Jiutepec. Una vez que terminó la misa en honor de Santiago Apóstol en la carpa que se instaló por la avería que dejó en el edificio principal el sismo del 19 de septiembre de 2017, entraron los Tecuanes de Tetelpa.
Más de 300 personas rodearon a los personajes coordinados por Pablo Paredes Ocampo, quien construía sones para los danzantes con un pequeño tambor y una flauta.
Veinte mujeres y hombres -entre niños, adolescentes, jóvenes y adultos- abrieron un espacio entre el gentío que observaba sorprendido y con algo de miedo los movimientos de estos seres que llevaron de la comunidad indígena del pueblo de Zacatepec.
Ahí se pudo observar, entre los 14 personajes que integran la danza, algunos “repetidos”: a Salvadorchi, que es el terrateniente muy adinerado; Mayeso, el capataz o subalterno de Salvadorchi; el Tigre o Jaguar, animal de uña que ataca y devora a los animales de Salvadorchi; la Perra (representada como una dálmata), animal que acompaña al rastrero para encontrar y "torear" al tigre; Viejo rastrero (rastreador), especialista en seguir rastros de animales; Juan tirador, cazador de gran habilidad, famoso por su rifle de un tiro; Hierbero, especialista en la fabricación de cebos para carnada, tiene gran conocimiento sobre el uso de las hierbas del campo; Lancero, campesino que utiliza para diversas labores del campo una lanza; Flechero, hombre que se gana la vida cazando animales con arco y flecha; Trampero, especialista en la creación de trampas; dos doctores que curan a los heridos; Venado, sirve para carnada del Tigre; Zopilote, animal de carroña; el Barañado (enmarañado), risueño o viejo Gervasio o ermitaño, que vive en el campo y hombre clave que puede localizar el escondite del Tigre.
Los danzantes, incluso los niños, se movían con fuerza, metidos en su personaje, convencidos de que sus ancestros habían participado como ahora ellos lo hacían en esa danza, que el folclor ha reducido a “la cacería de un animal que un hacendado busca, caza y da muerte porque se estaba comiendo a sus animales”.
En algunos ciclos, Pablo Paredes hacía pausas, en las que explicaba a los espectadores algunas particularidades, como el hecho de que todos los danzantes habían heredado esos personajes de sus ancestros.
“También queremos decirle que todos los que formamos el grupo tratamos de apegarnos a la tradición, respetamos los parlamentos en nuestro idioma, náhuatl, los tiempos, los movimientos, los sones; los respetamos porque honramos y amamos a nuestros ancestros”.
Este tono ceremonial se rompía de vez en cuando en el momento en que los perros “cargaban” a los niños o “robaban” zapatos a los espectadores, que se sorprendían, pero luego sonreían con la broma.
El personaje del tigre (o jaguar) era ágil y poderoso, no tenía precaución de enlodarse la piel que los mayas antiguos habían comparado con el cielo estrellados: era un animal, un dios, un hombre, que podía enfrentar a todos sus perseguidores.
Como está marcado en un guion oral, la danza acaba cuando atrapan al tigre, y en dos filas, los tecuanes se despiden con un son y movimientos dancísticos sencillos mientras avanzan hacia la salida.
A los Tecuanes de Tetelpa de Pablo Paredes Ocampo se les aplaudió fuerte y prolongado.
Algunos pensaron que no eran de Morelos, algunos habían visto esta danza interpretada por muchachos o niños, de Tetelpa, pero no tenían la fuerza ni el dramatismo que este grupo le imprimió a la actuación.
Protegida por la carpa, a cuatro o cinco metros de ahí, se podía observar la imagen de Santiago Apóstol sumido en una gran cantidad de flores.
En entrevista, una vez que acabó la presentación, Pablo Paredes dijo que habían acudido a presentarse por invitación del Comisariado Ejidal, y que habían danzado para Santiago Apóstol, reafirmando de nuevo sus tradiciones. Invitó a que conserven y sobre todo defiendan sus tradiciones, que no se pierdan, que no le resten elementos.
“Para nosotros esto es motivo de orgullo, no tenemos porqué avergonzarnos de cómo somos y de lo qué somos”, dijo
En una entrevista realizada en marzo de este año para La Unión de Morelos, en Tetelpa, Zacatepec, Pablo Paredes Ocampo explicó que para algunas regiones la danza del tecuán es la cacería del tigre o jaguar y en Tetelpa, el grupo que coordina respeta los diálogos en náhuatl y los movimientos que se deben realizar:
“Aquí se habla del nahualismo indígena, del poder del nahual, de la persona que tiene el poder de la transmutación de dominar un animal con la mente, pero no habla de matar al jaguar. En la trilogía simbólica del pensamiento náhuatl, el ser humano está constituido por tres entidades: hombre, fiera y espíritu; sobre eso estamos apegados, nosotros no aceptamos la estandarización, no tenemos nada que ver con el jaguar o tigre o felino, pero el felino no es el nahual, existe el que domina a los animales, el que a través del chamanismo tiene el poder de convertirse. Ciertamente el jaguar o tigre es un personaje, pero el verdadero tecuani es un animal en sí dominado por un nahual”, afirmó.
También dijo que en este modo de pensamiento antiguo todo tiene una razón de ser. El ixtle era ofrendado también a los dioses. Se creían que el ixtle, como la ruda, la albahaca, entre otras, tenía poderes neutralizadores de los malos aires. Por eso en la danza del tecuán se teje una trampa con la fibra de ixtle y también hacen una riata. El hierbero, que es un personaje dentro de la danza, conoce los poderes de estos elementos y los usa para atrapar al tecuán.
La danza es un ritual. La caracterización de cada personaje, los diálogos, las acciones, los movimientos, los sones, todo tiene un sentido.
Uno de los momentos más significativos ocurre cuando se enfrentan el felino y el viejo. Éste le pide al caporal que lo deje solo con la bestia. El viejo ermitaño vence a la bestia porque la conoce, sabe que ésta no es sólo un animal, sabe que alguien lo está dominando para que vaya a cazar y a robar el ganado, conoce quién es el que está dominando al animal; entonces, por medio de algunos pases, lo vence, es decir, expulsa a la entidad que poseía a la bestia y la bestia ahora sí queda sin protección para que pueda ser atrapada y cazada.
¿Quién era el nahual que se había metido en la bestia? El propio viejo ermitaño. Por eso nadie podía capturar a la bestia porque no era sólo un animal, estaba poseído.