmill es conmovedora, poderosa. Uno no tiene defensas contra ella.

Recuadro:

JOSÉ MANUEL SCHMILL ORDÓÑEZ

Nació el 21 de abril de 1934.

Su papá era ingeniero de Luz y Fuerza y su mamá se dedicaba al hogar.

Empezó a pintar después de los siete años y su formación fue esencialmente autodidacta.

Realizó más de 40 exposiciones individuales y más de 70 colectivas en México y varias partes del mundo.

Murió el 7 de marzo de 2018.

 

 

 

 

 

 

 

 

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