Los albañiles de la calle 5 de Mayo que da al zócalo de la cabecera municipal de Tetela del Volcán vieron desde un segundo piso el cuerpo sin vida de Ricardo Alonso Lozano Rivas, de 33 años, originario de Medellín, Colombia. Lo llevaba personal del Servicio Médico Forense (Semefo) en la góndola de una camioneta blanca, sin placas, destapada. Iba encogido, junto a conos de plástico y herramientas. Pasaba de las 16:30.
El cuerpo, boca arriba, había estado desde las 12 del día atado del cuello con una cuerda morada de plástico amarrada al asta bandera manchada de sangre. Dos horas antes lo habían detenido pobladores de Tetela y le habían quemado el vehículo en el que viajaba junto con una mujer.
Su rostro de raza negra estaba hinchado, tenía sangre en la nariz, boca y oídos. Sus manos estaban sujetas con esposas de metal, de las que usa la Policía. Tenía una cuerda amarilla a la altura de los tobillos. Estaba sin camisa, usaba boxers negros y pantalón de mezclilla bajado hasta las rodillas. En su dedo anular izquierdo, el difunto portaba un anillo de metal amarillo. A un lado de su cabeza se podía observar unas cartulinas blancas con leyendas, una de las cuales decía:
"Toda persona extorsionadora correrá la misma suerte".
Personal del Semefo levantó el cadáver, recogió cartulinas y evidencias de manera rápida y muy descuidada. No usaron tyvek, tampoco fijaron indicios en el lugar de los hechos: cuerdas, zapatos tenis negros; por las prisas olvidaron una piedra manchada de sangre cerca del puesto de un vendedor de aguacates.
Dos minutos antes, los pobladores, no los mandos policiacos, ordenaron a estos empleados del Semefo que levantaran el cuerpo del colombiano, después de que una mujer leyera ante más de 500 personas arremolinadas frente a las oficinas del ayuntamiento un documento o reporte policíaco, que al parecer fue el “arreglo” al que llegaron el Mando y varios de los pobladores que reclamaban la falta de presencia policiaca cuando el pueblo había estado a merced de la delincuencia. La finalidad era exculpar a los pobladores por la muerte del colombiano.
El escrito refería que a las 14:00 horas, personal del Semefo había llegado al zócalo de Tetela del Volcán y, en el zócalo, había encontrado a un hombre muerto, desconocido, atado del asta bandera y del cuello, por lo que procedió a levantar el cadáver.
En el texto leído también se aclaraba que el lugar estaba vacío cuando llegó el Semefo.
Dos mujeres mayores de edad y una joven que iban a servir como testigos de que el colombiano "extorsionaba" a sus deudores alegaron frente a los pobladores si efectivamente valió la pena matarlo.
–"Lo mataron a lo pendejo" –dijo la mujer joven, de pelo negro, y preguntó a quién de los que estaba presente había extorsionado, y sólo respondió afirmativamente una de las mujeres mayores “testigos”.
Media hora antes de este hecho, a un lado del asta bandera los más de 500 pobladores habían estado dialogando con un mando policiaco y con una empleada del Ayuntamiento. Abundaban las mentadas de madre, gritos y reclamos por parte de los pobladores. Entre la multitud, el cadáver se perdía.
Fue imposible sacar la cámara cuando la multitud alegaba con el mando policiaco en el zócalo; la imagen de un perro royendo un hueso frente al cadáver; la fotografía del muerto en el piso, mientras en segundo plano, un joven se abrazaba de una escultura de don José María Morelos y Pavón.
Desde lejos, los reporteros, a los que se nos prohibió usar celulares y documentar los hechos, escuchábamos y observamos, nerviosos, acribillados por las miradas de odio de los hombres ensombrerados y mujeres morenas, y con la advertencia: "les vamos a poner en la madre también a ustedes si sacan fotos o videos".