Sociedad
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“Aparecen” Andrés Manuel López Obrador y Juan Gabriel en la Huehuenchada

No es Halloween, sino una conmemoración de los muertos: la representación de la manera en que los muertos salen del camposanto y regresan a las casas.

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Tetela del Volcán.- En punto de las 16:30, el 1 de noviembre, una oleada de “muertos” comenzó su descenso del “panteón viejito” por las principales calles de la cabecera municipal. Destacaron Andrés Manuel López Obrador y Juan Gabriel.

Tres camiones de carga llenos de gigantescas bocinas amenizaron esta marcha. Todo el repertorio del grupo costeño Acapulco Tropical se repetía una y otra vez por aquellos amplificadores. Las cumbias entraban como un taladro al cerebro del más sordo de los pobladores o visitantes.

Personajes disfrazados de diablos, monstruos, calaveras, viejitos, payasos, parcas, luchadores, con máscaras de plástico y atuendos desechables en su mayoría, aunque se pudo distinguir a quienes guardaron la tradición de vestirse con ropas de personas que tienen un oficio o profesión en este pueblo, como el médico, la enfermera, los “manguereros”, los campesinos, el vendedor de gas, el carbonero, con su máscara de madera.

Otro grupo de huehuenches lo formaban aquellas figuras públicas, recién muertas o simplemente de moda.

Por ahí venía Juan Gabriel quebrando la cadera con su traje color zanahoria, o al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, reventándose una vuelta, con su traje negro y su corbata guinda, acompañado por una persona metida en un cráneo y una niña con traje de Adelita y cabeza de calavera.

Por lo que se podía percibir por el físico, ahí había muchísimo más hombres vestidos de mujer que mujeres.

El narrador ilustraba con el origen de esta festividad: tiene quince años que se celebra la huehuenchada, como la conocemos, aunque la tradición inició con los abuelos (en náhuatl huehuetzin significa “viejo”), con los más viejos, que eran los únicos que podían representar a sus fieles difuntos en esta caminata. Luego se comenzaron a representar los oficios y profesiones del pueblo, y posteriormente se volvió más popular y se integraron todo tipo de disfraces. En el sonido local se advertía que la huehenchada no era Halloween, sino una conmemoración de los muertos, la representación de la manera en que los muertos salen del camposanto y regresan a las casas, siendo el caminito amarillo de pétalos de cempaxúchitl que a las 12 del día, los lugareños riegan desde el altar hasta la calle o la encrucijada, para que sus familiares lo vean y vayan a comer lo que con tanto amor les han hecho.

Al río de muertos se unían otros afluentes que salían de las calles en pequeños grupos y engrosaban, cumbianberos, a la corriente en medio de los camiones sonoros.

En una de esas bocacalles se pudo observar a una persona con máscara de raza negra, corriendo, seguido por tres o cuatro campesinos armados con carabina:

-¡Mira es el colombiano que mataron en la plaza! -gritó una mujer parada en la banqueta, frente a su casa.

La música siguió por varias cuadras hasta llegar a la avenida López Avelar, donde subirían con rumbo al centro de la cabecera municipal.

Los muertos romperían fila una hora después, y en grupos se separarían y seguirían bailando y bebiendo por toda la tarde y parte de la madrugada. Después de todo, sólo por esta ocasión se le permitía salir del lado opuesto de la vida para visitar a sus parientes y mover el esqueleto al ritmo de la cumbias del Acapulco Tropical.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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