A Coatetelco, una comunidad indígena del municipio de Miacatlán, Morelos, los difuntos llegan estos días convocados por el huatlapechtle, una ofrenda colgante que los lugareños aseguran abre el camino entre el cielo y la tierra desde la época prehispánica.
“Ésta es una tradición de la época prehispánica a la fecha, todavía se acostumbra algunas personas a hacer la mesa colgante o el huatlapechtle”, explica Teódula Alemán Cleto, una maestra jubilada de 90 años de edad, quien desde niña aprendió, por su mamá, el significado de esta ofrenda.
El huatlapechtle es una cama de acahual, una hierba alta y silvestre, de tallos gruesos que se cuelga en los techos de las viviendas del pueblo.
Sobre esa cama se colocan hojas de plátano y encima de ellas los elementos que guían las almas de los difuntos hasta las casas donde vivían.
“El jarro de barro, flores de cempasúchil, la luz del sol, le colocan una vela con luz y todas las velitas que ven ustedes, el caminito y todo eso es para que los airecitos alucen su camino a los muertitos. Por eso se pone el sahumerio, porque con el copal asciende el humo hacia arriba y hay comunicación con el cielo, que es el cosmos”, explica doña Teódula.
Los cuatro puntos cardinales tienen un papel fundamental en esta ofrenda, por eso son señalados con veladores para que los difuntos encuentren fácilmente el camino de regreso a casa.
“Es una cuestión mística porque estamos uniendo creencias. Estamos uniendo identidad y estamos uniendo la comunidad con nuestros dioses porque las 12 velas que nosotros ponemos en la parte baja, ya en la tardecita, usamos dos, dos las usamos para unir lo que es el cielo y la tierra primeramente. Después ponemos cuatro que apuntan a los cuatro puntos cardinales porque muchas veces nuestros difuntitos, bueno, en este caso tenemos a algunos que fallecieron en Estados Unidos. Entonces es importante los cuatro puntos cardinales porque le señalan a nuestros difuntitos que tienen que llegar aquí, para que ellos se orienten”, dijo Margarita Cárdenas Nava, promotora cultural de Coatetelco.
Otras cuatro velas representan a los elementos fuego, tierra, agua y viento.
Dos más sirven para abrir la comunicación con las deidades prehispánicas.
“Los cuatro puntos cardinales ven ustedes arriba, en medio uno con su vela también es el cielo, el cosmos; abajo, debajo del huatlapechtle también eso es para la tierra. Así que es los cuatro puntos cardinales y el cosmos y la tierra es principal con ellos; a ellos se les adora, se les da su camino para llegar a estos lugares”, comenta doña Téodula Alemán.
Los enseres en los que se colocan el agua, la sal, los panes, el mole, los tamales y una gallina cocinada, deben ser nuevos y de buena calidad.
Fruta de temporada y ropa nueva son otros de los elementos que forman parte del huatlapechtle.
“Lo que se coloca debe ser el aroma de flores, el aroma de pan, el aroma de la comida que es mole verde lo que se acostumbra; no hay otra comida, con tamales blancos, de masa blanca”, dijo la maestra.
Esta tradición que los pobladores buscan preservar para las futuras generaciones, también es una fiesta que reúne a las familias.
“Nos da gusto porque además de eso unimos a la familia, después de que terminamos todos nuestros quehaceres en la tarde nos juntamos todos. A veces se vive la música, estamos contentos, degustamos alguna bebida que le gustó al difuntito, lo recordamos. Ya mañana nuevamente se reparte todo, se va a dejar al panteón lo que le corresponde y otra vez, ya temprano, andamos agarrando la gallina, y ya temprano están tostando la pepita para el mole y otra vez los tamales, la gallina”.
“El huatlapechtle es como una fiesta, una algarabía en la familia, todos nos juntamos. Unos llevamos esto, otros llevan lo otro y si podemos todos estamos moliendo, friendo, etcétera, por lo tanto tratamos de que no se pierda”, dijo Cárdenas Nava.